El Salvador
lunes 23 de diciembre de 2024

La ballenita radiofónica

por Redacción


La cosa parece que no se ha detenido, las gorditas hemos sido bien castigadas por los estándares que la gente espera que seamos, agregue que estas gorditas estemos en medios. En radio, la cosa es peor.

Hay frases que seguro han pensado sobre el oficio de ser locutora: “La radio es para feas”, “La voz no es como la apariencia”, “Es engañoso eso de ser locutora”. Sí, además las he escuchado. Porque aunque la radio suele ser el medio que me ha hecho ver el mundo de otra manera, también me enseñó que el mundo tiene una visión particular de quien está detrás de un micrófono.

Esto no se trata de dar lástima, es lo peor que pueden sentir por mí, por favor. Ya, no permitan que esto sea un blog de superación personal más. Yo vine a contar tres pasaditas con esto de ser locutora y la apariencia.

La primera

Era 2005, acaba de entrar a la Fuego 107.7 cuando se les ocurrió la brillante idea de hacer un calendario (sí, así como leen) para celebrar un aniversario. En ese entonces yo lucía un hermoso peso de 210 libras (sí, así también como lo están leyendo, otra vez) Y mi estilo era siempre jeans y camisetas XL/XXL para ocultar todo lo que pudiera, lo que fuera. Para ese entonces, mi compañera Leticia es quien llevaba las riendas del “ajuar” que llevaríamos en la hoja del calendario que nos correspondían. Así llegamos a Fabio’s (para mi gusto, una “boutique” con limitadas posibilidades) y seleccionaron varios atuendos para las mujeres del staff. Mis compañeras todas lindas. La boutique no tenía, ni por cerca, las tallas que me competían; mucho menos el estilo. No me sentía ni cómoda, mucho menos me sentía “yo” con esas blusitas para tallas 0 a la izquierda. Lo que me marcó de esa pasada es que estando yo en el vestidor, viéndome al espejo y pensando: “Estoy en el lugar equivocado, esta ropa no es para mí”, escuché claramente cuando la encargada de la tienda le decía al resto de mis compañeras: “¿Y cómo le va a quedar? Si aquí no tenemos ropa para ballenas”. En ese momento sólo atiné a sentarme y llorar. Luego descubrí dos cosas: 1. El rostro de la tipa me pareció familiar, resultó haber sido compañera de colegio mía y 2. Me la encontré la semana pasada (en plena Semana Santa) con un tipo que triplicaba el peso que alguna vez tuve. Y ya, ahí estaba mi revancha por haberme llamado ballena, se quedó con una.

La segunda

2010: hubo un oyente que estaba muy pendiente de mí. Se hacía llamar “Poncho” (Vayaustéasaber qué tipo de apelativo es ese) En fin, el tipo me marcaba a cabina cada vez que sabía que estaba en pleno turno. Entablábamos micro-pláticas. En serio, no duraban más de 2 o 3 minutos. El tipo me decía que estaba enamorado, que mi voz lo tenía cautivado y que en su mente él y yo éramos el uno para el otro. Incluso, tuvo a bien mandarme un hermoso ramo de flores a cabina. Este juego siguió como por tres o cuatro meses, aproximadamente; hasta que un día por casualidad (o por gravísimo error) supe que el calendario de la primera historia cayó en sus manos. Ahí estaba yo, de la manera más natural, con mi peso completo y de cuerpo entero. Nunca más supe de él. Seguro que estuvo pensando todo ese tiempo que yo era una mujer de piernas contorneadas, de 1.65 (mínimo) de estatura y quién sabe con qué cualidades físicas más. Al encontrar lo que encontró, pues se acabó la magia. Ni una llamada más. Desapareció.

La tercera

En el mundo de las redes, combinado con los medios de comunicación, es una bomba letal para interactuar con otros seres. Pues he conocido una variedad infinita de personajes. El de esta historia es el barista ganador del primer lugar en el Campeonato Internacional. El tipo me resultó tan agradable en las interacciones por redes. Pocas, por cierto, pero era suficiente. No andaba buscando nada, aunque el tipo me fuera atractivo. Una vez, inclusive, tuve el atrevimiento de pedir café en pleno TL (Sería como “Al aire” en términos radiofónico, pero en tuiter). Él contestó y presto se vino con un latte a cabina. Yo, encantada. El problema fue días después, cuando estando en el establecimiento en donde él ejerce, encontré a otro de sus compañeros (que escuchaban la radio) y al presentarme, él le dijo (sin miramiento alguno y estando yo enfrente) “Nada que ver, ¿veá?” Enseguida, se me fue la imagen de “buena onda” que tenía de él y supe que su percepción había sido otra.

La cosa parece que no se ha detenido, las gorditas hemos sido bien castigadas por los estándares que la gente espera que seamos, agregue que estas gorditas estemos en medios. En radio, la cosa es peor. Recuerdo que además me dijeron una vez: “Yo te imaginaba como Penélope Menchaca” (La conductora de 12 corazones) Imaginen. Y puedo seguir, pero para qué.
Sé que mis compañeros (hombres) tendrán otro racimo de historias similares o peores. Cuando el micrófono se apaga cada quien se va con sus pasadas para guardarlas en las gavetas. Yo ya llegué a un punto en que me puede importar muy poco qué digan o qué piensen de mi apariencia. Mi 1.50 mt de estatura y mis 170 libras de peso están prestas para seguir haciendo radio, porque lo que realmente importa es lo que hago con mi voz.