En El Salvador, el paisaje urbano de ciudades grandes y medianas, hoy día hasta de poblaciones pequeñas, está saturado de una gran cantidad de elementos que tendrían que desaparecer para tranquilidad visual y espacial de los ciudadanos.
La rotulación de los comercios, el exceso de vallas gigantescas publicitarias impresas y electrónicas, más los exagerados y malamente brillantes colores utilizados, causan un terrible estrés por la falta de espacio amplio y abierto, a quienes manejan vehículos automotores y a los peatones. Las personas no se dan cuenta, pero muchos estudios nacionales y extranjeros lo comprueban.
Antes, con el progreso que proporcionó la energía eléctrica, el telégrafo y el teléfono, las ciudades, incluso las más grandes del mundo, fueron inundadas de postes, pero con bastante control y sin mayor afectación de los espacios urbanos.
En los países avanzados muchos cables de estos servicios fueron situados bajo tierra y no eran tantos. La amplitud y liviandad de las calles, avenidas, plazas y parques no se veían afectadas. Tampoco los ciudadanos.
Hoy, en 2014, el paisaje urbano es despreciado por autoridades y empresas de electricidad, publicitarias y telecomunicaciones; así tenemos una cantidad de postes que oscila entre 6 y 22 por cuadra, según investigación personal en varias colonias y el centro histórico de San Salvador; incluyendo ambas aceras de la calle, éstos se han visto sobrecargados de cables por el aumento de servicios de televisión e internet, además de los anteriormente considerados como tradicionales, pero como son varias empresas y cada una tiene su cableado, entonces el número creció en terrible telaraña.
Los árboles ornamentan (¿ornamentaban?) las zonas verdes de aceras, de éstos no siempre se han sembrado los adecuados sino los que le gustan a los propietarios de los inmuebles, los que se reciben en donación o los que poseen las alcaldías.
Otros crecen silvestres, lo que aumenta la variedad. Ahora se podan sin misericordia y sin ningún cuidado, de tal manera que no provoquen problemas a los cables, evidentemente pueden provocar tragedias, pero sucede que se presentan de manera deformada y a muchos se nos olvida que son seres vivos, mueren o padecen de tanto podarlos.
Así, podemos apreciar en miles de kilómetros de calles, avenidas y carreteras de todo el país, árboles sobrevivientes en forma de uve (v) o de la antiguamente llamada i griega (ye), otros en forma de arcos, ya que se podan solo de un costado, algunos otros nunca los dejan crecer y más o menos los cuidan, pero todos pierden follaje y ramaje, evidentemente me refiero a todos a los que les tocó estar en el camino de los postes y los cables que son los elementos que condicionan la nueva “hechura” de los árboles, privilegiando la mencionada telaraña gigantesca de postes y alambres.
Si se siembran o nacen en el camino del cableado exterior y sus postes, que fueron alguna vez de hierro o madera de agradable presencia; pero que ahora son de concreto, feos y sin diseño decorativo, ya les tocó la tortura.
También desaparecen cuando las zonas verdes se vuelven estacionamientos pavimentados o encementados para vehículos, pero los postes siguen presentes.
Podría pensarse que es innecesario ocuparse de temas como éste, pero las consecuencias en el sentir de las personas que no se dan cuenta, es en extremo peligroso ya que aumentan el malestar que causan el ruido, la contaminación por quema de hidrocarburos, la basura, y la visual de tanto anuncio bayunco que abunda por toda clase de vías, pero los árboles heridos, mutilados, maltratados por el “progreso”, son los que más duelen; además, pese a todo y con dignidad y gallardía, siguen haciendo su función en la atmósfera y en la tierra.