Era garra, furia, amor, también pasión, terquedad, obsesión. El teatro se lo permitía, era su vida¸ la dedicaba a ello. Gustaba de la esencia de Patchuli y de pulseras y anillos de plata. También vestir con ropa blanca. Era su personalidad, no era pose.
Hace varios años me invitó a presenciar un montaje sobre Federico García Lorca en la Casa de la Cultura del Centro. Se llamó “En el jardín de las angustias” (2001). Ya llevábamos varios meses platicando sobre teatro. Como lo concebía él y como lo hacía yo. Generalmente coincidíamos, su cultura acerca del tema era vasta y los debates enriquecedores.
El montaje sobre Lorca resultó el mejor teatro salvadoreño por más de una década. Inmejorable e irrepetible; causó la envidia tradicional en muchos integrantes del mundillo teatral local. Calificativos fueron y vinieron. Yo dije que fue el mejor del año y también provocó lo mismo. Son los problemas del exceso de domesticidad de la cultura nacional.
A Filánder le fascinaba dirigir y producir. Pero la formación de actores siempre le preocupó, sobre todo porque se daba cuenta que a muchos acá no les preocupaba tanto y eso, pero por supuesto, se nota.
Hace unos ocho años me pidió que formáramos una asociación para crear una escuela de teatro que el dirigiría y los demás apoyaríamos desde diferentes áreas. Acepté, luego de papeles legales y otros avatares, se consolidó la asociación mencionada.
El miércoles último (13 de mayo) me llamó para pedirme un resumen de las escuelas de formación teatral en el país durante el último siglo, las valoraríamos en la reunión que programamos para el sábado posterior a la fecha de beatificación del Arzobispo Romero.
Inicié mi investigación y casi la terminé. Ya no la analizaremos, ya no sorprenderán sus novedosos montajes, ya no debatiremos, ya no habrá formación con su impronta, ya no protestará contra lo que no le parecía de las autoridades de la cultura, ya no escucharemos sus propuestas con una dicción magistral, porque eso era, un gran maestro.
Luego, entonces, pues dirigirá y producirá teatro con ángeles y demonios, de seguro lo hará bien, igual que lo hizo en la tierra.