Casa dividida no prevalece. Es un principio aplicable tanto a los matrimonios, como a las familias, empresas y gobiernos. Ya que hablar de liderazgo verdadero, implica referirnos a algunos factores o variables para el éxito organizacional, tales como: La visión compartida, el consecuente plan maestro para echarla a andar, los valores corporativos o Institucionales, para poder alinearnos juntos hacia un propósito común.
¿Pero qué pasa, cuando existen fortalezas mentales en el liderazgo, que evitan ver la realidad organizacional tal como es? ¿Qué podemos hacer cuando el líder responsable de su gente, llámese padre de familia, jefe, empresario, o estadista de gobierno; pone por delante su razón, muy por encima de una realidad evidenciable? Lo que sucede es que nunca se producirá un acuerdo entre las personas involucradas, y naturalmente tendremos una casa dividida que tarde o temprano desaparecerá. Es decir: Años de trabajo, de esfuerzo, de grandes inversiones, sueños e ideales, que nunca prosperarán. Porque lo que hizo falta, fue un sencillo acuerdo, basado en la valoración del aporte individual de cada una de las partes.
¿Dónde está el conflicto entonces? Está en nuestra tradicional forma de pensar, de creer que somos los únicos protagonistas, los buenos de la película y que los demás están en nuestra contra. Me refiero a esas fortalezas mentales, que nos impiden ver las oportunidades de hacer equipo con otras personas diferentes a nosotros, de asociarnos uniendo esfuerzos, talentos e ideas para ser más efectivos y productivos.
Jesús dijo: “En la multitud de consejos está la sabiduría”. Como también dijo un amigo a quien estimo mucho: “Para lavarnos la cara necesitamos ambas manos, la izquierda y la derecha”. En un hogar los hijos deben entender que no es suficiente atesorar el amor de mamá, porque para seguir avanzando y creciendo en familia, se necesitan además atender los consejos y valorar los aportes de Papá.
Las cosas importantes en la vida jamás se realizan de forma individual. Todas las obras majestuosas que vemos que se han edificado alrededor del mundo, involucraron a mucha gente de todos los estratos sociales. Cada uno aportó lo que tenía. Porque en una familia, alguien tiene el don de administrar las finanzas, y otros el de producirlas o generarlas con mayor facilidad.
El conflicto es mental. “Yo te digo y tú me dices”. Es la rueda de caballitos, que debe salir de una vez por todas, de nuestras casas, de nuestras empresas, de nuestras organizaciones privadas y por supuesto, con mucha urgencia de nuestras instituciones de gobierno.
Despertemos y levantemos nuestro liderazgo y derribemos cualquier fortaleza mental destructiva, que esté minando nuestra vida, nuestro trabajo y nuestro futuro. Porque casa dividida no prevalece.