Es el final de 2014, el cantante Raphael tiene 71 años de edad y 55 de carrera en los escenarios, más de cien álbumes grabados, sobrepasa los 500 discos de oro y platino, y posee uno de los cuatro discos de uranio entregados en la historia de la música pop. Por más de cincuenta millones de discos vendidos en 1982, hoy lleva más de cien millones de ventas. Los otros tres discos de uranio se entregaron a Michael Jackson, AC/DC y Queen. Hoy la industria del disco agoniza a causa del virus de la tecnología actual. La del disco, no la de la música pop.
Sus conciertos duran todavía de dos a tres horas, lo idolatraron / y lo idolatran en más de cien países, incluyendo Japón, Rusia, Ucrania, Turquía, Israel, Egipto, Marruecos, toda Europa y América. En El Salvador ha cantado en varias ocasiones, la primera a finales de los 1970 en el antiguo escenario de El Poliedro. Los récords impuestos por él siguen y siguen.
La impresionante voz de tenor que en sus primeros treinta años era capaz de alcanzar cualquier tono, sobre todo en vivo, lo impuso en unas décadas llenas de grandes figuras europeas y americanas (de América continente, no únicamente de Estados Unidos), quienes también lo admiraron.
Lo acompañaron orquestas sinfónicas de más de cien músicos, lo dirigieron los mejores directores de la época y los compositores se pelearon por conseguir que les grabara algún tema.
Cuando conquistó América grabó canciones populares antiguas de México, Perú, Chile, Argentina, Cuba, Venezuela, etc. Universalizó La llorona y Zandunga, La flor de la canela, Duerme negrito, Sombras y una gran larga lista.
Pese a pertenecer a la aristocracia española, su esposa es hija del Marqués de Santofloro y nieta del Conde de Romanones, y sus tres hijos posibles herederos de algún título nobiliario, además de ser de las grandes figuras del canto en la época del Caudillo Francisco Franco, generalmente ha sido solidario con muchos.
Famosa es la anécdota del festival de Viña del Mar, mientras gobernaba Pinochet, en el que cantó varias canciones de Violeta Parra, entonces prohibidas por el régimen, las cuales ya había grabado y el público agradecido, no solo aplaudió sino que lo premió. Y es que al ser demasiado artista, los dictadores se molestaban, pero toleraban.
En la subcultura del espectáculo, se acostumbra llamar artista a todo aquel que trabaja en ella. Pero no todos lo son, no todos tienen talento y son productos desechables del mercado, los buenos duran mucho tiempo en cualquiera de las expresiones a las que se dediquen. Por eso sorprendió el enorme éxito de Raphael, era demasiado bueno dijeron los críticos europeos, le auguraron que no duraría mucho, sobre todo, después que participó en dos ocasiones en el famoso festival de Eurovisión y no ganó, ocupando séptimo y sexto lugar.
Muchos ganadores de festivales han sido olvidados o desaparecieron pronto de la escena, menos alcanzaron categoría mundial. Hoy, una de sus canciones con las que participó y no ganó, tiene una suma de más de veinte millones de visitas en Youtube, pese a ser de finales de los 1960. Se trata de “Yo soy aquel”, de su compositor más apreciado: Manuel Alejandro, y se han vendido más de veinte millones de copias también.
Indudablemente que el tiempo pasa y factura a la baja. La privilegiada voz ha perdido fuerza y en algunas canciones difíciles baja hasta tres o cuatro tonos en comparación a los tiempos de garganta desgarrada, entregándolo todo.
Pero quien tuvo también retuvo; la calidad se mantiene y con arreglos adecuadamente nuevos, sigue poniendo de pie al público que lo ovaciona sin cansancio, desde su fidelidad y valoración, además de la nostalgia. Es de los pocos que ponen de pie los teatros sin haber empezado a cantar.
Se llamó / y llama Raphael, hizo cine y se inmortalizó. Además teatro y televisión, mucha televisión. Hoy lo encontramos en las redes electrónicas como a muchos. Aunque él fue y es un inmenso artista del arte del canto, no sólo del espectáculo.
Y es que como dice su personaje en “Al ponerse el sol”, una de sus películas, los verdaderos artistas nacen muy de tarde en tarde. Una verdad universal.