La violencia a los animales impera en El Salvador. Es parte del paisaje. En este artículo, se examinan las formas más comunes de maltrato que enfrentan los animales domésticos en las áreas urbanas y rurales del país.
Animales de compañía descuidados, abusados y abandonados en el hogar
En la mayoría de los hogares salvadoreños, conviven las familias con uno o varios animales de compañía (o mascotas); sin embargo, son pocos los hogares donde los animales reciben una atención adecuada. El descuido -coyuntural o sistemático- es usual: este se da cuando el dueño o persona supuestamente responsable del animal falla en proporcionar una o varias necesidades básicas del animal (alimento, agua limpia, lugar aseado para descansar, cuidados veterinarios, entre otras).
Las necesidades psicológicas y emocionales de muchos animales son violentadas de manera sistemática: en las áreas urbanas es bastante extendida la costumbre de negar a los perros su necesidad del paseo cotidiano, haciendo caso omiso de que estos seres al igual que los seres humanos necesitan ejercitarse para descargar su energía. No son pocos los animales (perros, gatos, aves) que pasan día y noche amarrados o encerrados en espacios reducidos, abandonados en sus propias casas.
¿Cuántos perros no pasan de sus jaulas, del patio trasero o de la cochera, siendo el contacto con la familia humana reducida a su mínima expresión? Sus dueños están aburridos de ellos (ya no quieren asumir las responsabilidades que implica la tenencia de un animal de compañía) o no los pueden “manejar” (en el caso de los perros que posiblemente se han vuelto agresivos o hiperactivos por la falta de ejercicio/paseo diario).
El siguiente escenario se repite una y otra vez: el niño a quien de pequeño se regala un cachorro o gatito, en la medida que vaya creciendo, pierde progresivamente interés en su mascota. Llega el día que el animalito, como los demás juguetes, termina “tirado” en un rincón de la casa. Esto suele ocurrir en los hogares donde los padres han fallado en enseñarles a sus hijos a ser responsables con sus animales. Para colmo, muchos padres optan por lavarse las manos de este problema de abandono, con el argumento que el perro o gato pertenece al hijo (o hija).
En muchos hogares se suele corregir las travesuras de las mascotas con golpes; también es bastante extendida la “manía” de usar la mascota como sufreloto, siendo esta última el ser más débil con quien uno o varios miembros de la familia se desquitan de su cólera y frustraciones acumuladas a lo largo del día. Esta situación es común en los hogares donde hay violencia doméstica. Asimismo, muchos animales la “pasan mal” cuando se usan como objeto de diversión y, a veces, los padres son los primeros defensores de las “picardías” de los hijos.
Animales sin hogar abusados en la calle
El abandono de animales es frecuente en el país. La edad del animal no importa para la persona que se quiere deshacer de su mascota: entre los animales más abandonados se encuentran perros y gatos ancianos (enfermos o con dolencias) y perras y gatas preñadas; hasta camadas enteras de cachorros y gatitos son tiradas en las quebradas, cunetas de las calles y basureros. De la noche a la mañana, los animales abandonados en la calle se encuentran desamparados, sin alimento ni agua, y expuestos a todo tipo de agresión y violencia: considerados como “plaga”, se les echan piedras, se les dan machetazos o “bocado” y se los atropellan a propósito.
¿Acaso no hemos llegado al absurdo? Mientras hay personas que tiran camadas enteras de cachorros a la calle, otras en sus casas particulares o por medio de criaderos, se dedican a reproducir a sus perras (a veces a pura fuerza, obligándolas a tener varios partos al año), con la idea de vender los cachorros a cualquier persona. Si los perritos llegan a hogares responsables, lo más probable es que estarán bien. Pero la realidad es otra. Cuando hayan crecido, muchos de estos animalitos en un momento de su vida recibirán malos tratos o serán echados a la calle.
Peleas o “palenques” de animales
En nuestro artículo anterior (publicado el 10 de marzo) hemos destacado la crueldad asociada a las peleas de perros y gallos. Estos espectáculos degradantes promueven la violencia y embrutecen. Sin embargo, la gente los percibe como tradición, deporte o una manera de hacer negocios (apuestas).
Hay quienes sostienen que estas peleas son un “entretenimiento sano”. Atraen personas de todas las edades y sus adeptos son cada vez más. Las peleas de perros se realizan de manera clandestina en todos los departamentos una vez al mes o cada dos meses, de acuerdo con un artículo de Silvia Ayala denominado «Peleas de pitbulls en el Salvador: un hobbie y un negocio». Las peleas de gallos se llevan a cabo en las zonas ganaderas del país, sobre todo en la región oriental y en el Sur de Usulután.
Aunque las apuestas por ley sean prohibidas y las peleas de gallos consideradas un delito menor, las denuncias son escasas o nulas. Algunas alcaldías – entre ellas la Alcaldía de Jiquilisco- han encontrado la manera de aprovecharse de los palenques de gallos, al cobrar a los galleros quinientos dólares al año en concepto de licencia para operar, según fotorreportaje aparecido en La Prensa Gráfica el pasado 3 de febrero.
Animales para el consumo humano
Muchos animales destinados a la alimentación son objeto de maltrato, desde que nacen hasta la hora del sacrificio. Hay mucha tela que cortar sobre el maltrato al ganado, siendo éste considerado normal en la cultura salvadoreña. Intentaremos dedicar un artículo a este tema más adelante.
Las reses y caballos robados sufren un verdadero calvario cuando son sacrificados por manos inexpertas en mataderos clandestinos. A veces, los animales decomisados y colocados en predios se mueren de hambre y sed bajo la mirada indiferente de los lugareños y ninguna autoridad se hace responsable de ellos.