El fenómeno cultural popular sucede en todos los mercados, pero el Central de San Salvador posee 10 edificios extendidos en aproximadamente cuatro manzanas en las que se pueden encontrar toda clase de productos de uso y consumo cotidiano; muchos de los cuales ya solamente se encuentran en estos lugares.
Las cifras de los puestos fluctúan entre los seis mil y ocho mil, a los que se sumaría otro tanto de informales, ubicados entre el boulevard Venezuela y el templo de El Calvario. Es el mercado de tipo popular más grande de toda la América Central.
Los centros comerciales modernos y los supermercados cumplen su función en la sociedad de consumo que hoy campea. Los mercados antiguos cuya prosapia alcanza los 10,000 años en Fenicia y Sumeria, son los ancestros de los mercados actuales; los que albergan las tradiciones y que, pese a que los quisieron desaparecer, por diversas razones, están hoy más vivos que nunca.
Convertidos en guardianes y mantenedores de la cultura popular, no necesitan de antropólogos, sociólogos, directores de museos o profesionales de similar conocimiento para ser dirigidos o para difundir la cultura nacional. Iniciamos con la gastronomía; en la que la comida salvadoreña se manifiesta de manera prolija y esplendorosa, ya sea en guisos, sopas, bebidas, carnes, pescados, flores comestibles (izote, pitos, loroco, pacayas, shufles, ayote), atoles, postres (muchas frutas en miel de panela), tamales de todas las formas e ingredientes conocidos, entre otros.
Apartado propio merecen la enorme variedad de pupusas con incontable cantidad de ingredientes y mezclas de éstos, además de los encurtidos de diferentes tipos y vinagres. Baratas y no tanto, no hay pupusas como las del mercado Central.
Según la época del año así es la cantidad y calidad de las frutas que se pueden encontrar, las comunes de antes, ahora rarezas como los caimitos, las manzanas rosas, zunzas, cincuyas, los icacos, matasanos y las muestras criollas llamadas “indias” para contrarrestar las industrializadas o las transgénicas como los mangos, naranjas, limones, aguacates, piñas, tomates, guineos, y otros llamados indios para sentirlos nacionales (muestra de identidad cultural nacional) y no los cultivos locales de importados que les dicen “de clase”.
Escobas de palma y yerba amarga, comales, platos, jarrillas y ollas de barro y metal trabajados artesanalmente, lazos y productos de henequén, sombreros, medicinas “naturistas”, veladoras y candelas de todo tipo y para toda actividad, desde la veneración a Dios hasta las utilizadas para hechicerías y otros productos para elaborar artesanías y trabajos en las escuelas y en el hogar.
La religión se manifiesta por todas partes dentro del mercado y fuera. La venta de cruces de palo de jiote en mayo a lo que se le agregan los adornos respectivos. Las flores naturales y artificiales en muchas fechas de celebración y conmemoración como el día de la madre, de los difuntos o de navidad, entre estos últimos, los muñecos para los nacimientos.
Los más de 30 altares al Sagrado Corazón de Jesús patrono de los mercados, los dedicados a la Virgen María y la media docena de capillas y las misas de los miércoles y jueves son parte de la dedicación de los vendedores y compradores del mercado Central, a las tradiciones patrimoniales religiosas.
Podemos encontrar muchas más expresiones culturales: vestidos de quinceañeras, de bodas, folklóricos para los escolares y la vestimenta de hombres y mujeres, los coloridos y encantadores delantales femeninos, sin olvidar por supuesto, el particular y florido lenguaje que va desde el más amable al más tremendo si se enojan.
Muchos salvadoreños vamos a los mercados, en especial al Central; muchos otros ya no, prefieren el “súper” o la tienda. Algunos otros van de vez en cuando por la nostalgia de su niñez o de su lugar de origen que no es la Capital. ¿Usted va?, ¿Usted no ha ido nunca?, ¿Cuándo fue la última vez que lo visitó?
¿Conoce el mercado Central? La cultura no sólo son las Bellas Artes, las cuáles han sido mi vida y lo seguirán siendo, pero disfrutar de la cultura popular es también fundamental.
El mercado Central se ha vuelto un gigantesco museo, muy vivo y muy interactivo. Un sitio mayor para el mantenimiento de tradiciones e identidades culturales salvadoreñas.