En algo que se ha vuelto costumbre durante los últimos años, el fútbol de El Salvador es eliminado de los máximos torneos regionales porque nunca aprende la lección y tampoco enmienda las deficiencias que le pasan factura a la hora de la prueba de fuego.
Y como siempre, vuelve la retórica de los señalamientos y justificaciones, pero el tiempo seguirá su marcha y vendrán otros torneos sin que las autoridades responsables pongan manos a la obra. Es que desde hace un resto de años, este fútbol al que, inexplicablemente se le llama «profesional», es un desastre en materia de organización integral y no se puede esperar otros resultados.
Mientras nuestros vecinos y rivales regionales trabajan profesionalmente con y objetivos específicos −cosechando satisfactorios resultados− aquí sigue predominando la improvisación y una serie de deficiencias. Entre estas: buenas instalaciones, técnicos extranjeros de primer nivel, futbolistas extranjeros de alto nivel competitivo, jugadores pagados al día, futbolistas asegurados y responsables a la hora de devengar el sueldo.
Como producto de las deficiencias antes mencionadas, también tiene que ver el pobre trabajo organizacional en materia de selecciones en donde todo se termina haciendo contra el tiempo y, lo peor, conformando las selecciones con elementos de poco colmillo internacional que es lo que al final establece la diferencia a la hora de clasificar o quedarse en el camino.
En las recientes eliminaciones, el técnico de la sub-20, Mauricio Alfaro corrió a responsabilizar a los clubes y exoneró a la Federación, en una iniciativa que no le causó gracia al técnico del campeón Metapán, Jorge Rodríguez. Y el de la sub-17, Rafael Tobar, consideró que la eliminación de su seleccionado como local ante Guatemala «no fue fracaso».
Se imponen las interrogantes: ¿desde cuándo supo Alfaro lo de los clubes y por qué aceptó el reto con semejante desventaja? Y para Tobar, ¿cómo se le llama una misión que usted no cumple, sobre todo cuando solo necesitaba de un empate en el Cusca para ganar el boleto? En buen castellano: fracaso. Lo demás es una pobre justificación.
También y con tantos años de estar en estos torneos oficiales de la FIFA, aquello de que «somos superados por países de mejores recursos económicos y antecedentes futbolísticos», ya no vale, está muy gastado. Porque a la hora de los partidos uno de aficionado mira en el estadio o por televisión que los salvadoreños además de alma, vida, corazón y coraje también tienen lo suyo y dan la guerra.
Hablando de plata, no me vengan a decir que no hay dinero, porque de acuerdo al actual presidente del INDES «en los últimos diez años las federaciones anteriores dispusieron de 17 millones de dólares estatales», sin sumar la ayuda de la FIFA, la venta de los derechos de la selección mayor, los derechos de televisión, las taquillas y los fondos aportados por los patrocinadores.
En consecuencia, y descartando el pretexto de la falta de plata, es obvio que la diferencia entre clasificar o n o clasificar la hace el trabajo profesional integral que ejecutan nuestros vecinos y rivales regionales. Trabajo que más allá del éxito, también tiene que ver con el crecimiento futbolístico competitivo en las diferentes categorías.
Además y en esto del dinero, ¿cómo es posible que al entrenador español de la mayor federación le estén pagando miles de dólares por estar al frente de una selección inactiva? Lo menos que tendría que estar haciendo este tipo y sus auxiliares sería estar buscando talentos a nivel nacional y asesorando el trabajo de las selecciones menores.
En el fútbol, como el deporte en general, no hay milagros, pero tampoco imposibles. Basta verse en el espejo de nuestros vecinos costarricenses que, producto del trabajo integral profesional de varios años, cumplieron en el mundial de Brasil 2014 una consagratoria e inédita actuación.
Los ticos no solo ganaron su grupo a Italia, Uruguay e Inglaterra, sino que superaron en octavos a Grecia y perdieron en cuartos ante la poderosa Holanda. ¿Y entonces?, quiere decir que el trabajo integral siempre dará resultados y reflejará desarrollo en la competencia internacional, olímpica o mundialista.
Por lo tanto, sería bueno que por nacionalismo, dignidad, vergüenza y responsabilidad para con todo un país, que tiene en el fútbol su deporte rey, la alta dirigencia federativa de este maltratado deporte se pusiera seria y de una vez por todas aceptara el desafío de levantar este cadáver.
De lo contrario, y en este deporte, El Salvador seguirá dando coraje en el «Grupo de la Muerte» junto a Belice, Nicaragua, Anguila, San Vincent y un resto de islitas del Caribe, países que en materia futbolística están llamados a ser la cenicienta de Norte, Centroamérica y el Caribe. ¡Qué pena!