viernes 25 de octubre del 2024

Mi novia, la radio

por Redacción


Fue en 1997 cuando entré a este mundo, no lo he soltado. Pasamos de ser novias a ser amantes, a ser pareja permanente. Sigue pareciéndome el paraíso que me pinté pequeña.

“Mami, ¿te grabo?” Mis palabras salían con tanta natural como el hecho de que cargaba a donde fuera una grabadora Sanyo que superaba las capacidades de una niña de 7 años. Transcurría 1985 y yo ya estaba encandilada con esa caja mágica que reproducía mi voz, la de mi madre, mi padre, mi hermano. Parecía una experta. El sonido me emocionaba y el hecho de que pudiera hacer lo que quisiera. El amor por la radio surgió así.

Era una grabadora como la que una vez utilizó John Cusack en ‘Say Anything’ afuera de la casa de Ione Skye  y que reproducía el tema ‘In Your Eyes’ de Peter Gabriel. Allá por 1980. La radio ha sido así, ha estado en los rincones más ocultos del planeta. Las ondas inundan a donde les ha dado la gana.

Diez años después, ese amor había crecido. Esta novia que he tenido por tanto tiempo me fue dando mucho más de lo que he podido pedirle. Me hizo serle fiel cada noche de mi infancia y juventud a las melodías que emanaban bajo la capacidad de un locutor.  La primera radio de la que me enamoré se llamaba Mi preferida. Con ella me dormía y con ella despertaba. Luego, terminamos: yo de escuchar Mi preferida y ella de transmitir. Me pasé a la Femenina. Disfrutaba y soñaba estar en una cabina. Escuchaba cómo se divertían quienes estaban ahí, quería poder tener esa suerte. La radio seguía siendo el paraíso que buscaba.

No quiero extenderme tanto, esto no es biográfico, es de la radio. Fue en 1997 cuando entré a este mundo, no lo he soltado. Pasamos de ser novias a ser amantes, a ser pareja permanente. Sigue pareciéndome el paraíso que me pinté pequeña. Cuando hablo de ella sé de sus capacidades y de sus limitantes, pero como buena novia que soy de ella, la acepto tal cual. Sé que la limitante que tiene (eso de no tener imágenes) se convierte en un reto a la hora de estar frente a  un micrófono. En toda relación hay altos y bajos, ¿no?

Por cierto, de esto último me tiene pensativa. Han llegado nuevos intrusos a mi vida que me hacen replantearme para dónde va todo esto. El internet propició, en su avalancha de revolución, acercarnos a otros seres. No sólo lo hacen a través de plataformas como los correos electrónicos, las “redes sociales”, sino además nos llevan a conectarnos de una forma más emocional: la música. Era obvio, decidieron crear canales que nos proporcionaran el mismo placer que antes nos lo daba el radio. Crearon canales musicales.

Podría nombrar soundcloud, musikaze, itunes, gloogle music, grooveshark y podría seguir. Todas tienen la misma intención: música. Llevarla dónde y cuando quiera. Esto ya lo hacía la radio. Aún así me resistía a dejarla, no soy de ese estilo. El problema es que me topé con la última y más reciente: Spotify.

Esta plataforma me la ha hecho fácil. Es como si hubiera aparecido ese “alguien” nuevo, fresco, con otras opciones y que además, me sabe complacer. Es una plataforma con más de 10 MILLONES de canciones. No sólo esto. Hay cuanto género musical se le antoje. Y por si fuera poco, la muy canija sabe qué me gusta y me va sugiriendo los grupos e intérpretes que son fieles a mi gusto. Sabe qué quiero escuchar. Mi amor ha comenzado a cuestionarse.

Además, cuestiona mi oficio, ¿qué pasará hoy con los locutoras/es? Ya parece que salimos sobrando. Porque en estas plataformas nos ofrece escuchar la música sin las interrupciones que tanto sacan de “mood” musical en el que nos encontramos.

Sin embargo, no todo está perdido, como dice por ahí una canción. Siempre habrá quien desee ofrecer su corazón, como acota la misma canción, dentro de la cabina. Sí, aún hay quienes sienten que debe haber alguien al otro lado para “sentirse acompañados”. Siempre supe, recuerdo haber platicado esto con colegas del medio, que no sabemos hasta dónde está nuestro alcance, pero sí he tenido experiencias (de primera mano) en donde se crean vínculos muy cercanos hacia la gente que está en radio. Sorprende. Parece que te reconocen donde sea que te vayás. Sucedió. Me he mudado de frecuencia en algunas ocasiones y la gente me ha seguido, me contacta y me avisan que ya están otra vez conmigo. Así es de fuerte.

Mientras eso sucede, ahí estaré. Porque aunque existen mil dispositivos a la orden para escuchar música, no es lo mismo cuando existe quien esté tratando de hacerte pasar un buen rato con una idea, una nota, una curiosidad, un “acompañamiento”, inclusive, de ir adivinando si logra conectarse con ESA canción que provoca.

Por cierto, el 13 de febrero se nombró como el día mundial de la radio. Felicidades, amada mía.