El Salvador
lunes 23 de diciembre de 2024

Gadamer y las elecciones de 2014 en El Salvador

por Redacción

“Conocer en el objeto lo otro de lo que es propio, y con ello,

(Hans Georg Gadamer)

 

Interpretar un evento ciudadano, un hecho político como el que acabamos de vivir todos y todas las salvadoreñas, el pasado 9 de marzo, sin caer en la opinión o reflexión polarizada como la reflejada en los resultados de la segunda vuelta electoral, reafirmados por el TSE ayer por la noche, necesita de herramientas no convencionales; necesita de una interpretación que supere el relativismo con el que ha sido tratado el fenómeno de 49.89% vs. 50.11%.

Cuando redacto no me gusta hacerlo en primera persona, me siento más cómoda con el estilo del narrador omnisciente. No obstante en esta ocasión me permitiré hacerlo en primera persona, porque la polarización y relatividad antes dicha es una producción histórica salvadoreña que me duele; que más que interpretarla solamente desde la razón, trato de interpelarla desde el cúmulo y conflicto de sentimientos que me producen: soledad, desencanto y desamparo, particularmente porque pertenezco a ese sector de la población que desde antes de la primera vuelta no se vio representada por ninguno de los postulantes a ejercer la gobernabilidad política de este país.

De la lectura de muchas opiniones políticas, notas periodísticas, blogs, me resulta evidente la orientación hacia el uno o el otro, pero pocos son los que hablan de ese “gesto de transparencia” que enviaría “señales de confianza que necesita la legitimidad del próximo gobierno” (Rubio Fabián, LPG), solo para poner un ejemplo. El razonamiento imperante ha sido por un lado que, el hacer un recuento voto por voto es ilegal, por no estar “dentro del amparo del derecho”; y por el otro que, las elecciones son totalmente nulas, que entonces, de no anularse, El Salvador tendrá 2 presidentes y que en consecuencia hay que “declararse en pie de guerra”.

Pero, ¿debe entonces, la interpretación circunscribirse, exclusivamente, a un acto “violento” que anule la razón y el sentir de quienes no nos vemos representados ni por el ganador, ni por el perdedor?; ¿debe una decisión tan crucial como la comunicada anoche por el TSE, quedar amparada a una verdad actual (al amparo del Derecho), que no considere los puntos de incomprensión del pasado, ni lo que esto pueda significar para la gobernabilidad del futuro?; ¿Cuánta más violencia debemos esperar los y las salvadoreñas, dentro de la sombrilla de la “legalidad”, para ampliar el marco de referencia de nuestras interpretaciones, que impiden que, la del otro no exista?

Siempre he considerado que lo que sucede en mi vida, responde a una causalidad y no a una casualidad: hace 4 semanas, llegó a mis manos (proporcionados por las filósofas Olga Vásquez y Amparo Parducci)  unos textos redactados en aparente incomprensión (o sería la traducción del alemán al español), de un tal Georg Gadamer, quien después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, se dedicó a escribir sobre la hermenéutica tradicional y la hermenéutica como un “arte para comprender al otro”, entre otros temas . A medida iba leyendo dos de sus producciones: “El arte como juego, símbolo y fiesta” y “Sobre el círculo de la comprensión”, pero especialmente este último iba percibiendo un sentimiento de que entre Don Gadamer y yo había algo más, que solo el hecho de ser bípedos.

De la lectura del texto “Sobre el círculo de la comprensión”, se dilucida una necesidad de ampliar las fronteras del entendimiento y de la interpretación, de un fenómeno o cosa, de tal forma que las realidades complejas, puedan entonces tener formas de análisis más completas y amables con el “objeto histórico”, es decir más pacífica, en consecuencia más progresiva. Pero, de ¿dónde nace está forma tan novedosa de ver la realidad actual e histórica, pero a la vez tan empática del objeto que estudia?.

Hans-Georg Gadamer, Filósofo alemán nacido en 1900 en la ciudad de Marburgo, docente de las asignaturas de estética y ética, en su ciudad natal y en la ciudad de Kiel.

Sus ojos y pensamiento, que vieron pasar 2 guerras mundiales, producto de la incomprensión de sus actores, motivaron la construcción de presupuestos y objetivos, a partir de los cuales siempre es posible una convergencia última de comunicación y expresión de un sentido; muy a pesar de que son  las “interpretaciones” y no las cosas las que conllevan a diferentes acepciones históricas del mundo. Esta nueva forma de ver el espacio-tiempo, se convierte en una reflexión fundamental de las condiciones en que se llega a la comprensión en general.

Es así como Gadamer propone un círculo, figura simbólica de la continuidad, colectividad y existencia, un  proceso en donde confluye: intérprete, tradición, pasado y presente, en una constante relación de tensión, pero  de  interacción y descubrimiento entre lo “otro”, que también es propio del intérprete, es así como el verdadero objeto histórico no es un objeto, “sino la unidad de lo uno y lo otro”.

No soy filósofa, ni pretendo serlo, mis respetos, admiraciones y envidia para quienes lo son, especialmente si son de carrera, pero comprender que esta forma de ver los fenómenos que Gadamer propone, nace de un alma que fue objeto y escenario de la violencia generada por la interpretación unidireccional de una historia, que vivió la polarización que abatió Alemania en la Segunda Guerra Mundial y que padeció la ruptura de sus círculo de amigos, por efecto de esa polarización, muchos de ellos filósofos igual que él, me hace querer sentarme a su lado y pedirle que nos haga una donación de sus anteojos a todos los que hemos tenido la bendición de nacer en este terruño cuscatleco, muy a pesar que el filósofo de Marburgo, murió hace más de diez años.

No puedo negar que el 9 de marzo sentí la emoción y la adrenalina de ver cómo por un pelo por aquí y un pelo por allá, un partido político alcanzaba al otro en lo que ese lo rebasaba; algo parecido a lo que siento cuando cada 4 años se juega el mundial de fútbol, pese a que no soy ni “hincha”, ni aficionada, ni mucho menos.

En lo personal el “gane o pérdida” de un grupo político no me aliviana la carga de compromisos que tengo que “rebuscar” cubrir todos los meses, especialmente porque como lo dijera anteriormente, no me he sentido representada por ninguno, pero en lo personal me interesa que mis hijos puedan desarrollarse en un escenario de gobernabilidad política no violenta, porque de esta forma de violencia de alto nivel, se derivan otras; y ahora que quien va a ejercer esa gobernabilidad tiene nombre y apellido, me interesa que este amplíe el discurso de inclusión a algo más que solo sentirnos espectadores de ese cambio, que nos permita percibir el “cambio” no solo con los ojos, sino con el corazón. Hablo por mí, y quizás por el % de salvadoreños que aún no representamos nada para los que se sienten adversarios.

Ni durante el período pre eleccionario, ni mucho menos hoy después del 9 de marzo, los dos partidos políticos FMLN y ARENA, han dado evidencias de querer ser protagonistas y vértices de una nueva identidad política que nos una; que sea un ejemplo de que sus interpretaciones son algo más que una verdad dogmática, que nos demuestre que ese “otro excluido” compuesto del otro adversario y del que anuló su voto o se abstuvo de votar, también interesa.

Con solo ver el pasado inmediato de 30 años y un mes atrás, se hace necesario reflexionar sobre la urgente necesidad de superar la forma de comprender al otro, cambiándolo por una que, como muy bien lo resume Georg Gadamer, nos “eduque comunitariamente para la paz”. Hay un dicho que dice. “las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra”, ¿cuándo y quién de los sujetos políticos en pugna se motivará a darnos ese ejemplo?