En esta campaña electoral el diablo no ha metido la cola donde no debe. A menos de dos semanas de que se produzcan las elecciones de medio período, no me disgusta la suma de lo que, electoralmente, ha sucedido.
Lo más sano de todo es que, en estos apresuramientos electorales, no encuentro cinismos políticos aventureros.
Eso sí, a veces percibo que algunos candidatos a alcaldes o diputados se dedicaron a crear realidades ajenas como si estuviesen trabajando en gabinetes y tubos de ensayo de laboratorios. Dichosamente, son los menos.
Esta vez los políticos se han portado bien.
No se han tomado de los pelos. No se han comportado como truhanes. Los insultos son livianos.
Hay candidatos jóvenes en todos los partidos políticos que nos enseñan que si en algún momento creímos tener juventudes náufragas, algunos jóvenes se reagruparon y poseen una dosis de renacimiento.
Tal vez el mayor problema es que si sumamos las promesas que han hecho, ese tipo de candidatos a diputados y a alcaldes, tendríamos asegurado en los próximos tres años el paraíso terrenal.
Sé que parte de la truculencia electoral es decir a los clientes, a los electores, que sus problemas acabarán pronto.
Los candidatos lo dicen a voz en cuello para que todas las manos se tiendan hacia ellos. Pero algunos se exceden.
Si bien es cierto que Comte nos decía que la vida moderna nos exige especialistas, algunos candidatos se convirtieron en esta campaña en especialistas de generalidades mal entendidas, o en brujos que saben de todo, pero no profundizan en nada.
Al final es la gente la que escoge a sus gobernantes. Si nos equivocamos al seleccionarlos, también tenemos derecho a errar en una democracia. No hay obligación de atinar en una votación. También nos equivocamos.
Pero, aparte de reconocer que hay gente que quiere llegar a la política sin plan alguno, o con una imagen agrandada, o mentirosa, hay muchas cosas rescatables en esta campaña electoral.
No recuerdo a quien escuché decir, hace algunos años, que los hijos de una generación fuerte son siempre inferiores a ella. Creo, más bien, que eso lo escribió Alfonso Reyes. No estoy seguro del autor de esa frase.
No estoy convencido si la generación que hizo la guerra y la paz fue lo suficientemente fuerte. Pero sí hay que reconocer que entre esa generación hay figuras que hicieron lo más importante: ponerle una nueva dirección a la historia. Eso hace de ellos una generación sólida, peculiar, arrebatada, sagaz.
Estoy seguro que hay personajes, en ese tramo de la historia salvadoreña, que son figuras catalíticas: siempre provocan reacciones químicas con solo estar presentes.
Hasta hace poco tiempo habría apostado que la generación anterior a la actual fue más fuerte. Hasta hace poco tiempo veía, en la actual generación, a jóvenes curiosos pero desconcertados frente al manejo de su país.
Pero ya no estoy seguro que sea cierto que los hijos de una generación fuerte son inferiores a ella. Comienzo a ver, en esta campaña, jóvenes enteramente comprometidos con su país, curiosos, críticos trastornadores que quieren pensar y hacer un nuevo país.
Algunos de esos nuevos políticos estudiaron fuera del país en universidades de clase mundial. Son estudiosos, poseen método, creen que hay que trabajar para hoy, mañana y para después. Saben que frente una vida atada al presente, también hay que poner a funcionar el instinto. Y lo hacen.
Pero si algo hay que de tener claro es que en esta campaña muchos jóvenes, la mayoría de ellos con su destino bien definido, decidieron poner a prueba lo mejor de su generación. Y lo han hecho con éxito.
Pero también las nóminas en las que escogeremos nos ponen a prueba. Hay jóvenes talentosos que saben que los viejos les hemos dejado un mundo a medio hacer y lleno de problemas. Pero también hay viejos que quieren tener poder para cambiar las cosas con mucha honestidad y convicción.
Incluso esos candidatos viejos también saben defenderse. Por eso es que nos dicen que en la única cosa que han cambiado es que hoy saben mejor lo que deben hacer. Ojalá sea así.
Lo más congruente con eso lo encuentro en esta campaña en Josué Alvarado, un candidato a diputado de los demócratas cristianos.
A Josué no lo conozco pero está entradito en años.
En uno de sus anuncios dice que hay diputados que llevan diez o quince años como legisladores y no han arreglado nada. Reclama que ya tuvieron su oportunidad.
Por eso pide que lo dejen pasar, que le permitan contribuir con nuevas soluciones. En el fondo, tiene una buena dosis de razón. Tal vez ya sea hora de darle una oportunidad a otros personajes, no importa su edad ni condición. La forma de hacer política de algunos está cansando a buena parte de la población.
Tal vez en política hay que aplicar aquello que nos decía Proust: las cosas no son buenas o malas porque las miremos de ángulos distintos. Esas cosas pueden ser blancas y negras, altas y bajas y quizás de mil maneras más. Y sospecho que a algunos que quieren entrar a la política no los vemos como deberíamos verlos.
Mi posición es sencilla: hay que darle paso a quienes tengan nuevas soluciones a los viejos problemas. Hay que apoyar a quienes nos ayuden a reinventar la sociedad.
También debo reconocer otra idea expuesta por Nayib Bukele, candidato a la alcaldía de San Salvador, que no solo es atinada sino que debe cobrar mucha fuerza.
Nayib es parte de esa generación que quiere probarse a sí misma. Quizá por eso, Bukele dijo en un discurso a sus seguidores que los enemigos suyos no son los areneros: que los enemigos deben ser la pobreza, la desigualdad, la pobreza y no recuerdo cuántos problemas más.
Esa idea de encontrar posiciones comunes, de atarnos para caminar juntos me gusta. Bukele no ha partido el mar de Galilea entre negros y blancos. Quiere fijar una posición conciliadora con la que un país partido en dos por su más reciente historia no saldría adelante si no se entiende, si no dejamos de ser incompletos. Nosotros andamos a golpes y eso es, precisamente, lo que debemos dejar de hacer. Nayib tiene razón.
Otra estrategia que más me ha gustado, es como se presenta Juan Valiente, el candidato a diputado por ARENA. Juan es también joven que quiere lo peculiar, lo alejado de lo común. Y ese tipo de innovadores no me disgustan.
Se traduce así: deme su voto, déjeme entrar en la política pero no soy, ni quiero ser político. Seré un político menos, dice en su página web.
Podría decirse que la posición de Valiente es moralizante, ética, reflexiva. Y debe reconocerse que los candidatos jóvenes de ARENA como Valiente, Wright y otros, procuran distanciarse de lo que se puede definir como la política tradicional.
Ojalá que lo que prometen no sólo sea estruendo de un momento. Sobre todo porque, como lo dije, algunos teníamos la impresión que existía una generación náufraga que no se atrevía a sembrar dudas e ideas y a crear nuevos entusiasmos. Y ahora creo que estamos equivocados. Además, hay que darle prueba a una nueva generación para que se pruebe a sí mismo.
Hay muchas cosas nuevas en esta campaña que debemos valorar. Lo que ha hecho el PCN, un partido supuestamente guiado por militares que muchos supondrían irreverentes y machistas, pudieron adelante a mujeres que han trascendido la historia. Todas son luchadoras. Todas han logrado vencer enormes dificultades y hasta consiguieron desafiar el poder.
Por eso me gusta lo que hizo el PCN: también se apartaron de los caminos tradicionales y eso puede darles algunos resultados.
Pero ya habrá tiempo de escribir sobre otras peculiaridades de esta campaña que me han gustado. Y también, por qué no, hay que escribir también de lo peor de esta campaña