En nuestros días generalmente se piensa en vacaciones alrededor de este tiempo sagrado para la Iglesia. En Iberoamérica por lo menos es así. En las regiones anglosajonas, africanas y asiáticas no sucede de la misma manera. Si son áreas cristianas, éstas celebran en los templos y en sus casas, porque sin importar la situación vacacional, el calendario litúrgico lo cumple todo católico a causa de su universalidad, esté ubicado geográficamente en donde esté.
Pero nos interesa El Salvador: tradiciones, cultura, gastronomía, participación ciudadana, misticismo, ascetismo, religiosidad y, pero por supuesto, playa, montaña, mar y salir de su lugar de residencia a otros países y/o sus poblaciones de origen (los que pueden, tienen y quieren). Todo coexiste, según criterios, valores, fondos monetarios y ganas.
Como toda festividad masiva tiene sus particulares características, en este caso la religiosidad es muy importante, probablemente lo más importante. Lo apreciamos en las procesiones de más de seiscientos lugares en nuestros 262 municipios en la que millones de salvadoreños participan.
Algunas adquieren proporciones gigantescas de participación popular, porque son precisamente eso, expresiones de cultura popular: en Chalchuapa, por ejemplo, las impresionantes y espectaculares ceremonias adquieren categoría artística y cuyas manifestaciones de folklore religioso fueron declaradas patrimonio intangible de la Nación en la década pasada, constituyen eventos de categoría internacional de gran participación del pueblo a través de cofradías, hermandades, autoridades y habitantes de la localidad en general.
La gastronomía es otra expresión de cultura: pescado seco salado envuelto en huevo con garbanzos y papas, arroz, sopas de pescado y mariscos, sardinas, pan de caja y francés. También postres: torrejas, y frutas como jocotes, cocos, plátanos, mangos y ayotes en miel de dulce de panela, antiguamente los tamales de ceniza que se cortaban en rodajas y se utilizaban en lugar de las tortillas. Tamales de pescado, frutas secas, semillas de marañón y maníes y varios otros.
En muchos lugares se acostumbra estrenar ropa nueva al igual que en navidad y vestir a los niños de ángeles, frailes, doctores, enfermeras, etc.
El Nazareno y la Virgen de Dolores
Dos de las más representativas imágenes de la Semana Santa y de todo el año. El Nazareno es la figura del Cristo que va camino de la cruz (Vía Crucis) hacia el monte Calvario en el que va a ser crucificado.
Los cargadores de las adornadas andas hacen que parezca que va caminando, de manera triste y lenta a causa de la pesada cruz que carga en sus hombros. Lo visten de telas de colores brillantes y adornan la cruz con flores y otros objetos. El colorido es del siglo XIX. En siglos anteriores todo era púrpura y negro más el dorado de aureolas, coronas de espinas y resplandores.
La Dolorosa llora por su hijo torturado que carga la cruz de los pecados de la humanidad y lleva un corazón con siete puñales, a veces uno solo, significando dolor. Los escultores y pintores hacen magníficas representaciones y las hermandades las hacen lucir vestuarios de fábula y tiaras, resplandores y corazones metálicos de bellos diseños.
Todo en su entender, expresiones de fe a través de la belleza. Esto último se refleja en todas las expresiones artísticas y artesanales en todas las civilizaciones: la fe se expresa a través del arte y viceversa.
No importa lo que decide hacer usted en Semana Santa. La fuerza religiosa de su origen sigue muy firme en El Salvador y el mundo, incluso en todo tipo de medio de comunicación y algo lo tocará, aunque sea de manera electrónica o en “redes sociales”.
Mientras tanto el cansado Nazareno sigue cada viernes santo cargando su pesada cruz inundada de nuestros pecados, estrenando hermosos vestidos de terciopelo con bordados y pedrería para impactar visualmente, pero también recordándonos que debemos recordarlo aunque sea una semana al año, sea esta la llamada santa, para que nos importe aunque sea un poco su dolor.