A pesar de que en 2009 el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) llegó a la Presidencia de la República, esta será, en términos reales, la primera vez que el partido de izquierda, nacido de la exguerrilla salvadoreña, asuma el control del Órgano Ejecutivo.
Esto lo pone ante un reto histórico.Un reto que definirá el futuro del país en relación a la transformación socioestructural que aunque ya se ha empezado aún dista mucho de obtener resultados más prácticos que cambien para bien la vida de las mayorías.
Salvador Sánchez Cerén se enfrentará a un clima que, por lo visto en la derecha luego de la derrota en la segunda vuelta electoral, presume de posible ingobernabilidad. Por ello, el necesario compromiso con el diálogo y la búsqueda de alianzas debe fundamentar todo lo que viene en el futuro cercano. Solo la mitad de electores del 9 de marzo se comprometió con el voto del FMLN. Y solo 1.5 millones aproximadamente de salvadoreños en edad de votar, de un total de 4.08 millones de acuerdo a la Digestyc, tuvieron a bien hacer la X sobre la bandera roja. Estos números, desde luego, le deben poner siempre los pies en la tierra a la dirigencia efemelenista. Sin diálogo, sin alianzas transparentes, el terreno se vuelve charco.
Por otro lado, si tomamos como termómetro la actitud de Arena luego de la segunda vuelta, podremos obtener conclusiones básicas: 1)Arena, con su actitud mezquina, burda, que ha avergonzado a los votantes más mesurados de derecha,prefiere la matonería y la ridiculez, sin importarle desperdiciar su capital político reivindicado por los más de 400 mil votantes que sumó entre el 2 de febrero y el 9 de marzo; 2)la derecha sigue anclada en preceptos de Guerra Fría, en intolerancia, en manipulación y coacción hacia los sectores menos educados y a otros que, pese a tener educación, son de fácil control a través de los medios de comunicación; 3)la derecha no asimila la necesidad de la prudencia, de la consciencia y solidaridad, de la madurez política, porque pese a que un marco institucional nacido de los Acuerdos de Paz −y que ya los hizo ganar cuatro elecciones presidenciales− se convirtió en garante del triunfo de la izquierda, la actitud de Arena no le permite ver más allá de sus propias narices. Como si la estupidez les mintiera haciéndoles creer que no existe un año 2015 electoral.
En términos generales: su sorpresiva actitud luego de la elección nos dice que la derecha no teme al descrédito cuando quiere conseguir, a como dé lugar, un resultado esperado. No teme a la ilegalidad, al ridículo colectivo, a la burla de la sociedad entera, a caer al subsuelo, al suicidio político de algunos de sus actores principales, incluida la alta dirigencia…
Esto significa, si lo tomamos como punto de partida, que las condiciones en general plantearán un reto de enormes proporciones para la izquierda en el país. No hay peor clima para gobernar que unos líderes contrincantes obtusos queriendo manipular a diestra y siniestra.
Hay que recordar que cuando hablamos de derecha hablamos de aquellos estamentos que han mantenido el control absoluto de la realidad imperante: empresarios con la mayor parte del aparato productivo; medios de comunicación que se alinearon históricamente a un modo de ver el mundo a través de sus intereses; generadores de opinión pública con una sola visión de las cosas; cultura conservadora fácilmente atemorizable, etc.
Por lo anterior, el nuevo gobierno electo debe emprender una tarea que desde el principio parece empinada. Se deben consolidar actitudes desmitificadoras de las supuestas características de la izquierda, como por ejemplo esa supuesta guerra contra la libertad empresarial o contra las libertades en general.
No obstante, el FMLN no tiene que traicionar los principios de muchos salvadoreños que han creído, y creen, en la necesidad de cambiar los rumbos que nos han convertido en lo que somos. Es decir: que la prudencia no se convierta en miedo, que el respeto no se vuelva piedra de tropiezo para que el propósito de una transformación profunda de esta sociedad no se lleve a buen término. Si el objetivo es mejorar la vida de la gente, generar riqueza para todos, ser solidarios y equitativos, cambiar las condiciones históricas que generaron desigualdad, exclusión e injusticias, se esperan entonces políticas públicas que realmente trastoquen el tejido social sin generar vulnerabilidad o guerra ideológica durante cinco años. Es decir que la tarea del FMLN pasa por generar desarrollo a través del equilibrio entre lo social y los generadores de riqueza.
La empresa privada quiere reglas claras, leyes coherentes con sus fines de lucro. Quiere un ambiente propicio para el trabajo sin descuidar sus ansias de crecimiento y ganancias. Y es válido que quiera todo esto. Sin embargo, eso no significa que no sea necesario que esas reglas refieran obligaciones estatales, la instauración de política social empresarial y el respeto a los trabajadores. En otras palabras, que la libertad de mercado no esté por encima de los derechos de la gente.
Hay muchos temas que abaten a la realidad actual: la inseguridad ciudadana; la necesidad de una política pública de prevención social a través de la justicia y a través de la apertura de posibilidades para jóvenes en riesgo; el tema de las pensiones, que se arrastra por la orilla del barranco y que puede estallarnos en la cara; la atracción de inversión; el reparto más equitativo de la riqueza; la búsqueda de la transparencia incluso persiguiendo a quienes, desde la izquierda, pudiesen tener actitudes reprobables; la necesidad del crecimiento de los beneficios sociales; el incremento del aparato productivo; el crecimiento económico en general que repercuta en estabilidad y la satisfacción de las necesidades de las familias; la vuelta a las tuercas de una educación desfasada y cómplice del subdesarrollo…
No hay tiempo para la confrontación eterna. Los problemas están ahí, y es de obligatorio cumplimiento un plan de nación que realmente esté estructurado para solucionarlos. No uno formado solo para hacer libritos y repartir en campaña política.
El presidente electo debe tener claro, por último, que amplios sectores de izquierda no concuerdan con los manejos del partido o con actitudes de algunos de sus líderes. Gente de izquierda simplemente cansada de la injusticia histórica de la derecha. Gente que tendrá la posibilidad o de ver representada su decisión de voto a través de un buen gobierno o que le pasará factura, por fin, a la forma de hacer gobierno del FMLN.
La confrontación con Arena es un pasado que sigue molestando en el presente. ¡Pues que intente la derecha reinventarse mientras hace pataletas y ridículos colectivos!
Es momento de cerrarle la puerta a esa confrontación y empezar a trabajar.