El Salvador
miércoles 15 de enero de 2025

Café con pan

por Redacción


Tomemos café solo, con azúcar o sin ella, con leche, sin leche, con pan, galletas, pastel u otro postre, disfrutemos del que ahora, todavía, es un producto nacional por excelencia.

No es verdad que el Capitán General Gerardo Barrios introdujo el café en nuestro país. Intuitivo y bien asesorado, se dio cuenta de que la industria europea, en particular la alemana, ya no utilizaría los tintes naturales y el añil dejaría de ser un producto valioso para la exportación y la economía de El Salvador.

Se dio cuenta, además, que había que hacer algo y que el consumo del café iba en aumento en Estados Unidos y Europa, los cuales eran los principales mercados salvadoreños.

Comenzó a probar el cultivo en sus propiedades e incentivó a otros terratenientes a hacerlo. Resultado: El Salvador se convirtió en un exportador del grano para la clásica bebida y la grandeza de la infraestructura y desarrollo del siglo comprendido entre 1860 y 1960, que poseímos, pese a los terremotos, las guerras con Guatemala y la voluble situación política, superaba con creces los tres siglos del añil.

Tomar café se volvió una costumbre nacional y marcó la entonces nueva identidad cultural de la joven nación. Las tradiciones no son estáticas, son dinámicas y evolucionan de tanto en tanto; son cultura y esta también evoluciona a la vez que se mantiene su esencia.

Los salvadoreños y muchas personas en otros países tomamos café. Para nosotros forma parte de la particular cultura popular gastronómica y de uso social. Ofrecemos la bebida como cortesía y la aceptamos por la misma razón. Eventualmente algunos lo rechazan por la hora o porque no lo consumen, pero la gran mayoría sí lo bebe.

El que disfrutamos después del almuerzo, sobre todo entre las dos y las tres de la tarde, es el que nos marca. Usualmente lo acompañamos con pan dulce, de la variedad que sea: semita alta o baja (pacha) de piña o, mi favorita, con miel de panela y si se parece a las exquisiteces de Chalchuapa, mucho que mejor, eso incluye la quesadilla, el marquesote, la torta de yema y los salpores. Igual puede ser cualquier pan que nos guste.

En nuestros días la industria restaurantera ha llevado el consumo de café a categorías llamadas “gourmet”. No cabe duda que son deliciosas, pero resulta que no es menos gourmet el café del mercado, de las pequeñas cafeterías, y de las pupuserías. Además del que se aprende a elaborar en nuestras casas; hay muchas amas de casa que lo preparan mejor que en los restaurantes.

Antiguamente, y parece que en algunos lugares todavía, se elaboraba un café de maíz tostado y molido. Decían que era el de los pobres, pero también lo consumían muchos que no lo eran, en algunos mercados todavía se puede encontrar, al igual que en las zonas rurales. Cuestión de gustos. También había unas mezclas de café tostado con maíz y/o canela, etc.

En nuestros días también se llevan a cabo concursos de expertos en la preparación de diversos tipos de café, “baristas” les llaman y les dan premios y todo. Ellos preparan el café gourmet y en sus lugares de trabajo también se venden galletas, pasteles, piezas de pan y otros productos.

Indudablemente que no importa el lugar de trabajo o de vivienda que ocupemos, todos tomamos café, a cualquier hora y procurando respetar el café de la tarde.

Nos hace salvadoreños también y consumimos uno de los mejores cafés del mundo, “otros suaves”, lo califican los mercados importantes para indicar que tiene gran calidad como el colombiano, brasileño y árabe.

Es la cultura del café, la que va desde su cultivo, cosecha, envasado y el preparado para consumirlo. También hay productos solubles de diferentes calidades, que son apreciados por igual.

Tomemos café solo, con azúcar o sin ella, con leche, sin leche, con pan, galletas, pastel u otro postre, disfrutemos del que ahora, todavía, es un producto nacional por excelencia.

¿Gusta una tacita de café?, ¿con cuántas cucharaditas de azúcar?, ¿con pan dulce?