El Salvador
lunes 23 de diciembre de 2024

Luto en el fútbol nacional

por Redacción


Gregorio Bundio Núñez ha partido, pero sus virtudes de hombre bueno, profesional y de carácter se quedan entre la gran familia del fútbol.

Hondo pesar ha causado entre la gran familia futbolística salvadoreña el fallecimiento del ex seleccionador nacional de fútbol, Gregorio Bundio Núñez, ocurrido la noche del sábado anterior en el Hospital San Rafael de Santa Tecla.

Originario de Argentina y residente en El Salvador desde 1951, el mítico e histórico exfutbolista y entrenador, murió a los 86 años de edad, dejando con su partida hacia el más allá, un sentimiento de dolor entre sus seres queridos y miembros de la gran familia futbolística de El Salvador.

Primero por su buen fútbol, y después como entrenador de equipos de la primera categoría como Atlético Marte, Dragón, Adler, Atlante, Alianza, UES, FAS y Negocios Internacionales, en las décadas 50- 60- 70 y 80, el “Che Goyo Bundio” escribió muchas de las páginas memorables del fútbol salvadoreño.

Pero su mayor e histórico éxito de todos los tiempos y que al final lo inmortalizó como uno de los grandes de todos los tiempos fue haber clasificado por primera vez para un mundial a la Selección de El Salvador. Ocurrió en octubre de 1979 en Kingston, Jamaica, eliminando 1-0 a la Selección de Haití, ganando el boleto para estar presente en el Mundial de México 70.

Esta clasificación fue producto una inolvidable y emotiva gesta eliminatoria, en donde Gregorio Bundio condujo magistralmente a uno de los mejores trabucos de seleccionados salvadoreños de todos los tiempos. Aquí destacaban Mauricio «Pipo» Rodríguez, Juan Ramón «Mon» Martínez, Gualberto «Pulpo» Fernández, Jorge «Calero» Suárez, Juan Francisco «Cariota» Barraza, Mauricio «Pachín» González, Jorge «Conejo» Liévano y Mario «El chino» Flores.

También figuraban Salvador Mariona, Roberto Rivas, Ninón Osorio, Elmer Acevedo, Salvador Flamenco Cabezas, Antonio «Ruso» Quintanilla, Joel «Cacique» Estrada, Tomás «Flaco» Pineda, Mario Monge, Genaro Sermeño, Jorge «Indio» Vásquez, Alberto «Pechuga» Villalta, etc.

En este proceso clasificatorio del área Norte, Centroamericana y del Caribe de Fútbol, El Salvador terminó eliminando en tres juegos a Honduras ante quien perdió 0-1 el primer partido en Tegucigalpa, luego ganó 3-0 a los catrachos en el Flor Blanca y en el compromiso definitivo se impuso 3-2 a los catrachos en el Estadio Azteca de México.

En la serie contra Haití, los ahijados de Gregorio Bundio, cuyo auxiliar era el italiano Guisseppe Santacolomba Vinci, la selección de El Salvador venció 1-0 en Puerto Príncipe a los caribeños y contra todos los pronósticos perdió 0-3 en casa el juego de revancha. Hubo necesidad de un partido de desempate y se jugó en octubre de 1969 en Kinsgton con triunfo salvadoreño 1-0, ganando por primera vez el boleto mundialista.

Este encuentro crucial se jugó en horas nocturnas en la capital de Jamica y al finalizar, como a eso de las diez de la noche, estalló uno de los más tremendos carnavales de euforia en El Salvador. Celebración que terminó en las horas de la madrugada y después, cuando los seleccionados arribaron al Aeropuerto de Ilopango, recorrieron el bulevar del Ejército recibiendo la ovación de todo un pueblo encendido, y luego fueron recibidos en Casa Presidencial.

Como nadie sabe para quien trabaja y porque la mayoría de federativos de este país siempre se caracterizan por injustos, removieron del cargo a Gregorio Bundio y nombraron al chileno Hernán Carrasco Vivanco para la participación en el Mundial de México. Injusticia que marcó de por vida a Gregorio Bundio y que no causó gracias entre la gran afición futbolera.

Es por eso que hoy que ha partido un hombre bueno, que en su vida se comportó mejor que cualquier salvadoreño, que incluso llegó hasta las lágrimas en varios capítulos de su profesión, el fútbol nacional pesa menos porque ha perdido a un peso pesado integral. Ha perdido a un hombre bueno a quien lejos de pagarle como se merecía, le jugaron arteramente, hiriéndolo y marcándolo de por vida, en su noble alma. ¡Adiós, viejo!