El Salvador
domingo 12 de enero de 2025

Porque nuestro silencio también cuenta como culpa

por Redacción


Somos culpables todos aquellos que solo reclamamos pero no denunciamos cuando nos enteramos de un acto de corrupción, sí callamos, no reclamemos; no tenemos derecho.

Con particular esperanza el pueblo salvadoreño ha recibido la implementación de medidas excepcionales, cansados del desborde delincuencial en todo el territorio, que hurta la paz y el pleno goce de los derechos de ciudadano a todos aquellos hombres y mujeres trabajadores.

Entre esos derechos, que son violentados por las pandillas, están el libre tránsito y el de ejercer el comercio en toda su plenitud. Es por eso que estas medidas provocan una luz de verdadera esperanza entre aquellos salvadoreños que realmente queremos un cambio radical para nuestro país.

Quienes las critican no aman a este país como lo expresan.

No puedo creer que alguien que dice amar a El Salvador reproche tajantemente las medidas impuestas. Estos personajes, que solo se dejan en evidencia, se ven motivados por sus oscuros intereses, que en su mayoría son de tipo político.

Un salvadoreños que ama a El Salvador repudia a todo negociador que busca alianzas con las estructuras criminales sin importar su color y bandera, inclusive su motivación en busca de paz, y acceso a votar es repugnantemente vomitiva, porque estos negociadores juegan, apuestan y se benefician a cambio de tu tranquilidad de tu paz y la mía, apuestan tu vida y la mía por su puro placer y goce.

Ningún delincuente merece el perdón sin juicio

Las víctimas no aparecen reflejadas con exactitud en las estadísticas porque en este país se cuentan muertos, pero y qué de sus esposas, madres, hijos, nietos, amigos de trabajo, qué de sus patrimonios robados, hurtados o allanados, empresas en quiebra y esfuerzo de muchos años. Un delincuente solo puede recibir la indulgencia que la ley permite.

Hay que armarnos de valor en denunciar todo acto de corrupción porque hay delincuentes en la calle bajo un puente y otros de saco y corbata en la Asamblea Legislativa o en el despacho judicial, en las oficinas de aduanas, Migración, en la Policía Nacional Civil, en la Fuerza Armada; es decir, en todos lados. Cínicos ladrones que se han engordado por la cobardía de su misma gente que tiene temor de denunciar.

Somos culpables todos aquellos que solo reclamamos pero no denunciamos cuando nos enteramos de un acto de corrupción, sí callamos, no reclamemos; no tenemos derecho.

Medidas excepcionales que vulneran Derechos Humanos

Probablemente. Pero y qué de los Derechos Humanos de un pueblo ensangrentado.
Qué de los derechos Humanos de los hijos sin padre y de las madres sin hijos.
Las medidas excepcionales son aplaudidas por quienes queremos paz y reconocimiento de esa paz en el exterior, porque por ahora, somos un país que se ha ganado que otros países recomienden a sus ciudadanos abstenerse de visitarnos. Eso somos y soñamos. ¿Queremos cambiar esta desgastada y real imagen que hemos provocado? ¡Sí! ¡Dije provocado!, pues tanto provoca el que ejecuta el delito como aquel que conociendo su cometimiento lo calla.

Tenemos que cambiar todos, esto no es solo culpa del gobierno en turno, de Mijango, Ernesto Muyshondt, Fabio Colindes, Paolo Luers, Mauricio Funes, y cuanta figura pública se nos ocurra. Porque siempre buscamos a quien culpar, pero no reconocemos todo el daño que le hemos hecho a este país cuando decidimos callar, creo que las medidas excepcionales no cambiarán el rumbo de nuestro El Salvador por sí solas si cada uno de nosotros no hacemos nuestra parte.

Porque nuestro silencio también cuenta como culpa.