A mis años, con mi conocimiento (no termino de aprender) y la experiencia acumulada en casi 40 años de convivir con lo ambiental, de estar en el mundo de la conservación (educación, capacitación, teórica, práctica, investigativa, comunicación por radio, tv, escrita, electrónica), hay cosas que me preocupan (a pesar de los avances tecnológicos, de comunicación, de nuevas investigaciones). Una de ellas es el alto desempleo y la falta de oportunidades para la juventud, para las generaciones futuras (ni que decir de los adultos mayores que aún tienen mucho que aportar). El desempleo conlleva a la desesperanza, a la violencia, las drogas, la desestabilización familiar. Conlleva a una pérdida de valores en la sociedad y a querer buscar las cosas fáciles (la desocupación es una mala consejera). La voluntad se quiera, los buenos valores y costumbres se olvidan por la desesperación.
Cuando miro jóvenes y familias sumidos en el desempleo, con niños o hijos jóvenes, y sin oportunidades de educación universitaria, vivienda digna, salud de calidad, etc. me pregunto en qué hemos fallado, qué estamos haciendo mal y si es oportuno, aduciendo razones ambientales, paralizar obras que traerán desarrollo a los pueblos y fuentes de empleo.
Nadie tiene que convencerme del equilibrio que debe existir entre el desarrollo y la conservación. Pero considero que se está abusando de la oposición a todo utilizando, como “chivo expiatorio” la ecología. Se están mezclando razones ideológicas, políticas y de otra índole, con factores ambientales, para paralizar una determinada obra. Y conste, me opongo a los chorizos y a malos manejos políticos a favor de una determinada obra. Y si la lucha debe darse ahí, pues la daremos. Pero no usemos lo ambiental, como apéndice, para oponerse a todo, sin tomar en cuenta que una parte del ambiente es el ser humano, al cual hay que brindarle oportunidades y calidad de vida presente y futura. En el mundo actual existe tecnología y conocimiento para enfrentar retos ecológicos que demanda una obra, por más compleja que esta sea.
Y me preocupa cuando observo a profesionales con empleo que reciben su jugoso salario mes a mes (y que muchos de ellos ahora se dicen ambientalistas ) y con todas las garantías sociales, oponerse a obras que pudieran alivianar la situación de aquellos que no tienen empleo fijo y digno. Y me molesta cuando veo a extranjeros, que disfrutan de las ventajas de este país, también meterse a oponerse por “razones ambientales” a determinados proyectos, cuando no han hecho nada por su país de origen, donde se han realizado grandes obras a costa del ambiente, o son los mayores contaminadores y consumidores de energía del mundo. Pero si nos vienen a predicar sobre conservación con una mentalidad de neocolonialismo ambiental. No quieren que nuestros países se desarrollen, cuando los suyos lo hicieron a costa de recursos naturales de su entorno y de nuestra naturaleza. Hipocresía ambiental le he llamado a esto.
He dicho y repito: “para qué árboles con hambre”. Creo que lo ambiental en nuestros pueblos pasa por lo social y económico. Si esas variables no las corregimos, seguiremos siendo “candil de la calle y oscuridad de la casa”. Seguiremos teniendo una ecología de exportación, de escaparate para el turismo internacional, porque el deterioro que vivimos en todas las agendas(incluida la verde), ya es preocupante. Nuestro entorno está deteriorado y no seremos carbono neutro nunca. Y a la par de ello el entorno social y económico nos enrumba hacia un abismo, a una muerte anunciada. Yo no quiero esta Costa Rica para las actuales ni futuras generaciones.
Definitivamente hay que replantear el concepto del desarrollo sostenible, de la conservación en Costa Rica, no para relajar las cosas y que todo el mundo haga lo que le de la gana; sino para adaptarla a nuestra realidad, a las circunstancias actuales .Hay que buscar el equilibrio.
Si el Canal de Panamá hoy se fuera hacer en Costa Rica se opondrían por razones ambientales. Si la torre Eiffel se fuera a levantar aquí también. Si fuéramos los Países Bajos y quisiéramos robarle espacio al mar para sobrevivencia no dejarían los ambientalistas, mucho menos construir el rompeolas que construyeron para prevenir los daños de las marejadas. Si hoy se quisiera sembrar caña, café y banano en forma extensiva como se hizo en el pasado, habría oposición por razones ecológicas. Si fuéramos China o Singapur, no se permitirían construir los puertos y aeropuertos y otras obras de infraestructura dentro del mar que se han construido allá. Si alguien quisiera construir el Taj Mahal en Costa Rica no se lo permitirían. Si se quisiera construir en Walt Disney en la zona sur, tampoco se podría.
Esto lo escribo con profundo sentimiento y dolor porque antes de ambientalista soy un ser humano, soy costarricense. Y no me gusta el rumbo por donde nos quieren llevar (nos están llevando).Creo en la naturaleza, creo en la conservación. Nadie tiene que convencerme de ello. Pero para mí el principal recurso natural a proteger es el ser humano.