El Salvador
lunes 23 de diciembre de 2024

¿Solo una percepción?

por Redacción


Los asaltos están a la orden del día y los hurtos también; siempre hay denuncias de puntos de asaltos para transeúntes y personas que se movilizan en vehículos, además de las zonas donde hay un control irrefutable de las pandillas o maras, donde las grandes empresas deben pagar peaje para dejar sus productos en las tiendas de la zona

Los funcionarios encargados del tema de seguridad, siempre que comienzan a realizar sus análisis sobre este tema, hablan de que existe “una percepción de inseguridad” que es alimentada por los medios de comunicación y unos cuantos periodistas que llevan el “muertómetro” en redes sociales y que buscan alarmar a la población, obviamente porque tienen algún tipo de interés ya sea de colocarse como periodistas “críticos” y que siempre se venden como los que “ven más allá de lo evidente” y/o porque responden al juego político del partido de oposición.

Ahora bien, personalmente no tengo duda que existe medios y periodistas que están en función de hacer más grande la situación de lo que en realidad está, además de uno que otro funcionario que le encantan las cámaras y le gustan describir la manera en que son asesinadas las personas, con una espeluznante satisfacción; también debemos sumar a los analistas que llegan a los programas a hablar de temas de seguridad, quienes tienen en su currículo haber sido funcionarios en esta rama y que ciertamente tienen gran responsabilidad al no lograr en sus propios períodos la erradicación de las maras ni evitar su articulación, pues estaban en función de darle seguimiento a sus oponentes políticos, jamás le apostaron a la prevención, todo el tiempo buscaron reprimir.

Pero también es cierto que no podemos obviar que tenemos una situación alarmante, donde a diario tenemos muertos, ya sean estos miembros de pandilla o no, porque últimamente las autoridades les ha dado por decir que todo el que muere es pandillero. Si fuera así, el número de pandilleros activos que nos han dado es un falacia, pues con la cantidad que mueren ya deberíamos tener mermados estos grupos y debería ser menor cantidad de pandilleros, cosa que no es cierto.

Los asaltos están a la orden del día y los hurtos también; siempre hay denuncias de puntos de asaltos para transeúntes y personas que se movilizan en vehículos, además de las zonas donde hay un control irrefutable de las pandillas o maras, donde las grandes empresas deben pagar peaje para dejar sus productos en las tiendas de la zona, donde los bancos y cooperativas se niegan a dar créditos pues no se puede hacer gestiones de recuperación de los mismos en caso de falta de pago, pues estos grupos no les dejan ingresar; así vendedores no ingresan sin pagar. Escuelas asediadas por pandilleros, niñas que son sometidas a violaciones colectivas y obligadas a ser la pareja de estos personajes, iglesias que ya no hacen el recorrido del santo entierro –a propósito de que acabamos de pasar la semana mayor− puesto que estos grupos no les dejan hacer los recorridos en sus territorios y les impidieron en algunos casos hasta realizar las tradicionales alfombras; zonas donde “ver, oír y callar” es la ley y no existen más derechos que los que la pandilla impone.

Esto no puede ser mera percepción, de hecho no lo es, es una realidad que vivimos a diario, sobre todo en zonas donde las pandillas tienen sus nichos de poder, donde no se mueve nada si ellos no lo permiten.

Lamentablemente por años este país nunca le apostó a la prevención, lo que muchos calificaron como “cipotes con síndrome posguerra” que había que entender; hemos perdido el tiempo haciendo estudio tras estudio, análisis tras análisis, sin realizar ninguna acción en concreto. A esto debemos sumar el “boom” de la maquilas en los noventas donde la mayor fuerza laboral eran las mujeres, sometidas a horarios de 12 a 14 horas diarias, incluso 16; madres solteras que dejaban solos a sus hijos los cuales fueron cayendo bajo la influencia de los “recién bajados” –los primeros deportados− que traían antecedentes delictivos y que nunca fueron supervisados por las autoridades locales, dejándoles ingresar a los territorios con la mayor libertad. Estoy hablando de la primera generación de pandilleros, ya llevamos casi tres generaciones y seguimos sin lograr que esto no siga creciendo, reclutando cada vez a jóvenes casi niños a sus filas.

La represión por sí misma no logrará que controlemos el problema, que los policías entren a las zonas y se impongan a golpes contra todos los jóvenes del lugar, no genera apoyo de la comunidad sino más bien rechazo porque la etiqueta de vivir en cierto sitio automáticamente te vuelve pandillero, llegan por unas horas a un operativo luego se marchan y dejan a la población a merced de sus cancerberos.

Pero hay otra realidad que se oculta tras el “muertómetro”, otros grupos bien organizados actúan con total libertad en el país, pues toda nuestra atención está puesta en las maras o pandillas; de hecho muchos que reciben extorsiones no son realizadas por estos grupos, sino por otras personas que han encontrado una fácil impunidad al decir “somos la mara”. El narcotráfico sigue siendo una realidad que ha invadido esferas de poder, tenemos diputados extraditados por esos “negocios” y otros reelectos que han salido en varios reportajes y a quienes no les pasa nada.

La corrupción sigue permeando la institucionalidad del país y la Corte Suprema de Justicia –CSJ− que nunca ha hecho una depuración de jueces, la Fiscalía General de la Republica, −FGR− se ha sumado a la tónica de contar muertos y arrestos pero no nos da condenas, donde los fiscales son amenazados in situ por los familiares de las pandillas o son corrompidos por sobornos.

Todos los días algo nos distrae de la realidad, en un país donde las maras son culpables de todo y algunos medios así lo venden, dejando de lado que la impunidad es en realidad la verdadera culpable y que el sistema judicial con la CSJ, con magistrados con cero capacidad o valor de depurar a sus amigos jueces, con una FGR desbordada, que no logra condenas y una PNC con un bajo presupuesto, con agentes mal pagados y que todos los días están expuestos a la muerte en la vuelta de la esquina, con cientos de iglesias de todas las denominaciones que venden las salvación con un rezo o una oración y no enseñan a sus feligreses que no se trata de sólo caer de rodillas y ya eres salvo, debes pagar ante la justicia del hombre por tus delitos, pero nunca lo hacen.

Esta es la Repúbuca de El Salvador… puesto que en una República cuando los funcionarios no han sido exitosos en sus funciones no son buscados como analistas, cuando las políticas han fracasado los funcionarios dimiten, cuando un gobierno no logra controlar la delincuencia, no solo en lo formal sino también las causas de la misma como el desempleo y la exclusión social, el bajo crecimiento económico, violencia de género, violencia contra minorías como la población LGBTI, lo admiten ante la población y no hacen el juego de palabras de nombrar funcionarios en puesto que no tienen trascendencia o decir que esto es una mera percepción.