Ir al mercado es de las actividades que puede darle varios réditos. Uno de los principales es el sensible aumento del autoestima entre las frases como “amor lindo, va a querer”; “que busca, cosita bella”; “tesoro”. También no podemos olvidar el hacer ejercicio por la caminata que realiza, las ofertas en “cachada” que se puede encontrar, así como no menos importante el ahorro de unos cuantos dólares que hace a su economía familiar. Lo que adquiere en $80 dólares en un supermercado puede adquirirlo por $45 en el mercado central.
Tenemos casi un año de haber cambiado esa costumbre pequeño burguesa de ir al súper a comprar verduras, frutas y legumbres.
Sin duda alguna, ir al mercado es una aventura, desde el lograr encontrar un parqueo que esté lo más cerca posible para no caminar tan lejos con la preciada carga hasta encontrar al mejor proveedor para las verduras, pasando por aprender a diferenciar entre compradores, proveedores y amigos de lo ajeno.
Solo quien ha ido al mercado sabe lo difícil que es caminar entre tanto vendedor que grita para ofrecer sus productos y la gente que camina buscando los mejores precios para que el dinero abunde; es difícil encontrar tanta gente ejerciendo el comercio en un solo lugar.
Pero el fin de semana, mientras se celebraba la liturgia por la beatificación de Monseñor Romero, se pudo observar esa enorme cantidad de vendedores que habían trasladado temporalmente sus servicios de ventas a la zona de el Salvador del Mundo. Se escuchaba durante la petición de beatificación la voz del postulante de la causa y la voz del que decía “a dólar, mire ve, manzanas a cuatro por el dólar”; “agua, heladita, aquí va el agua”; “sombrillas, las últimas niña no se queme compre sus sombrilla”; “póster de Monseñor Romero, edición limitada, mire ve, ya solo quedan cuatro, llévelo, para adornar su sala”. De pronto, un grupo de personas comenzó con el “shsss, shsss” y el vendedor/a moderaba el sonido de su voz pero seguía ofreciendo su venta. En otras ocasiones la petición de silencio era tan fuerte que no había de otra que guardar silencio y retirarse para dejar a los fieles seguir el acto litúrgico.
No cabe duda que el emotivo evento de beatificación no solo renovó la fe de muchos católicos/as sino también ayudó a que un buen grupo de vendedores informales se hicieran de un par de dólares adicionales que les permitirá alimentar a su familia por un par de días; este tipo de eventos no es de todos los días y hay que aprovecharlos.
Cuando compré mi café al vendedor ambulante, este me preguntó: ¿Oiga, no sabe si estos eventos para Romero lo harán todos los meses? No creo, le respondí sin ponerle mucha atención y el muchacho me replicó, ¡ahh qué lástima, es la primera vez que son las 8:30 am y he terminado mi venta y voy por más a este ritmo con unos cuatro eventos más, saco la mora que tengo de mi casa y ahorro para los zapatos que le prometí a mi hermano menor.
Son las 8:35 am y entre más me acerco a la zona “cero” del evento se escucha más fuerte: “diadolar, amor, diadolar…”.