El Salvador
viernes 10 de enero de 2025

La inseguridad es temor y dolor de cabeza en ciudades brasileñas

por Redacción


Parte del problema para los brasileños es que los asaltantes saben que a Brasil llegarán, por la copa mundial de fútbol, más de 600 mil visitantes, y que por eso tendrán una “carnada” más grande para salir a pescar los bienes ajenos.

Fácilmente se percibe. Los brasileños prefieren no decirlo abiertamente. Parecen anfitriones de cientos de miles que sienten un tanto de vergüenza cuando hablan de ese tema. Pero, cuando se pasan los días en Brasil, los habitantes de este país terminan aceptándolo: están aterrorizados ante la inseguridad.

De vuelta en Río de Janeiro −y aunque no puedo mirar otro partido de fútbol porque todavía no puedo comprar una nueva entrada al Maracaná a un precio verdaderamente cristiano−, comienzo a tener la percepción que los brasileños están más asustados de lo que creía.

“Hace un mes me asaltaron. Me robaron todo. El teléfono. La computadora. Se llevaron todo. Me asaltaron unos jóvenes de unos 16 años con pistola en mano. Así me ocurrió a mí. Lo mismo les ha ocurrido a todos mis amigos. Estamos aterrados. Asustados, desde hace mucho rato”, dijo un obrero de unos 25 años.

Parte del problema para los brasileños es que los asaltantes saben que a Brasil llegarán, por la copa mundial de fútbol, más de 600 mil visitantes, y que por eso tendrán una “carnada” más grande para salir a pescar los bienes ajenos.

Entonces, muchos sienten las calles de ciudades como Río de Janeiro, Fortaleza o Recife como un campo de batalla entre ladrones y visitantes y que lo mejor es que ellos no aparezcan ahí.

“Los ladrones tienen apetito. Pero, lo mejor es no estar donde ellos metan los cuchillos”, dijo una mujer de unos cincuenta años vecina de Fortaleza, una ciudad habitaba por unos cuatro millones de habitantes.

Y en estas ciudades no sólo asaltan los hombres: también las mujeres que caminan por las calles de dos en dos. Muchas de ellas son prostitutas en busca de dinero. En la ciudad de Fortaleza mandaron a un alemán al hospital porque no les quería dar un valioso bolso. Al pobre hombre lo acuchillaron y eso encendió las alertas en Fortaleza.

Todo eso ocurre a pesar de que en la mayoría de las ciudades donde se juegan los encuentros del mundial de fútbol los vigilantes policiales y militares se han triplicado.

El número crece no sólo para evitar asaltos o lesiones para los turistas, sino también para detener a nutridos grupos de manifestantes que se han lanzado a protestar en las calles por las inversiones públicas en las construcciones de estadio o el mejoramiento de los que existían.

Incluso, en los periódicos de las principales ciudades brasileñas se publican informaciones que ponen los pelos de punta.

Una de ellas reseña que el ingreso de drogas a Brasil, que proviene desde Colombia, Bolivia, Perú o Ecuador, se ha intensificado desde el arranque del campeonato mundial de fútbol. También se habla del alza de la entrada de armas y hasta del contrabando de muchos productos como cigarrillos o bienes suntuarios.

Todo eso, sospechan algunos, aumentará la criminalidad. Por eso en los hoteles de todas las ciudades sedes del mundial están colocando rótulos y mensajes en los que se dan consejos a los turistas.

Por ejemplo, la peor tontera que puede hacer un turista en Río de Janeiro, Recife o Fortaleza es cargar un maletín de mano, estuches con cámaras valiosas o abultadas billeteras.

Poco a poco los turistas están comenzando a tomar consciencia que se deben cuidar y que deben abrir los ojos más de la cuenta.

Entonces, se podría estar produciendo un extraño fenómeno en las ciudades de Brasil. Los pobladores nativos no quieren salir. Los turistas están aprendiendo a comer en los hoteles y se rehúsan a salir de fiesta a las calles.

Los “fan fest” −centros de fiesta en las playas construidos por la FIFA− se están vaciando de gente. El recato y los cuidados adicionales se están convirtiendo en conductas de turistas que cada vez escuchan más consejos de los pobladores nativos en el sentido de que cuiden sus patrimonios.

Incluso, en Río de Janeiro se escuchan las versiones de muchos turistas centroamericanos a quienes les han robado billeteras, anteojos y muchas otras cosas en el propio y famoso Cristo de Río de Janeiro.

Los delincuentes brasileños lo saben: el mercado de personas a quienes pueden arrebatarle parte de su patrimonio ha crecido en todas las grandes ciudades. Por más refuerzo de las autoridades, poco puede hacerse cuando se trata de un robo o un asalto. Eso lo saben los turistas.

Libreta de apuntes

a. Los sitios oficiales de la FIFA donde venden souvenirs del campeonato mundial se están quedando solos. Los precios de los objetos que vende la FIFA son altísimos. Una camiseta oficial cuesta más de $100. Una imagen del muñeco símbolo del mundial cuesta $80 dólares. Lo más barato son llaveros de seis u ocho dólares. Asimismo, una botella de vino envasada por la FIFA vale más de $25.

b. De todos los países que compiten en Brasil, Japón ocupa el primer lugar en la lucha contra la mortalidad infantil (dos niños nacidos por cada mil recién nacidos). También Japón es el país con menos homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes (0,3). Rusia es el país más alfabetizado (99,7 por ciento) y Corea del Sur con menor tasa de desempleo (3.2 por ciento). En Índice de Desarrollo Humano Australia lleva la delantera.

c. Argentina es el único que tiene en los aeropuertos despachos para atender a los nacionales de su país. Los restantes turistas están a la buena de Dios. Los agentes diplomáticos ni se asoman a preguntar por ellos.

d. Los periodistas brasileños, italianos, ingleses y otros andan detrás del costarricense Joel Campbell, quien después del juego entre Costa Rica y Uruguay, se ha convertido en una verdadera figura. Con sólo 21 años han comenzado a lloverle nuevos contratos. Su ficha pertenece al Arsenal de Inglaterra pero juega con Olympiakos de Grecia.