El Salvador es un país vulnerable y tristemente cada año en época de lluvia es más notable. Un temporal nos inunda todas las calles de San Salvador, un río se desborda y se lleva puentes dejando incomunicados a pobladores de la zona, se forman cárcavas que amenazan con tragarse comunidades enteras, un alud de lodo hace ceder muros que caen sobre los moradores de una casa. Y generalmente adultos mayores o niños y niñas son los que suelen salir en las noticias como las víctimas fatales.
Usualmente cuando uno ve a través del televisor esas imágenes invariablemente se cuestiona por qué siempre hay gente habitando esos lugares donde hay derrumbes a la orilla de los ríos y condiciones de vulnerabilidad ante los embates del clima, he escuchado a muchos decir: “Y por qué no se van de la zona, les pasa lo que les pasa por bobos ellos quieren seguir viviendo ahí y así”. Es una aberración de expresión; no es cierto, nadie quiere vivir así ni en zonas de riesgo, esa condición donde se encuentran se debe a la falta de oportunidades y al déficit habitacional que tenemos en el país sumado a la poca capacidad adquisitiva que tienen estas familias de lograr hacerse de una casita que no solo les proteja del sol y la lluvia, sino que sea un bien que les permita vivir con dignidad y seguridad.
De igual manera cuando ocurre un terremoto, como los más recientes de 2001, estos cobran un número elevado de vidas, irreparable pérdida para las familias y para nuestro país.
Hoy parecen lejanas esas imágenes del deslave en la zona de Las Colinas, donde una enorme cantidad de tierra se desprendió arrasando con múltiples viviendas, aun las tengo grabadas en mi mente por lo impresionante que fue ver como esa colina había cedido a la fuerza del terremoto, los rostro de aflicción de padres/madres, hijos/as que buscaban a sus parientes en ese montaña de tierra.
Por eso me pareció correcto que después de esos acontecimientos se declarara la zona como no apta para vivir, claro eso se hizo, según recuerdo, con la venia de las familias pero además porque ellos y ellas recibirían por parte del gobierno central un sitio donde podrían residir.
Este domingo tuve la oportunidad de acompañar la misa oficiada por monseñor Gregorio Rosa Chávez; me llamó la atención ver que aún no está construido el famoso monumento que se haría en el lugar, además de escuchar que se les devolverán los lotes donde estaban las casas que fueron sepultadas por el alud de tierra a sus antiguos dueños.
No sé si ya existe algún estudio que garantice la seguridad de estas familias que volverán a levantar su morada en la zona en el caso que se dé nuevamente un movimiento telúrico de esta intensidad, no tengo la certeza si estas familias retornarán porque jamás se cumplió la promesa de reubicación, de lo que si tengo seguridad es que nadie regresa a la zona donde perdió a su familia y sus bienes materiales sin una poderosa razón. Muy probablemente sea que luego de 14 años no lograron rehacer su vida en otro sitio, probablemente por falta de condiciones económicas o porque, hoy por hoy, El Salvador ya no es un país donde uno pueda en cualquier sitio hacer nueva vida, el flagelo de las maras es una realidad palpable, a la hora de sacar casa con el Fondo Social o de conseguir financiamiento uno debe tomar en cuenta el tema seguridad.
Es lamentable que estas familias hayan esperado 14 años para que se levante un monumento y no es que un monumento sea una reparación, pero si es cierto que en cierta medida les ayuda a llevar su pena, recordemos que muchos no pudieron recuperar los cuerpos de sus familiares, no tienen una tumba donde ir a dejar flores.
Todos sabemos que Francisco Flores recibió ayuda internacional para invertir en estas familias, hacer el monumento, realizar reparaciones económicas y reubicar a estas personas en un lugar digno y seguro, pero la realidad fue otra, esos fondos nunca llegaron a los afectados ni hace 14 años ni después de ese tiempo. Ahora bien, también sabemos que él se encuentra en arresto domiciliar vinculado a un proceso que tiene que ver con esos fondos, pero no se ve claro ni que la Fiscalía General de la República logre una condena como tampoco que los fondos aparezcan y se entreguen a los verdaderos destinatarios.
Al final del día se puede decir que esas familias han estado con poco y casi nulo acompañamiento de las autoridades desde que se dio esa tragedia; es lamentable que la única opción a la que se recurra es volver a habitar un lugar donde hace más de una década se demostró que no reúne las condiciones mínimas de seguridad ante un evento natural.
Entonces, debemos cambiar el lente con el que juzgamos a las personas al verlas sufrir durante eventos naturales como las lluvias, si están en la zona de riesgo es porque no hay oportunidades en este país para que se muevan a otro sitio, porque no se trata de moverse por sí mismo, se trata que la gente tenga una vivienda digna, con seguridad y la certeza que esa propiedad les pertenece.