El Salvador
miércoles 15 de enero de 2025

El Ferrocarril, una apuesta estratégica

por Redacción


Observemos lo que nuestros vecinos ya están haciendo en términos de grandes y competitivas inversiones hacia futuro. Seamos visionarios y no nos quedemos a la zaga.

Pocos tienen todos los elementos para juzgar si fue o no una decisión correcta dejar “morir” el sistema ferroviario del país, pero lo cierto es que en aquel entonces este servicio era una salida alterna al transporte terrestre de carga y pasajeros.

En nuestros días, escuchamos a economistas, expertos y funcionarios públicos buscar la forma para reducir la importación de combustible y establecer medidas alternas de conectividad que le den sostenibilidad social y económica al país, por cuanto es sabido que una de las formas de acelerar el crecimiento económico de un país es establecer vías de comunicación expeditas y sistemas de conectividad entre territorios.

Ninguna mejor como el impacto que tendría la reactivación del ferrocarril de pasajeros y carga, moderno, eléctrico, trans centroamericano y/o biocéanico.

En el seno de la Comisión Ejecutiva del Proyecto Mesoamérica, El Salvador propuso desde hace varios años la iniciativa de establecer el proyecto de interconexión terrestre entre los países mesoamericanos con el restablecimiento del ferrocarril, tomando en cuenta los antecedentes de estudios ya hechos que demuestran que el ferrocarril no sólo es factible, sino que puede darle a la región alternativas viables y sostenibles para reducir los costos de operación del pasaje de carga y pasajeros, y ser un coadyuvante en la reactivación del tejido económico y social centroamericano.

¿No le gustaría a usted tener menos tráileres y camiones entre San Salvador, La Libertad, Sonsonate, San Miguel, Santa Ana, La Unión y en general en nuestras carreteras? ¿No será más barato para el mantenimiento de las carreteras? Menos accidentes, menos contaminación, una estrategia más viable en miras de reducir las emisiones de carbono, el ruido en las ciudades, el tiempo recorrido o la tramitología inútil en las fronteras.

La ecuación es muy simple: ¿cuánto tiempo tarda un camión con mercancía entre Panamá y Guatemala? 3 días, a 15 kilómetros por hora promedio si bien le va; ¿cuánto tarda el mismo camión en cubrir la misma distancia entre Washington y la Florida? 20 horas a un promedio de 90 kilómetros por hora.
Algunos financistas y economistas pensarán de inmediato que eso no es rentable. Claro, si se toma en cuenta únicamente la inversión en el ferrocarril (nuevas máquinas, vía férrea y líneas de transmisión eléctrica) versus tarifa de transporte, puede que sí. Pero un proyecto como este, también debe considerar su costo versus el beneficio.

Sólo reducir la importación de combustible tendría un impacto directo en la reducción del gasto del Estado. Esto implica una disminución automática en el déficit fiscal. Al tener una menor necesidad de flujo de efectivo para pagar a otros países este gasto, el gobierno tendría que emitir menos bonos en el mercado bursátil, reduciendo así la presión al alza en las tasas de interés.

Tendría un efecto sensible en el crecimiento económico sostenible, abriendo diversas fuentes de empleo para la población y generando un competitivo sector; apostar e invertir en dicho sector sería muy atractivo y con ello la generación de divisas y el aumento de los ingresos del Estado.

Nuestro país puede conectar por ferrocarril dos océanos, aprovechando el impulso que Guatemala y Honduras quieren darle a este modo de transporte. Al tener operativo el Puerto de La Unión, transitarían entre el triángulo norte de Centroamérica muchos contenedores de mercancías por el tráfico que se genera hacia los puertos del Atlántico y el Pacífico, lo que sería benéfico para la utilización y aprovechamiento del transporte internacional multimodal.

Esta apuesta debe ser una estrategia nacional de competitividad, pero en especial de estrategia económica. Habrá quienes digan que no conviene, ya que entre otras cosas, el Canal de Panamá seguirá siendo más barato para el comercio y los servicios, pero de ser así, nunca se tendrá la oportunidad de diseñar y ejecutar políticas propias; se estará siempre a la decisión de otros para las soluciones, aunque no sean salidas que beneficien directamente a nuestros pueblos o nos hagan más competitivos.

Si se quiere avanzar decididamente, hay que asumir el compromiso en inversiones de carácter estratégico, con grandes plazos para recuperarla y con los riesgos de afrontar escenarios futuros de cierta incertidumbre. De lo contrario, es seguir con las mínimas inversiones, arriesgando poco, pero también creciendo poco o nada.

Las empresas telefónicas afrontaron el desafío con decisión y produjeron un salto tecnológico que incrementó su negocio. Quizás en el campo ferroviario deba tomarse una decisión similar, para que en el futuro escenario, el ferrocarril sea el eje del transporte terrestre, y un buen negocio para todos.

Observemos lo que nuestros vecinos ya están haciendo en términos de grandes y competitivas inversiones hacia futuro. Seamos visionarios y no nos quedemos a la zaga.