En este asunto no puedo callarme. Sobre todo porque soy el director de un diario digital en el que se dio a conocer una información de auténtico interés público: el Fiscal General, Luis Martínez, viajó 66 veces en aviones privados, de acuerdo con una denuncia bien plantada del periodista Héctor Silva Ávalos.
El avión en el que Martínez viajó con más frecuencia es propiedad de Enrique Rais, quien alega ser propietario de la empresa MIDES y del relleno sanitario de Nejapa. Sus clientes son los alcaldes.
Que un amigo le preste un avión al Fiscal General para que viaje adonde quiera, en función de su cargo, no es un problema, a excepción que se pruebe que el dinero del combustible para que volara la nave salió del presupuesto de la Fiscalía General de la República.
Presumo esto porque creo que es más barato volar en un vuelo comercial que en un avión privado.
El verdadero problema ético es que el propietario del avión en el que viaja el Fiscal General, Luis Martínez, es un hombre denunciado, penalmente, ante su despacho. Conozco la acusación. Fue publicada en Diario1.com hace varios meses.
Conozco a los abogados que diseñaron la denuncia contra Rais y hablé mil veces con ellos cada vez que me decían que el Fiscal Luis Martínez no dejaba pasar la querella ni la remitía a ningún tribunal, por razones que todos desconocen o, al menos, nadie las explica.
No dejar pasar esas acusaciones contra Rais entra dentro de las potestades del Fiscal General. El problema que debe debatirse es precisamente ese: el funcionario puede actuar como rey en su trono, sin darle cuentas a nadie. La ley le permite establecer qué se envía a los tribunales y qué no. ¡Eso no se le puede negar al Fiscal General!. Pero no debemos olvidar que todo acto de un funcionario debe ser razonado y sus razones deben quedar sobre un papel.
Nadie conoce, hasta ahora, cuáles son las razones del Fiscal General para no dejar pasar la acusación contra Rais. Lo que sí dejaron pasar los fiscales son las contraacusaciones del empresario Rais contra los canadienses que lo denunciaron.
Extrañamente a los canadienses que acusaron a Rais se les dictó orden de captura y, hasta donde sé (porque jamás he hablado con ellos), no pueden poner un pie en el país porque los meten en las bartolinas.
Yo no creo que el negocio del relleno sanitario de Nejapa fue un santuario a la Virgen María. Pienso que en esas negociaciones pasaron muchas cosas que nadie aclaró jamás.
Me convencí de eso después de sostener una conversación privada con Shafick Handal, algún tiempo antes de morir, quien me confirmó algunas de mis sospechas sobre ese negocio. A Shafick lo encontré en un canal de televisión y ahí nos sentamos a hablar. Conversamos civilizadamente sobre ese tema. Yo comprendí sus puntos de vista. Él me entendió y hasta me reveló algunos secretos de la vieja política.
Después de eso no encuentro razones jurídicas para que una empresa mixta como MIDES opere, en la actualidad, como una empresa privada manejada al antojo de pocas personas, como si fuese una empresa privada.¡Algo huele mal!
Se supone que MIDES es una empresa mixta porque una serie de alcaldías son dueñas de un porcentaje de las acciones. Pero, la naturaleza y la herencia de una propiedad estatal y privada, es uno de los mayores misterios de este país.
Hasta donde sé, a las alcaldías se les trata como piratas que no saben (como lo denuncié hace más de diez años), qué se hace con el dinero. Eso sucede a pesar de que, formalmente, las alcaldías nunca dejaron de ser socias de MIDES.
Hace pocos días, el Fiscal General, Luis Martínez dijo, cuando se le preguntó por los viajes en ese avión privado, que ese es un tema ¨banal¨.
Si usted toma el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, ¨banal¨significa común, trivial, insustancial.
Lo trivial es lo conocido por todos. Lo común. Lo insustancial es de poca sustancia.
Creo que el Fiscal General de nuevo se equivoca. Que él viaje en un avión de un empresario denunciado en su despacho, no era conocido por todos. Mucho menos es un tema de poca sustancia: es un asunto de altísimo debate sobre el desempeño ético de los funcionarios. Mucho menos aquí nadie ha tergiversado nada, como lo dice el Fiscal General.
Tampoco existe en este tema un ¨trasfondo perverso, malicioso, calumnioso e injurioso¨, como insiste el Fiscal General.
No encuentro nada de perverso que un diario o un destacado periodista escriba que el Fiscal General viajó no una, sino muchas veces, en un avión de un empresario denunciado ante su despacho. Mucho menos hay malicia, mala intención, en ese caso.
Por el contrario: lo que existe es una valiente denuncia pública que, para ser más justos con la verdad, la conocía la mayoría de miembros importantes del gremio periodístico pero casi todos lo callaron.
Sospecho que hubo una mano en un medio de comunicación importante que silenció lo que sus periodistas hicieron para publicar esta denuncia. Eso, Fiscal General, lo conoció todo el gremio periodístico. Por eso, casi todos los periodistas que visitan el despacho de Luis Martínez lo miran diferente.
Si el Fiscal General cree que la publicación de Héctor Silva Avalos, a quien hay que reconocerle su valentía personal para publicar esa denuncia, es calumniosa o injuriosa, puede perfectamente el abogado Luis Martínez presentar una demanda ¨privada¨en un despacho judicial.
Y como jamás escondo el pecho en los temas sobre los que escribo, si el Fiscal General estima que la columna que escribí sobre tema daña su honor, también puede demandarme penalmente.
Además, Héctor no está solo. Muchos estamos de su lado.
Pero el Fiscal no debe olvidar que cualquier acción penal suya dará la oportunidad de pedir una certificación sobre cada vuelo, cada sentada en avión que ha hecho desde que fue nombrado en su cargo.
Además, sería interesante pedirle una certificación a la Fiscalía General para que explique las razones sobre el por qué no dejaron pasar una acusación contra Enrique Rais, aunque sí contra los canadienses que lo denunciaron.
Eso sí: esta vez no dejaré que me monten un tamal como lo hizo el precedesor de Martínez. Esta vez si el Fiscal General quiere acusar, debe hacerlo como un sujeto privado. Ahí no vale su músculo de Fiscal General. Sería una denuncia de acción privada. Él manda en las denuncias de acción pública (estafas, asesinatos, robos, etc), no en las privadas. Ahí debe actuar como cualquier ciudadano común y corriente.
Y ojalá no trate de hacer el actual Fiscal lo que hizo su predecesor: tratar de advertir que una publicación en un periódico digital puede ser sujeto de falsedad ideológica, como si fuese una certificación médica o de un contador alterada.
¡Esta vez no dejaré, Fiscal General, que un campo pagado, como un acto de libre expresión, se transforme en una certificación!
Si unos fiscales delincuentes lo hicieron antes (aplaudidos, incluso, por periodistas), esta vez estaré atento para que no repitan esa barbaridad, esos brutales actos arbitrarios. Y usted y yo sabemos, Fiscal General, que eso lo hicieron para que su predecesor manejara a su antojo un ilegal proceso penal en mi contra y no actuara como un acusador privado, como debió suceder. Pero esta vez, ni de rodillas dejaré que esto suceda de nuevo.
Hace pocos días asistí a una misa con un hablantín, bienhumorado y estupendo predicador de Nicaragua, obispo de alguna región de ese país, quien con genialidad dijo:¨esta jeringa no le entra a esa nalga¨.
El obispo nos hizo reír a todos a carcajadas en el templo. Y lo dijo mientras celebraba misa, lo que me pareció un acto de autenticidad cristiana. En este tema del avión y de viajes, sospecho que el Fiscal General intenta, sin éxito, que la jeringa moral de la crítica pública no entre por ninguna parte de su piel.
En este mundo nuevo, el poder ya no se puede ejercer a la antigua, de forma autoritaria, hierática o regalista. Cuando el reino del derecho vacila, la sociedad tiembla. Huele a confrontación social en forma irresistible. Ese es el mejor consejo que puedo darle al Fiscal General.