El Salvador
miércoles 15 de enero de 2025

El Salvador: violencia, guerra y paz

por Redacción


En El Salvador el uso de la nomenclatura que recuerda la paz es diario, cotidiano, constante, permanente; sin embargo nos ha costado y nos cuesta pasar del dicho al hecho.

Filósofos, sociólogos, escritores, psicólogos, antropólogos, poetas, y en general casi todos los nacionales en la plática popular, han afirmado en reiteradas ocasiones que la sociedad salvadoreña es una sociedad violenta por naturaleza.

Pero, ¿es la raza humana violenta por naturaleza? Porque está claro que en todas las sociedades se dan manifestaciones y expresiones de este tipo, ya sea la más atrasada o la más civilizada.

Hoy, con los veloces medios de comunicación electrónicos, nos enteramos rápido de lo que pasa en todo el mundo y observamos que la violencia de todo tipo está presente en todo el planeta.

Y la inteligencia, ¿debería ayudarnos a entender el fenómeno? ¿A comprender que la paz es un valor superior? ¿Que fuéramos capaces de vivir en paz?

Los especialistas constantemente hablan de una paz negativa, cuando sólo se refiere a la ausencia de la guerra y posteriormente mencionan que la paz es positiva cuando se convierte en una cooperación entre los humanos, al mismo tiempo que en un cambio social no violento dirigido a la creación y construcción permanente de una sociedad más equitativa y justa. Entonces, ¿por qué se vuelve el asunto tan complicado en grado tal que las milenarias sociedades no lo han alcanzado a la fecha?

Erasmo de Rotterdam, holandés, dijo que la paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa y el español Juan Vives afirmó que la primera condición para la paz es la voluntad de lograrla.

En El Salvador el uso de la nomenclatura que recuerda la paz es diario, cotidiano, constante, permanente; sin embargo nos ha costado y nos cuesta pasar del dicho al hecho y los fanatismos, las frustraciones, las ignorancias, las agresividades, las ofensas gratuitas (sobre todo en las semianónimas “redes sociales” y los llamado trolles) también son cotidianas y permanentes y, es evidente, abonan a la violencia y a la ausencia de la paz.

Obviamente muchos no se dan cuenta a causa de la obnubilación que propician los elementos negativos ya mencionados. Así hemos mencionado que la paz es la no guerra o la ausencia de ella, pero también debe serlo en relación a la violencia de cualquier tipo.

Veamos algunos ejemplos de la nomenclatura en cuestión: Uno de los catorce departamentos de la República se llama La Paz, otro se denomina La Unión y otro más, La Libertad.

El río que marca geográficamente la actual frontera con Guatemala se llama Paz. La otrora ruta de la guerra civil en el departamento de Morazán, se denomina en nuestros días: Ruta de la Paz y se promueve turísticamente; la ciudad capital de la República tiene La Plaza del árbol de la Paz, ubicada en una de las avenidas más amplias de la América Central: la de los Próceres.

“De la paz en la dicha suprema, siempre noble soñó El Salvador”, dicen los versos de nuestro himno nacional, desde hace 135 años.

La advocación de la Virgen María,  para el Vaticano y los salvadoreños la copatrona nacional, ubicada en la catedral de la ciudad de San Miguel, se le ha llamado: Nuestra Señora de la Paz.

Durante la misa se nos hace un llamado a darnos la paz que Jesucristo nos dejó, aunque no nos conozcamos lo hacemos con los más cercanos al lugar en que nos ubicamos en el templo.

También la monumental plaza conmemorativa de la firma de los acuerdos de paz de 1992, ubicada en los límites de San Salvador y San Marcos,  la cual ostenta la no menos monumental escultura elaborada por el gran artista salvadoreño Rubén Martínez, se llama del Cristo de la Paz.

¿Y entonces, pues?