Con el respeto que debo tener a algunos alcaldes, tengo que escribirlo: no encuentro una sola razón de altos quilates para creer que los concejos municipales no deban ser plurales.
Lo peor en este tema es que otra vez se partió el mar de Galilea. El FMLN defiende ese tipo de concejos y el resto lo adversa. Cuando eso pasa en El Salvador, el debate se enturbia y las soluciones son grises, parecen arrancadas de una novela gótica.
Decir que el país no está preparado para que en un concejo municipal estén representados los adversarios políticos, es realmente una chabacanada.
Si pensamos de esa manera, y creemos que antes hay que desmontar la polarización, los concejos municipales no serán nunca realmente democráticos.
Tengo la impresión que lo que realmente no se quiere es desmontar los cacicazgos. Algunos alcaldes se han convertido en verdaderos caciques que dirigen, a su exclusiva voluntad, los patrimonios públicos locales y hasta la vida y destinos de la gente.
Cuando alguien se siente un vicediós del Olimpo, se siente mal que otros les escruten sus actos. El problema es que no terminan de entender que no son vicedioses hechos y derechos. No se convencen que las dificultades nacen en ellos mismos.
También sospecho que el peor miedo lo tienen los alcaldes que se reeligen: los que llegarían y no son puestos por ellos, los convidados de piedra, podrán revisarles las cuentas y la totalidad del pasado financiero a la alcaldía, cualquiera que sea el color político.
Pienso que por ahí transita el mayor temor de los alcaldes que quieren reelegirse y se oponen a la democratización y pluralismo de los concejos municipales.
El lío es que, quizá, más de uno tendrá que decir lo que dijo un alcalde español cuando lo pillaron robándose hasta la imagen de la Virgen: “en matemáticas no hay pecados sino errores”. Lógicamente acabó en la cárcel con todo, incluyendo a su secretaria.
Hay que aclarar: no todos son ladrones. No es razonable generalizar. Hay quienes tienen genuinas posturas para creer que no lograrán entenderse con adversarios políticos.
Pero eso es un vacío que se llena con más cultura democrática. Los problemas de la democracia se eliminan con más democracia. Y eso pasa por comprender que los partidos políticos y los alcaldes entiendan que debemos ser como deberíamos ser, y que los concejos que manejan no están atornillados a la realidad.
Yo no tengo dudas que los concejos municipales plurales representan un paso adelante en la democratización y en la modernización del Estado.
Ese tipo de concejos elevan la representación ciudadana y fortalece la transparencia.
En el fondo, los alcaldes ya no podrán escuchar sólo a sus amigos pagados y sentados que tienen en el concejo municipal. Y le tendrá que dar cuentas no sólo al gerente financiero que se sacó de la manga como hechicero moderno. Tendrá que rendirle cuentas a todos los que estarán ahí representados.
Los alcaldes que se oponen a la elección de concejos municipales plurales tendrán que seleccionar otras excusas para detener el cambio. Las que usan no sirven. No son defensas que pueden entrar el mercado de consumo, con IVA incluido.
Que si se muere un regidor no se sabe como rellenarlo, que nos vamos a agarrar a putazos, que a fulano de tal no lo puedo ni ver, que no hay forma de ponernos de acuerdo. Perdónenme pero esas son excusas de tenderete municipal que no contribuyen, en absolutamente nada, a fortalecer el debate democrático que es lo que verdaderamente debe importar.
Hay momentos en que la gente se cansa de arañar la libertad y hasta la democracia que tiene. Se necesita compartir nuevos espacios, ideas y acciones con opositores. Si el lío es que sentirán que se metieron haraganes contrarios a la casa, hagan todo lo que sea necesario para disfrutar la paz de los vencidos.
Si esta transición significa algo de empalago o producirá que le rompa una muela a un contrincante, pues terminen de arriesgar hasta sus meniscos y tibias sobre el césped. Alguna vez la democracia les reconocerá que los entendimientos entre el poder, por pequeños que sean, deben nacer desde abajo. Las canonjías y favores ya no sirven cuando un concejo municipal verdaderamente decide ir al paso de un Estado moderno.