El Salvador
viernes 10 de enero de 2025

Reflexiones centroamericanas en torno al acuerdo de París de cambio climático

por Redacción


“En este mundo traidor Nada es verdad ni mentira Todo es según el color Del cristal con que se mira” (Ramón de Campoamor)

Ha pasado ya un poco más de 15 días desde que en París 195 países, incluidos 4 de los 5 países que históricamente han conformado el istmo centroamericano, adoptaron en la COP 21 de Cambio Climático, el denominado Acuerdo de París.

El Acuerdo generó a nivel mundial un espíritu de esperanza y compromiso, muy particularmente porque se esperaba que EEUU se integrara a la lista de países ratificantes del Convenio de Cambio Climático, punto que no fue posible, en razón de que EEUU no puede (quiere) firmar un instrumento que sea “legalmente vinculante” para el recorte de emisiones, muy a pesar de que, ha sido en el contexto de esta cumbre climática que dicho país ha presentado ante la ONU un Plan de reducción de emisiones en donde se compromete a recortar sus emisiones GEI entre el 26 y 28% en 2025, tal como lo reporta el archivo digital de la UFCC, de la Contribución Prevista y Determinada a Nivel Nacional de EEUU (INDC, por sus siglas en inglés).

Las razones del gran país del norte, de no vincularse jurídicamente a este esfuerzo, son variadas; la que más se ha esgrimido, en esta ocasión, es que la Administración Obama no puede asumir compromisos obligatorios, porque, entre otras cosas, no controla las decisiones del Senado, que son las que al fin harían dar ese salto de calidad en cuanto a sus compromisos. Con todo el Acuerdo de Paris ha sido calificado como el “primer acuerdo universal de lucha contra el cambio climático”.

Paradójicamente, pese a todo el entusiasmo climático- parisino de mediados de diciembre de 2015, pareciera que este Acuerdo ha empezado a caer en el olvido, particularmente porque la “urgencia ecológica” no ha hecho reflexionar que las fiestas de fin de año también generan una cantidad significativa de GEI (gases de efecto invernadero), no solo por la quema de la pólvora, que es común en distintos países y culturas: Alemania, Austria, EEUU, China, Corea, Argentina, Brasil, Sudáfrica y ….Centroamérica; sino que también porque es la época en que más energía se consume tanto por las luces navideñas, que algunas inician desde principios de noviembre, como porque es en el fin de año donde la mayoría de culturas, por no decir todas, se sumen en una barbarie de producción/comercio y consumo que incrementa las emisiones GEI, así como el resto de emisiones que van a dar a los cuerpos receptores de contaminación.

Si se hace un pequeño rastreo en los periódicos centroamericanos, incluso en otros como los españoles y europeos, no produce mayor alarma ni reflexión, los problemas que enfrenta la misma China con su contaminación atmosférica de las últimas semanas, que según algunas fuentes de información los ha obligado a importar aire puro envasado de países como Canadá; tampoco se considera objeto de noticia asociada al Acuerdo de París, las predicciones que diversos organismos de vigilancia meteorológica han hecho sobre el comportamiento del Niño en el 2016, especialmente en uno de los lugares de mayor vulnerabilidad climática como es Centroamérica.

Pareciera que las únicas entidades que a pocos días han quedado haciendo reflexión sobre el tema en comento, son las organizaciones con proyección/compromiso ambiental y el mundo académico interesado en el cambio climático.

Navidad y año nuevo, pudo haber sido un espacio mundial de consciencia y reconocimiento a la dura situación ambiental que enfrenta el globo terráqueo, que para algunas autoridades científicas consideran irreversible, muy a pesar de que el IPCC, máximo Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, en su quinto informe de evaluación manifestó que “aún estamos a tiempo” de revertir el problema, “todo lo que necesitamos voluntad de cambio, y confiamos en que esa voluntad esté motivada por el conocimiento y la comprensión de la ciencia del cambio climático”.

Parece que el derecho al medio ambiente, vinculante con todas las áreas del conocimiento, entre ellas la religión, no conciencia aun lo suficiente, de forma que después del Acuerdo de París produzca una movilización inmediata en todos los espacios y sectores, que transmita la urgencia de actuar sin demora, haciendo universales las reflexiones teológicas ambientales hechas por el Papa Francisco, que bien pudieron haber sido discutidas, predicadas y aplicadas en este fin de año.

En Centroamérica se evidencian posiciones encontradas en cuanto a los logros alcanzados en la COP 21. Por ejemplo, fuentes oficiales de Nicaragua sostienen que el avance no es sustancial a la situación climática en razón que los países que la han producido no quieren avanzar a un cambio drástico de la situación, razón por la que este país no presentó su Contribución Prevista y Determinada a Nivel Nacional (INDC), en donde se describe de forma voluntaria qué se hará como país para reducir voluntariamente los GEI; su posición fue de que el Acuerdo de Paris no detendrá el cambio climático, ni protegerá a los países más vulnerables.

El resto de países: Guatemala, Honduras, El Salvador y Costa Rica, han expresado por diversos medio oficiales y redes sociales, su beneplácito de haber contribuido en un largo proceso que concluye con el Acuerdo de Paris y la esperanza de que éste es el punto de partida hacia la mejora climática.

Es obvio que el mosaico de opiniones que se vierten sobre el referido instrumento va, desde los que opinan que ha sido un desastre, que es malo, que ha dejado sabor amargo, que se pudo hacer más, a aquellos que tienen una valoración más positiva de la Cumbre 21.

Si se mira con un lente eminentemente jurídico, se está frente a un mal acuerdo: no vinculante por los compromisos nacionales, sino solo por la revisión/actualización que debe hacerse, las cuotas de GEI a partir de los INDC de cada país no son obligatorios, no hay sanciones, algunos expertos, como el abogado español José Marraco, opinan que financieramente “no hay un compromiso financiero a la altura de la magnitud del problema …, el sector de la aviación civil y del transporte marítimo están excluidos”, otros han expresado que los derechos sociales y otros tipos de derecho que enlazan a la coercibilidad jurídica no son sustantivos del instrumento, por haber quedado en la parte expositiva, de los considerandos.

No obstante más allá del texto legal el Acuerdo presenta una serie de oportunidades que motiva a no descansar, particularmente al revisar los 4 INDC, de los países centroamericanos que si presentaron sus planes de acción/reducción, previo a la COP 21, entre los que se pueden resaltar:

(i) Contexto y ubicación de la realidad ambiental de cada país, tomando en cuenta sus posiciones en el Índice de Vulnerabilidad Climática y sus situaciones socio económicas y de salud;

(ii) El Salvador, se obliga manifiestamente a elaborar una Ley de Cambio Climático, y a reanudar las gestiones para hacer efectiva la Ley de Ordenamiento Territorial y otras iniciativas ya encaminadas en el sector hídrico y alimentario;

(iii) Todos los países excepto El Salvador, establecieron porcentuales claros para la reducción de sus GEI, al 2030: 11.2%, Guatemala; 15%, Honduras; 25%, Costa Rica.

(iv) Honduras y Guatemala han redactado sus INDC para los gases: Dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido Nitroso (N2O) (expresados en CO2 equivalente); Costa Rica se ha comprometido con los 3 gases anteriores, añadiendo Hidrofluorocarbonos (HFCs), Perfluorocarbonos (PFCs) y Hexafluoruro de azufre (SF6); mientras que El Salvador, aún no ha expresado los gases sobre los cuales basa sus compromisos GEI.

Pese a algunas diferencias entre los INDC de los 4 países, todos han reconocido la transversalidad y la necesidad de abordar holísticamente desde diversos sectores el compromiso climático y la urgencia de crear ciudades resilientes y adaptables al fenómeno climático, desde los territorios.

¿Realidad o fantasía?, el tiempo lo dirá a medida se avanza a la COP 22 y la revisión del año 2020, lo cierto es que, tanto en Centroamérica como en el resto del mundo existe una manifestación de voluntad de acelerar el tránsito hacia una economía baja en carbono.

Sin embargo, es de reconocer que el reto es superior a las capacidades de los países centroamericanos, especialmente a los del cono norte. Sea o no, el Acuerdo de París, una burla para el medio ambiente, lo que toca es que cada uno de los que habitamos el istmo centroamericano actuemos en favor del ambiente. Psicológicamente la región centroamericana es altamente resiliente, nos hemos sobrepuestos a los embates naturales, sociales, económicos y políticos que nos han llegado, ello es a causa de que el centroamericano no pierde la esperanza, lucha contra el desencanto… sigamos luchando a través de la vigilancia de nuestras acciones, que cada día deben ir encaminadas a ser más amables con la Madre Tierra.