Veinte años llevo investigando la historia del cine salvadoreño, dos décadas de amistad con José David Calderón; el más grande cineasta nacional hasta la fecha, cuatro lustros de inmenso cariño con Isabel Dada, la estrella de cine más importante del cine local.
He pasado los mismos 20 años difundiendo el cine nacional: documentales, cortometrajes, largometrajes, de todo lo que es posible conseguir y proyectar, sin importar calidades ni nombres; basta con que el realizador sea salvadoreño aunque su trabajo no haya sido elaborado aquí. En Universidades, colegios, casas de la cultura, clubes, en televisión, en donde se me permite, presento el trabajo de nuestros cineastas.
Más de un siglo de cine en El Salvador, menciones honoríficas a Alejandro Coto en los festivales de Berlín y Cartagena, un Óscar para André Guttfreund, varios premios al cine de la guerra en Biarritz y La Habana. Otros a Escalón y Heredia.
El inefable cine nacional recibe ¡por fin! Un premio en su propio país. Y es que los premios no son todo lo importante que pretenden ser en sí mismos, pero permiten, de alguna manera engrandecer la memoria de un sector cultural minoritario en medio de una minoritaria cultura. Esto pasa a ser historia. La llamada memoria histórica es solo una expresión ideológica que algunos de los organismos internacionales nos imponen. En la ciencia hay Historia y hay memoria por separado. El cine es ambas.
“Los peces fuera del agua” el mayor filme de ficción dramática de nuestra historia, “Pasaporte al mundial”, ambos largometrajes estándar de 90 minutos y en 35 milímetros. Una decena de cortos, entre los que sobresalen “El río de oro” e “Izalco, una raza que se extingue”, más de quinientos anuncios comerciales para cine y televisión y un noticiero cinematográfico, (El Suceso en la pantalla), hacen de la brillante carrera del maestro Calderón la mejor y mayor aportación al patrimonio cultural cinematográfico de la República; de su historia y de su memoria documental.
Otros colegas suyos han desarrollado su trabajo fuera del país. Se dice que el país no conoce al premiado y su obra; les aclaro que tampoco a los otros que se han dedicado a este menester, sobre todo porque han hecho su trabajo en el exterior y no tenemos cinemateca nacional.
José David Calderón trabajó en todos los medios de comunicación en su momento; hizo radio, televisión (fue pionero en las telenovelas), escribió guiones, obras de teatro, ganó muchos premios a su labor. Amó todo lo que hizo, lo llevó a cabo como debe hacerse: con pasión y ganas. Con limitados recursos financieros, pero con ilimitado talento, consiguió hacer un trabajo inigualable e irrepetible entre los cuales está “Los peces fuera del agua” (1969-70).
Este filme es algo especial para El Salvador, es la mejor película de ficción realizada totalmente por salvadoreños. Sobria, en blanco y negro con un guion adaptado de una obra teatral del director y productor Calderón, con influencias de la nueva ola francesa y el cine libre inglés. Con los correspondientes códigos cinematográficos de la época (1969), y la semiótica del blanco y negro expresada en los grandiosos primeros planos del bello rostro de Isabel Dada, su protagonista.
La inusitada calidad de la película deja pasmado a más de uno y provocó, y todavía, críticas insulsamente negativas de los envidiosos y de los desconocedores. Sin embargo, los investigadores y el público extranjero lo valoran enormemente. El Salvador es así, a mí me tiene sin cuidado, a la historia del cine nacional, también. El cine se eterniza. Los peces fuera del agua, 45 años después, un centenar de cortos y una veintena de largometrajes realizados por otros autores, ya superó el tiempo y a sus detractores de pacotilla.
El Premio Nacional de Cultura 2015 al cineasta salvadoreño es apenas justo. No va a cambiar ni a Calderón ni a su trabajo, tampoco lo engrandecerá más. Pero reconozco que pocas veces ha sido entregado a quien de verdad se lo mereció. Tiempo era ya.