El Salvador
jueves 2 de enero de 2025

Los días negros

por Redacción


Echar la culpa a las pandillas es casi tan fácil como echarla al gobierno de turno, es fácil porque unos disparan y otros aprovechan los efectos de esa bala para su candidatura, para su tregua, para criticar al gobierno de 20 o de 5 años, para distraer de la corrupción generalizada, de la institucionalidad debilitada.

En lo que va del año, han muerto al menos 25 personas en el municipio de Mejicanos: Adonay, Nelson, Elmer, Irma y José Leonel han sido las últimas víctimas de… ¿las pandillas? En el país nos gusta ver todo en blanco y negro: buenos o malos, derecha o izquierda, Real o Barca, pandillas o ¿nosotros/as? Los grises no salen en los periódicos, los grises son muy confusos para publicarlos. Las personas nos creemos buenas porque estamos de este lado, del lado donde no hay pandilleros en nuestra mesa, en nuestra casa, al lado de nuestra casa. Pedimos muerte al pandillero que mata, pedimos quemar las cárceles que alojan 28 mil personas desde la bondad de nuestros corazones.

Después de un “viernes negro” que deja a más de 30 víctimas directas y varias decenas de familiares de esas víctimas olvidadas, la población habla de paz, habla de terminar con las pandillas, habla de orar por el cese a la violencia, repite las palabras gastadas y frases hechas que vienen de sentirse del lado de la gente buena. Echar la culpa a las pandillas es casi tan fácil como echarla al gobierno de turno, es fácil porque unos disparan y otros aprovechan los efectos de esa bala para su candidatura, para su tregua, para criticar al gobierno de 20 o de 5 años, para distraer de la corrupción generalizada, de la institucionalidad debilitada, para ganarse puntos en los nuevos puestos de gobierno, para ganar pleitos de Twitter, usar camisetas con frases estúpidas o tirar dinero en campañas que refuerzan esa idea de lo blanco y lo negro. Lo cruel es que todo sigue igual: nuestros[i] grandes “intelectuales” siguen peleándose en los programas de entrevista, siguen creyendo que su idea es la mejor, que su postura es la correcta, que el otro es el malo. Nuestros funcionarios seguirán trabajando para sí mismos, para aumentar sus lujos y mantener el poder por más años.

Mientras, los homicidios seguirán sumando, seguiremos contando cada día, y cuando un día nos salten 30 de nuevo, entonces volveremos otra vez a nuestras frases hechas, la gente seguirá pidiendo cárcel o quemar a pandilleros, seguirá intacto el viejo sistema de crear un enemigo para que las energías de un pueblo sigan enfocados en él. Hasta que nos empecemos a preguntar de dónde vienen tantas armas de fuego, quiénes controlan el negocio de la vigilancia privada, a dónde se van tantos fondos de los países “cooperantes” que invierten (nunca antes mejor dicho, invierten) en un país para contribuir a su fortalecimiento, a quién le conviene mantener a jóvenes pobres matándose entre sí, por qué cada paso que se da por la paz termina pareciéndose a una estrategia más para causar miedo, odio, distanciamiento entre los “buenos” y los “malos”.

Y lo jodido es cuando se está en un lugar gris, sin saber muy bien cómo se llega ahí, donde se vive bien pero se viaja a Mejicanos cada día con la intención absurda de librar de la violencia a unos cuántos jóvenes, a esos a los que les gusta el break dance, el graffiti, ver su Facebook y colgar fotos con sus amistades, pero que van a escuelas públicas donde les registra un policía para entrar, donde se “brincan” a jóvenes en los baños de las escuelas, donde en su casa el vecino es de la MS, pero que saliendo del pasaje se está rodeado de 18, donde debe decidir a los 15 años dónde están los límites de la violencia a partir de la pandilla en mi comunidad, de las vergueadas de la familia, de los castigos de la maestra, a partir de una cultura hipócrita que vende lo bueno y lo malo sin admitir nunca que no conocen dónde termina uno y dónde empieza lo otro. Cuando se vive absurdamente creyendo que aún se puede hacer algo, no por el país sino por dos, con suerte tres jóvenes, cuando los viernes negros son los días malos en el trabajo, porque un chico que estaba en tal grupo juvenil fue asesinado mientras trabajaba en la panadería, porque una joven fue violada por quién sabe cuántos, porque otro desapareció desde hace ya tantos meses… cuando se empieza a ponerle rostro a esa violencia generalizada y se contrasta con las novelas que dan cada día en los noticieros, en los periódicos y en cada plenaria de la Asamblea Legislativa, ya las frases que se alzan por la paz parecen tontas y ridículas, porque se tiene la certeza que una sociedad distinta nunca vendrá desde arriba y con frases hechas de quienes se creen por encima de toda maldad. Se sabe que esos dos jóvenes que se salvan (con suerte tres), en un municipio donde cada día muere alguno, siempre van a valer la pena entre un mar de grises que cada día cuesta más distinguir, porque se olvida que todos los días son negros en nuestro país.

 


[i] Hablo en masculino con total intención, solo hay que ver los espacios de entrevistas y los nuevos nombramientos del gobierno entrante para darse cuenta que ese no es un espacio para las mujeres, donde siguen sin interesarse por que las mujeres aporten (y sí, esa es otra de tantas violencias).