martes 22 de octubre del 2024

El hijo que tomó su propio vuelo

por Lafitte Fernández


Costa Rica ya tiene como presidente a un politólogo y académico, hijo de un zapatero y de una profesora universitaria, aunque el gobernante debe elegirse el 6 de abril próximo.

Sonará extraño, pero es la verdad: Costa Rica ya tiene como presidente a un politólogo y académico, hijo de un zapatero y de una profesora universitaria, aunque el gobernante debe elegirse el 6 de abril próximo.

El país ya tiene a su nuevo gobernante porque su contendor, el candidato presidencial del partido en el gobierno, Johnny Araya, decidió no pelear más. Reconoce que todas las encuestas le dan el triunfo a su contrincante, Luis Guillermo Solís.

Es extraño: es la primera vez que eso sucede esto, pero más enigmático resulta para algunos que, por lo menos esta vez, son los resultados abrumadores de las diferentes encuestas de opinión pública los que designan a un mandatario.

No fue, sin embargo, que Araya renunció. No usó esa palabra ni puede hacerlo. La Constitución Política costarricense dice que ningún candidato presidencial puede renunciar después de inscrito.

Pero, para escribirlo de alguna manera, Araya tiró la toalla, dijo que no peleará por conseguir un voto más y que no gastará ni un dólar en publicidad u organización para seguir en una batalla perdida como lo evidencian las encuestas.

Eso significa que todos los que apoyan a Luis Guillermo Solís, futuro gobernante de Costa Rica, tendrán que ir a las urnas para confirmar el triunfo. Sus contrincantes no llegarán. Ya decidieron no luchar más. Se ausentarán no por protesta. Simplemente reconocerán la victoria de sus contrincantes. Eso es posible en un país como Costa Rica, donde también las encuestas demuestran que nadie está dispuesto a perder un amigo por la política.

Conozco a Luis Guillermo Solís desde hace muchísimos años, también a su padre: me hacía los zapatos escolares. Mi padre era su cliente y su amigo. A su madre, una mujer encantadora, suave, brillante, luchadora, académica, amante de la justicia y los buenos arreglos, también lo conocí. De ella recibí los primeros consejos para caminar en la vida de la mano del estudio. Yo era un niño y jamás olvidé sus consejos. Ella comenzó su fructífero camino como maestra y acabó como embajadora en Europa. Eso lo permite, y siempre lo ha permitido, la sociedad costarricense.

Luis Guillermo Solís llegará a gobernar bajo la bandera de un partido que fundó Ottón Solís, otro hombre a quien hay que reconocerle enormes batallas democráticas. Ottón nunca se agachó. Levantó la bandera de la honradez. Juntó a buenos y grandes hombres como Alberto Cañas, mi mentor en el periodismo, y les dijo: “ayúdenme a construir un país mejor”.

Ottón construyó un partido dirigido por hombres que no roban, que saben que llegar a la función pública es un gigantesco desafío ético. Son hombres que permanentemente están preocupados por la justicia social, por las libertades públicas y por impedir que un país siga una ruta de desatinos o de acumulaciones grotescas de patrimonios. Ottón perdió en tres elecciones presidenciales y después dijo:”hasta aquí llegué”. Solís lo sustituyó en las batallas y no se hincó ni para tomar impulso. Eso sí, las condiciones históricas de esta campaña política costarricense le ayudaron.

Luis Guillermo es un socialdemócrata. No es un hombre rico. Es un clase media que, por muchos años, se dedicó a estudiar y a contribuir con el pensamiento de quienes ven la política como un instrumento para hacer el bien público. Fue embajador en toda Centroamérica (conoce muy bien los problemas de El Salvador). Llegó a secretario general del Partido Liberación Nacional (hoy en el gobierno). Un día no aguantó más las diferencias y quizá imposiciones, se peleó con Óscar Arias, y se largó a fundar su propio partido con cuatro pesos en la bolsa. Pero, y eso hay que reconocérselo a cualquier hombre que llega a presidente, jamás renunció a sus más largas y enconadas batallas políticas.

¿Quiénes van a gobernar a Costa Rica? Estoy seguro que con Luis Guillermo gobernarán quienes no se roben un dólar o una tiza de una pizarra pública. Quienes lo hagan pararán en la cárcel. El tema de la honradez está tan tildado en ellos porque el partido que llevará a Solís al poder nació, precisamente, para combatir la corrupción. Si se desnaturaliza se muere esa agrupación política. Pero creo que también será un gobierno de buenos tecnócratas, de gente con oficio para buscar y tratar de encontrar soluciones a los grandes problemas de los costarricenses. Entre ellos, un elevado déficit fiscal que tendrá que ser curado a la velocidad de la luz.

Pero hay algo que debe sacarse como ejemplo de la política costarricense: el candidato presidencial del oficialismo no sólo dijo que no peleará más sino que su segundo anuncio fue estirar su mano y decirle a Solís: “aquí estoy para asumir cualquier acuerdo que nos lleve a solucionar los grandes problemas nacionales”.

Esa fórmula, ese encanto por los grandes entendimientos patrióticos, deberíamos aprenderlo aquí. La política no nace para desajustar o tratar de aplastar a mi enemigo. Nace para entendernos. Nace para buscar acuerdos que lleven al país por los mejores caminos. En Costa Rica no se toma revancha ni se adoptan posiciones incendiarias. Se reconoce al contrincante y se le da la mano. Tal vez de eso debemos aprender muy pronto. Eso es lo que debemos hacer el 9 de marzo en El Salvador. El país está por encima de cualquier rencor o ambición política.