La islamofobia y el racismo que demuestran las fracciones más conservadoras de nuestro país causa de los atentados en París son, como el ataque en sí mismo, completamente despreciables. Las opiniones publicadas en varios medios nacionales y los comentarios que éstos generan en las redes sociales sobre los acontecimientos apuntan a una misma dirección: los musulmanes son unos fanáticos que deberían ser expulsados de la civilización.
El viernes 13 de noviembre murieron más de 130 personas en seis ataques terroristas en París, perpetrados por el grupo insurgente ISIS, o Estado Islámico, que no es más que el fruto de la intervención norteamericana en el medio oriente. Los países de occidente se conmovieron tanto que, desde plataformas virtuales hasta grandes edificios históricos se revistieron con los colores de la bandera francesa. No parece, sin embargo, que les moleste que todos los días desde hace varios años haya atentados en Siria y en Libia.
Tal vez es porque piensan que estos países “siempre están en guerra”, que no importa que los musulmanes se maten entre ellos porque no son cristianos. Después de todo, son misóginos y violadores de niños cosa que, definitivamente, la Iglesia Católica condena, siempre y cuando no estén involucrados sus mismos obispos.
¿Son entonces los atentados culpa de los 1.6 billones de musulmanes que existen en el mundo? No. Es el fundamentalismo de ciertos grupos que, con una falacia mal llamada Guerra Santa, imponen sus creencias, prácticas y adoctrinamiento para hacerse de un territorio rico en recursos, y extender su dominación con el fin de obtener poder económico.
Y lo peor es que esto es ignorado por los medios de comunicación tradicionales de nuestro país y por las grandes agencias de noticias a nivel internacional que se encargan de alimentar el odio racial. Incluso políticos a quienes eufemísticamente podríamos llamar ignorantes, han retomado este discurso barato para sus propios fines partidarios.
Donald Trump, uno de los candidatos presidenciables del partido republicano de Estados Unidos, se rehúsa a recibir a cualquier refugiado sirio que no esté registrado como cristiano en una base de datos penosamente segregativa, que nos hace recordar los métodos de control utilizados por el fascismo nazi. Eso sí, se rehúsa a registrar a los ciudadanos estadounidenses que porten un arma porque “eso sería muy invasivo”.
En El Salvador la prensa justifica esta forma de pensar y se atreven incluso a relacionar a estos grupos extremistas con el comunismo, el fascismo y el nacional-socialismo, porque, según ellos, el islam atenta contra las libertades individuales del asediado hombre occidental.
La masacre en París, insisten, es un ataque a la libertad y a la civilización, y es verdad. No obstante, compararlo con “el paso al totalitarismo en nuestro suelo que pretenden los comunistas”, como señalan en sus editoriales, me parece más que desacertado, risible. El gobierno ha demostrado ser, para decepción de muchos y alegría de otros, extremadamente complaciente con la empresa privada.
Por su parte, el diputado de ARENA Ernesto Muyshondt, publicó un día después de los atentados un tuit dedicado al analista Armando Bukele por el solo hecho de ser musulmán: “Grupo radical islámico se atribuye actos terroristas en París… Líder musulmán acá (Armando Bukele) aún no los condena”. Es simplemente patético hacer de la muerte de decenas de personas una oportunidad para criticar a los enemigos políticos.
Ambos olvidan que el islamismo, como el cristianismo y cualquier otra religión del mundo, puede ser retomado por grupos extremistas y ser utilizado en favor de intereses oscuros. Olvidan que uno de los primeros grandes atentados terroristas que sufre la humanidad son las cruzadas, campañas militares impulsadas por el papa, que con el objetivo de imponer sus creencias religiosas masacró a gran parte de la población judía y musulmana en Jerusalén entre 1095 y 1291.
Sí, fue hace mucho tiempo, y sí, es un acontecimiento histórico citado hasta el cansancio por los detractores del cristianismo. Veamos entonces parte de la historia más reciente: el KuKluxKlan, grupo estadounidense de extrema derecha que asesinó afroamericanos, judíos y católicos en defensa de la civilización cristiana occidental en 1865; o los católicos maronitas que masacraron a palestinos y musulmanes libaneses en Karantina, Tel al-Zattar, Sabra y Shatila durante la Guerra Civil del Líbano desde 1975 hasta 1990.
Es por esto que, con el objetivo de borrar los prejuicios instaurados por los medios de comunicación a la población musulmana, nace la campaña #NotInMyName (No en mi nombre), dirigida por el Centro Cultural Al Hira en Luton, Londres. El movimiento alienta a los musulmanes en países occidentales a manifestarse en contra de ISIS, explicando por qué este grupo insurgente no los representa, y rechazando totalmente su ideología.
Y es que, el Corán, como la misma Biblia, como la Torá y como cualquier individuo con una noción de bondad, condena el asesinato de inocentes, “Por esto les decretamos a los hijos de Israel que quien matara a alguiensería como haber matado a la humanidad entera. Y quien lo salvara, sería como haber salvado a la humanidad entera.” (Corán, 5:32).
La intención de este artículo no es agravar sus creencias, pero es necesario acentuar que tanto el Corán como la Biblia han sido utilizados por grupos terroristas para perpetrar todo tipo de abusos contra la humanidad. Ser cristiano no remueve automáticamente la posibilidad de ser un terrorista, así como ser musulmán no hace automáticamente a uno.