El Salvador
jueves 28 de noviembre de 2024
Voces

Un paridero de sinvergüenzas

por Redacción


La gente quiere una justicia auténtica e idéntica para todos. Aquí no hay una justicia igual para todos.

Por decencia, por humanidad, por todos los salvadoreños honrados, por toda su importancia dentro de la vida democrática, alguien debe rescatar el Poder Judicial de El Salvador.

Quien no quiera entender que la justicia salvadoreña está enferma (aunque no muerta), lea las dos entregas que hemos publicado, hasta ahora, de los resúmenes de las intervenciones telefónicas realizadas a varios de los imputados en el caso Rais/Martínez.

Ahí está el peor pelaje del Poder Judicial salvadoreño. Nos enteramos, en la voz de un juez, que en otros juzgados la secretaria cambió de auto a base de sobornos y que, su jefe, el juez compró un flamante Toyota del 2013. Posiblemente como tercer o cuarto auto.

Ahí también se compra de todo: hasta un dictamen psicológico para reclamar un millón de dólares en daños por falsas amenazas. El supuesto afectado ni siquiera fue a hacerse el examen. Una colaboradora dibujó escenas trágicas, y con borrones, para que un falsario especialista certificara que el hombre estaba verdaderamente afectado. ¡Qué clase de delincuentes tiene adentro el Poder Judicial!

De paso me di cuenta que el juez (¿delincuente?) que intervino en el caso Rais Martínez es el mismo que me construyó un “tamal” a pedido de la Fiscalía General con un “payaso” que ni conocía. ¡Tal vez ahora los periodistas que se rieron escribiendo esa historia tengan un poco de escrúpulos y reconstruyan una historia que esculpieron con el peor estilo y la más baja conducción ética!

Todavía recuerdo mi encuentro con ese exjuez (botado del Poder Judicial por corrupto) junto a una abogada amiga que sirvió de testigo esa noche. ¿Desde cuándo un juez puede transformar un campo pagado de un periódico en una certificación que se puede alterar hasta que nazca una falsedad ideológica?, pregunté. Me dio la respuesta más estúpida que he escuchado en mi vida.

Esa noche fue surrealista: el ex juez terminó confesándome que en la Fiscalía me habían montado el “tamal” que reprodujeron los colegas. Para desarmarlo me dijo que le comprara un auto que estaba vendiendo. ¡Qué descaro! Y mejor no les cuento lo que pasó el día que me juzgaron por unos campos pagados. El juez del “tamal” era un ángel a la par de otros. Todo lo que pasó ahí lo saben algunos magistrados de la Corte Suprema de Justicia sin que nadie haga nada para darle una dosis de honradez al Poder Judicial.

La gente quiere una justicia auténtica e idéntica para todos. Aquí no hay una justicia igual para todos. Las pruebas están en esas intervenciones telefónicas: ahí están las evidencias cómo un rico compra hasta dictámenes para tratar de cobrar un millón de dólares y meter a la cárcel a una mujer que se le paró al frente.

Si no entendemos que no hay nada peor que una justicia desigual, el país no va para ningún lado.

El rico seguirá comprando su propia justicia y al pobre lo mandarán a las bartolinas a comer frijoles con tortilla porque tenía un dólar para comprar un juez.

Pero hay otra lección de todo esto: la primera línea de corruptores está compuesta por abogados. Si no hay castigo para ellos, entonces tampoco se arreglará nada en ese mundo de la justicia.

No creo tampoco que todos los jueces sean malos. Tampoco todos los abogados. La mayoría es sana. El problema mayor es que los malos están situados, generalmente, adonde nunca debieron llegar.

Pero el Poder Judicial es paridero de tantas deslealtades con la justicia, que si alguien no hace nada después de un caso que exhibe un valiente fiscal general, es que nos hemos vuelto todos unos sinvergüenzas.