Se acaba 2014, la campaña del consumismo de Navidad empieza en septiembre en los centros comerciales y en medios de comunicación. Subliminalmente el público empieza a prepararse para celebrar “la época más bonita del año”, como se le ha dado en llamar a las hoy ridículamente y políticamente correctas “fiestas”, para no herir las susceptibilidades no cristianas.
Pero como la Navidad es la celebración del nacimiento de Jesucristo, no importa entonces lo de “felices fiestas”, en medio de la parafernalia y la enorme carga de símbolos navideños acumulados a lo largo de 20 siglos.
Por supuesto que las actividades comerciales se reactivan en esta época, la derrama de billones de dólares en todo el planeta en este mes, supera a veces la de los restantes once meses anteriores. Hay países sin cultura participativa de navidad, pero en los últimos dos siglos y gracias al avance tecnológico de los medios de comunicación, en todo el planeta hay celebraciones; en algunas regiones solamente el año nuevo, pero en muchas otras, la Navidad también.
La religión es cultura y la cultura evoluciona, se moderniza, se adapta, se adecua y cae muchas veces en el vaivén del consumismo, del gasto innecesario y de la alegría pre-programada, al igual que la emoción, la nostalgia y el ruido que estas celebraciones conllevan.
El ser humano es de costumbres y muchas de éstas son tradiciones. Sin importar cómo lo celebremos, el arrastre mayor o menor que propicien, si somos pobres o no lo somos, algo nos toca siempre en el fin de año, aunque sea de caridad o de rebote, de vida privada o, en muchos casos, pública. Esta última en calles, plazas, iglesias, etc. pero algo toca a alguien generalmente.
Los ingresos extra en bonos y aguinaldos también permiten gastar un poco más; sin embargo la falta de conciencia en algunos, provoca gastos fuera del alcance de sus ingresos y el despertar al año siguiente con el golpe de las deudas, provoca todo lo contrario al mes de diciembre.
Regalar y recibir regalos es más usual en este último mes del año que en otras épocas y muchos de estos presentes marcan la vida de alguna manera: por eso la frase hecha común: “eso pasó en la navidad de 19…” ó también “fue un regalo de navidad cuando era pequeño” y otras variables similares.
La Navidad no la vivimos todos de la misma forma, es más para las épocas infantiles. De adultos muchos ya no son tan felices y solamente la derrama gigantesca en bebidas alcohólicas u otro tipo de estimulante artificial, los pone alegres….y es que en esas conmemoraciones, estar alegres pareciera una obligatoriedad. Pero no es así, cada quien sabe la carga de alegría o no alegría que lleva dentro.
Personalmente me fascina poner el nacimiento, no pongo árbol y las figuras de barro son todas de Ilobasco; no voy a fiestas, ni consumo bebidas alcohólicas. Voy a misa y ceno en noche buena y noche vieja, temprano a las ocho de la noche, en compañía del nacimiento, de los mejores recuerdos y las más grandes alegrías que Dios y la Vida me han dado y que guardo en la memoria; junto a quien, en la eternidad, mejor me ha podido acompañar. Rezo el Rosario y duermo tranquilo hasta las doce de la noche en que los vecinos me despiertan con esa desagradable y peligrosa tradición de quemar pólvora.
Durante el día llamo y me llaman por teléfono, recibo y mando correos electrónicos; visito a mi familia y veo películas. Soy muy feliz en esas fechas. Con mi propia dosis de felicidad, sin que robóticamente me hayan programado y para comprar me espero las ofertas de enero.
Diciembre me gusta más o menos, ¿ya pensó cómo y cuánto le gusta a Usted?
En diciembre vuelven a florecer los árboles de San Andrés, el paisaje es verde, y el clima deja los 34 grados de calor y se instala en los 16 por las madrugadas. El Salvador, después de todo, sigue siendo un hermoso país.