martes 22 de octubre del 2024

Segunda parte | Una patraña, un enorme abuso y un desparpajo ante la ley

por Redacción

El analfabetismo jurídico no le sienta bien al buen periodismo. La comprensión del derecho siempre ayuda este oficio. No lo envilece, abre mentes. Contribuye a descifrar claves jurídicas donde algunos no quieren que se camine.

De nuevo tengo que expresarlo: es aberrante lo que escribe El Faro. La historia periodística que publicaron revela conductas infamantes, ultrajantes, de algunos fiscales de este país.

Lástima que dos de los buenos periodistas de ese medio no pusieran los hechos en su verdadera dimensión. Les faltó empeño, meter el escalpelo con fuerza para que descubrieran otra parte de la verdad. Esa otra parte no se podía omitir.

Las actuaciones de algunos fiscales durante la administración de Romeo Barahona fue tan nefasta que a los periodistas les dieron rango de notarios, de empleados públicos y a las páginas de periódicos las asimilaron como documentos oficiales, gubernamentales. De ese tamaño fue lo que pasó. De ese tamaño fue lo que no se escribió.

Quizá sin saberlo, lo que han descrito los periodistas de El Faro tiene al menos tres diferentes dimensiones: 1) muestra un brutal abuso de poder de algunos fiscales en la anterior administración de esa institución para perseguirme, 2) revela una grave amenaza contra los periódicos y todos los medios de comunicación, por la forma cómo actuaron los fiscales y la manera cómo torcieron el derecho; 3) en broma y en serio tengo que escribir que los fiscales, cuyos nombres no quiso publicar El Faro, inventaron un nuevo delito contra el ejercicio de la libertad de expresión. Lo probaré aquí.

Lo que sucedió fue un caso que deberían analizarlo las escuelas de periodismo y hasta los dueños de los periódicos: el abuso de poder de la Fiscalía General contra un producto periodístico fue tal que a esos fiscales deben mandarlos a prisión. Así de sencillo.

De lo que cuentan los periodistas de El Faro (me lo narraron incompleto a mí, lo que tampoco fue justo o muestra de reglas claras en el periodismo), fiscales detuvieron a un personero de El Mundo y lo acusaron de cometer el delito de falsedad ideológica en perjuicio de la fe pública.

Eso lo hicieron porque le alegaron que un campo pagado estaba firmado por un payaso amigo suyo (no mío) y el otro por alguien que dijo que le suplantaron la identidad. En todo esto hay una patraña que hay que terminar de descifrar. Sé que pasó una patraña pero hay que terminar de descifrarla. Con el tiempo y las pruebas que tengo lo haré. No hay que olvidar que muchos de estos hechos son nuevos para mí. Y otra parte me la contaron los periodistas de El Faro aunque de manera muy incompleta.

Los fiscales que manejaron este asunto fueron descarados. Torcieron tanto las cosas que, como les digo, son ellos los que deberían ir a la cárcel. Les explico lo que hicieron algunos fiscales cuyos nombres deberían conocerlos todo el país.

1. Aunque suene bonito, muy técnico, el hecho de que acusaran al personero de El Mundo de cometer el delito de falsedad ideológica por conductas alrededor de una página de un diario, significó que lo tomaron como notario o empleado público al pobre hombre. Los fiscales se aprovecharon de su ignorancia o de los bobos abogados que lo asesoraron en su momento. Cuando se lo dije a él no quiso entender razones. Lo habían amedrentado y le viciaron la voluntad. La ignorancia lo atropelló.

2. Para empezar, hay que decir que el delito de falsedad ideológica contra la fe pública solo se aplica a los documentos elaborados por notarios o por empleados públicos que certifican hechos. Aplica a documentos públicos u oficiales, los originados por las instituciones y funcionarios del gobierno.

En ese caso, los fiscales actuaron con alma tan sin rienda que calificaron la página de un periódico (un campo pagado) como un documento público. El hecho de que acusaran al personero de El Mundo (cuyo nombre tampoco sé por qué lo ocultan) provocó que, si aplicamos las conductas e interpretación del derecho que hicieron esos fiscales, los periodistas somos notarios o empleados públicos.

Es cierto que una página de un periódico es pública porque la leen muchos lectores. Pero no es, ni será jamás, razón para declarar una página de un campo pagado como un documento público, dictado por una oficina de gobierno o elaborado por notarios o empleados públicos.

¿Por qué digo esto? Porque el delito de falsedad ideológica contra la fe pública se aplica, exclusivamente, cuando un funcionario público o un notario hace uso de su capacidad certificadora y pone en los documentos manifestaciones falsas.

3. Menciono lo anterior para que ustedes comprendan cómo actuaron esos fiscales que El Faro no quiere mencionar. Se inventaron un nuevo delito para aplicarle a las páginas de los periódicos. Por eso debo repetir ante lo que hicieron: ¡Que Dios nos agarre confesados! Si fueron capaces de eso, son capaces de cualquier cosa. O al menos lo fueron en otra época.

Es una pena que los periodistas de El Faro no me hicieran caso: les dije, como cuatro veces, que todo lo que se relacionaba con este caso lo consultaran con abogados. Yo no sabía que al personero de El Mundo lo acusaron de cometer el delito de falsedad ideológica en perjuicio de la fe pública. Ellos no me dijeron nada de eso. Si me lo hubieran dicho, al segundo les habría ayudado a discernir lo que tenían en sus manos. Por eso hasta les pedí copia de lo que tenían con ellos. No me la dieron. No siguieron mis consejos.

El mayor error que cometieron esos periodistas fue no consultar abogados privados. Eso les impidió conocer la parte de la verdad que no le contaron a nadie. Se empeñaron en narrar solo una parte de los hechos. Y eso tiene un nombre en el periodismo.

4. Es tan demencial e ilegal lo que hicieron los fiscales durante la administración de Romeo Barahona (hay que aclarar que esto no ocurrió bajo el actual Fiscal General), que nació una nueva amenaza y un nuevo delito aplicable al periodismo. Se lo sacaron de la manga, de su ineptitud. De ahora en adelante, según esos fiscales, si un periodista no escribe la verdad, lo detendrán y le aplicarán el delito de falsedad ideológica (como si fuese notario o empleado público). ¿Se dan cuenta de lo que ha pasó ahí?

¡Qué vergüenza lo que hicieron! Y si usted escribe un campo pagado en el que le dice a Óscar Ortiz que cumpla con su deber, lo echarán preso y le aplicarán la misma figura penal. Por eso pregunto: ¿quiénes son los que deberían estar en la cárcel?

5. Leyendo El Faro me entero también que el delito que le aplicaron al personero de El Mundo (¡asimilándolo a un trabajador público que certifica documentos!), fue instrumento para tratar de perjudicarme. Repito: pagué $300 para que encontraran la firma responsable en los campos pagados de quienes le pedían eficiencia a las autoridades. (¿cuál es el pecado?). Y además, por lo que se lee en El Faro, los fiscales asimilan a la firma responsable la autoría de un texto (otra locura jurídica que El Faro no escudriñó). ¿Por qué no consultaron a los abogados, muchachos?

En conclusión:

a. Se publicaron dos campos pagados en los que se reclamaba más efectividad contra el Cártel de Texis y la Fiscalía General, en tiempos de Romeo Barahona, reaccionó con enormes destrezas totalitarias, ilegalidades y abusos de poder.

b. Aunque se mencionara el nombre de Barahona en esos campos, el ex Fiscal General no debió intervenir. Mucho menos sus fiscales élite. Si alguien estimó que se dañó el honor de una persona, la Fiscalía General no podía ni interrogar ni detener a nadie. Tampoco ninguno de los fiscales. Se trataba, si hubiese existido un exceso, si es que existían, de delitos de acción privada. En estos se acusa y se actúa con abogados privados (por ejemplo, Saca). La Fiscalía no debe ni puede intervenir. Si lo hace, los fiscales cometen ilegalidades, abusan de su poder.

c. Para justificar su intervención, la Fiscalía General se inventó el delito de falsedad ideológica contra personeros de El Mundo. Tenían que justificarse. Tenían que inventarse algo aunque no calzara con la buena interpretación del derecho. Tildaron una supuesta suplantación de identidad para fortalecer la patraña. Hay que investigar y preguntarse, entonces, por qué actuaron los fiscales en el caso de los campos pagados.

Y en ese tema solo existen dos posibilidades: primero que el exfiscal Romeo Barahona se molestara porque se le nombrara en los campos pagados y ordenó a sus fiscales intervenir. Si lo hizo así, él fue el principal protagonista de los abusos de poder e ilegalidades. Se enojó y se metió en terrenos jurídicos que no debió intervenir. Ni siquiera por el hecho de que se le exigiera mayor eficacia contra Texis.

En segundo lugar, si la Fiscalía General actuó por otra razón que no fuese el enojo de Romeo Barahona, entonces es evidente que los fiscales entraron a perseguir a quienes se atrevieron a desafiar al Cártel de Texis en dos campos pagados. Y esto es igualmente grave. Hay signos de que esto último ocurriera, sobre todo si se analizan las posturas de un periodista radial que comenzó, muy temprano, a hablar de conductas que iban en total concordancia con lo que estaban montando los fiscales contra un payaso y un expersonero de diario El Mundo. Esto último mostraba una completa afinidad entre ese periodista al servicio del denunciado Cártel de Texis y las conductas que asumían los fiscales (extraño, revelador e ilegal). Eso es fácil de probar.

d. En este caso la fiscalía no solo se extralimitó sino que torció la interpretación del derecho, acosó a un payaso que firmó un campo pagado sin estar legitimados para interrogarlo. Peor aún, detuvieron a un personero de diario El Mundo, lo amedrentaron, lo acusaron y hasta le inventaron un delito únicamente aplicable a empleados públicos o a notarios, para tratar de acosar a este periodista y construirle, artificialmente, un caso penal en su contra. Si eso no es patraña construida desde una sede institucional, no sé cómo llamarle. Al personero de El Mundo le inventaron un delito inexistente para usarlo como un supuesto testigo contra mí. Así de grave fueron las conductas de esos fiscales que no quiere nombrar el periódico El Faro.

e. La gravedad se extiende cuando se examina que los fiscales llevaron hasta un juzgado judicial sus afanes persecutorios contra este periodista, forzando a gente a actuar en mi contra, bajo un régimen de total ilegalidad (¡lindo caso para la Procuraduría de Derechos humanos!). Lamentablemente de esto no informó nada El Faro. Lo calló, a pesar de que debió preguntarle todas estas conductas a Barahona y sus achichintles. Lo peor es que esos fiscales acabaron aplicando una nueva amenaza contra todo el que publique un campo pagado. Torcieron tanto el derecho que, honestamente, asusta lo que hicieron esos fiscales. Y todos debemos tener claro quiénes ordenaron construir esas conductas, fetiches y patrañas. ¡Quedaron en deuda, periodistas de El Faro!

Todo esto que menciono es parte de una verdad que debieron revelar. ¿Por qué se apartaron del buen método? ¿Por qué callaron eso? ¿Por qué no buscaron respuestas a eso y se dedicaron, exclusivamente, a contar una historia que perjudicara la imagen de Lafitte Fernández? ¿Es eso juego limpio?

f. Finalmente, ¿fue limpio que El Faro no le informara a los salvadoreños que cuando los fiscales de esa época intentaron aplicar la patraña en mi contra, un juez los mandó al diablo? ¿Por qué tampoco se informó que la brutal ilegalidad nunca prosperó y que jamás fui procesado? Tampoco fui interrogado por esos cobardes que dicen llamarse fiscales…quisieron hacer todo bajo una profunda oscuridad. A esos, amigos de El Faro, son a quienes ustedes debieron descubrir. Ya no los tapen más: ayúdenme a llevar, al menos, a esos fiscales ante la Procuraduría de Derechos Humanos. Hablemos o discutamos esto cuando ustedes quieran.