martes 22 de octubre del 2024

LOS TESTIGOS DEL FUTURO

por Redacción


Compañeras y compañeros, dijo El Viejo Guerrero: Este es un día histórico para nuestro país... Y luego comenzó a explicarles que de ahora en adelante El Magnate, a quien desde hace años combatían, era ni más ni menos que su nuevo aliado.

Terminaron la reunión con un fuerte abrazo, rostros sonrientes y mutuos cumplidos. La alianza que acababan de concretar los volvía virtualmente invulnerables.
El Viejo Guerrero y sus dos acompañantes abandonaron el amplio salón de la casa de El Magnate.

Ya solos, el asistente de El Magnate abandonó su rostro sonriente. Con cierto nerviosismo, evidente preocupación y con manos temblorosas encendió un habano, mientras decía a su jefe:

– Señor: me preocupa mucho esta alianza.
– ¿Por qué? Te aseguro que he hecho el negocio más grande de mi vida. Toda mi fortuna palidece ante lo que el futuro nos traerá gracias a esta alianza.
– Pero, Señor: Ellos son comunistas.
– ¿Y qué? Lo que importa es que son comunistas con innegable talento para los negocios. Uniendo sus empresas con las mías, tendremos a este paisito rendido a nuestros pies…

Mientras tanto, El Viejo Guerrero había atravesado el lujoso palacete de su nuevo socio y se asomó a la terraza que estaba ubicada en el tercer piso. Era un lugar con una vista privilegiada hacia la calle. El Magnate siempre había tenido talante de gobernante y cuando construyó su magnífica mansión, pensó que alguna vez esa terraza le sería de utilidad. Sin embargo, al menos por esta vez no sería él mismo quien hablaría a la multitud, sino el Viejo Guerrero.

Éste, como si de antemano hubiese sabido los resultados de la negociación, había tenido el tino de convocar a algunos de sus seguidores, mujeres y hombres que habían luchado de mil maneras junto a él en busca de procurarse un mejor futuro para sus familias, para su país, como siempre se les había enseñado.

Compañeras y compañeros, dijo El Viejo Guerrero: Este es un día histórico para nuestro país… Y luego comenzó a explicarles que de ahora en adelante El Magnate, a quien desde hace años combatían, era ni más ni menos que su nuevo aliado. Les recordó que de vez en cuando, en el imponente firmamento, alguna de las estrellas allí colocadas decide abandonar a las suyas y bajar a la tierra para cumplir los deseos de la humanidad. De la misma manera, El Magnate, dándose cuenta de que debía usar su fortuna para el bienestar de su pueblo, había decidido abandonar el bando de Los Magnates y colocarse ahora del lado del pueblo. Juntos, los seguidores de El Viejo Guerrero y los seguidores de El Magnate, caminarían de la mano hacia esa sociedad justa, sin pobreza y sin opresores, por la que tantas personas habían dado la vida.

Por un momento la multitud guardó un silencio profundo, oscuro, denso. Los presentes no comprendían cómo, quien hasta ayer había sido uno de sus peores enemigos, a partir de hoy era su firme aliado. Pero el silencio duró un par de segundos, hasta que alguien entre la multitud gritó: “¡¡¡Que viva nuestro compañero El Magnate!!!” Y la multitud rompió en vítores y ovaciones para el nuevo aliado.

Mientras tanto, una joven menudita, sencilla, que no pasaría de los 20 años, venida desde uno de los cantones más lejanos del país y que había atendido gustosa la convocatoria para escuchar el anuncio que El Viejo Guerrero daría este día, con una hija en brazos y un hijo agarrado de su falda, pensaba, con lágrimas en los ojos y una alegría infinita en el corazón, que a partir de hoy sus hijos tendrían asegurado el futuro que ella había soñado para ellos. La sociedad sin clases, sin pobreza y sin opresores, de la que tanto le habían hablado sus compañeros de lucha, se abría de par en par ante sus propios ojos. Y no podía ser de otra manera. Si El Viejo Guerrero lo decía, no podía ser menos que la verdad.