El Salvador
domingo 22 de diciembre de 2024

Washington y El Mozote

por Redacción


La verdad siempre se abre paso, como la luz en medio de la oscuridad más profunda.

Fui de las primeras en ver el mensaje escrito por el señor Ernesto Rivas Gallont, en su blog, titulado “La Masacre del Mozote. Pido perdón; no debí obedecer instrucciones” es un escrito corto donde señala que por presión de cuentas en twitter que le atacan y por una publicación del periódico El Faro, él decide hablar y pedir perdón por la decisión de negar en Washington, en su calidad de embajador de nuestro país, la existencia de esa masacre, negando ante periódicos de esa nación de manera enfática que el ejército de El Salvador, matara mujeres y niños.

Me llama la atención que don Neto, un personaje famoso en la política del país, con la trayectoria de ser el embajador nuestro en Washington durante toda la guerra civil, hombre de confianza, porque ese cargo me van a disculpar no se lo dan a cualquier “gato” además de ser crítico en al cual mucha gente le hace “la venia” entre ellos varios analistas, se decidiera a hablar 33 años después. Y sí, ya sé, que otros crímenes se han tardado más de cien años en ser aceptados, pero seamos honestos, si en realidad don Neto fuera tan honorable como nos lo venden al mínimo de sospecha de que ese hecho podía haberse dado no debió prestarse para encubrir semejante hecho.

En realidad me da cierta curiosidad que él dice que tuvo una pequeña duda, cuando él sabía el contexto en el cual estábamos viviendo en este país donde las masacres se daban a diario, por mencionar que en 1980, se masacró a una multitud en los funerales de monseñor Romero en plena capital frente a la catedral; en 1975 masacraron a cientos de estudiante universitarios, a diario aparecían hombres y mujeres torturados en diferentes puntos del territorio. Esta represión se trasladó de las ciudades a las zonas rurales donde se desarrollaría la guerra; es decir, bastaba tener dos dedos de frente para atar cabos que un contexto de violencia institucionalizada esto se podía dar y con gran certeza.

El Dr. Héctor Dada Hirezi renunció a la junta porque sabía de las atrocidades desde el Estado hacia y contra la población civil se seguían dando. No era necesario tener un aparato sofisticado de inteligencia que te brindara la información, bastaba con ver cómo eran disueltas todas las manifestaciones y con el tiempo estas acciones se recrudecían, desapareciendo opositores, sindicalistas, incluso sacerdotes, los que luego aparecían muertos de crueles torturas. La del doctor fue una decisión honorable: “No voy a legitimar a la junta y sus atrocidades”.

Entonces, por qué don Neto no lo hizo, y es más se quedó sirviendo en ese trabajo hasta 1989. Él reconoce que hubo una política de negar todos los hechos acaecidos en ese período y él formó parte, como lo veo yo, un cómplice necesario de cada una de las masacres que se cometieron, negándolas ante los gringos y legitimando al gobierno salvadoreño.

No es el tema del tiempo, ¡qué bueno! que aunque 33 años después pida perdón, lo malo es que lo hace redactando un par de líneas desde su computadora en un escritorio con aire acondicionado y cafecito desde donde hace su “mea culpa” y la tira a la redes sociales donde somos pocos los que tenemos acceso a la misma y no se remanga la camisa y le da la cara a los que sobrevivieron ese operativo en varios cantones de Morazán; ahí están los hijos/as de los masacrados por qué no les pide disculpas a ellos en persona.

La posición de don Neto de «sospeché pero cumplí órdenes» me recuerda a los juicios de Núremberg donde Hermann Goring niega que se hubiera dado el holocausto y su participación en “la solución final” casi al estilo de “yo sabía que existía Auschwitz y todos los campos de concentración para judíos, pero no sabía que los mataban, ni que para acelerar los asesinatos se inventaron las cámara de gas”. ¡Hombre! eso raya con el cinismo, el contexto era claro en esa época así como lo fue en la décadas de represión en nuestro país, los altos mandos y los cómplices necesarios, todos esos diplomáticos destacados en los diferentes países que negaron sistemáticamente todas las masacre, sabiendo cómo se las gastaba el gobierno con la oposición.

Y no es que pretenda crucificar a don Neto, por el contrario, simplemente me parece que ese primer paso debe avanzar en la dirección correcta y enfilar su “culpa” con los que merecen oír de su boca, sin intermediarios, que realmente se arrepiente y que además nos diga quiénes le pidieron mentir y por qué decidió quedarse representando al gobierno.

La Ley de Amnistía nos hizo daño y lo sigue haciendo, mientras no tengamos verdad, no habrá justicia y sin ella no llegaremos a la reconciliación.

Tampoco es que crea que solo las masacres generadas desde el Estado deban ser juzgadas; de sobra sabemos que hay otras muertes que deben ser esclarecidas, porque aquí todos los que son de esas generaciones tienen responsabilidades y deben asumirlas, tanto derecho tiene una madre de un cantón de saber quién y cómo y por qué mataron a su hijo como las madres, hijos/as y familiares de personas como Roberto Poma, Rodríguez Porth, el doctor Herrera Rebollo y otro montón de gente.

Esto lo aclaro porque cada vez que alguien escribe sobre juzgar los crímenes de guerra inmediatamente salen diciendo que uno solo quiere juzgar un lado de la historia, ese al menos, no es mi caso. Yo sí quiero saber quiénes fueron, cómo lo hicieron y por qué lo hicieron, quiero verlos juzgados y, como dice la UCA, aunque no vayan presos porque la edad no se los permite –nadie quiere ver un montón de viejitos presos- pero que sí reciban su condena moral y que todos/as sepamos la verdad, además y sin olvidar que las víctimas reciban su reparación ¿Es mucho pedir?

Tenemos una gran ventaja. Aquí no ganó nadie, por lo que no funciona la premisa “la historia la cuenta el que ganó la batalla”. Seguir ocultando y negando que esas situaciones se dieron con el estribillo “la sociedad y este país no están preparados” es un discurso del que se sabe culpable y no quiere reconocerlo, porque para él o ella, lo que hizo lo volvería a hacer y no siente remordimiento de ninguna índole, porque en su mente no cometió ningún crimen.

La verdad siempre se abre paso, como la luz en medio de la oscuridad más profunda y entre cielo y tierra no hay nada escondido, siempre hay un “yo lo vi”.