Con Paolo es un placer debatir. No adopta tonterías ni termina, como otros, verdaderos analfabetos del espíritu, tratando de urdir conspiraciones, deslegitimaciones o metiéndose en esquemas de tarados.
Me sorprendí que Paolo subiera a su cuenta de Facebook las diferencias que mantenemos. Pero su última respuesta se produjo en la noche. No me enteré de su último comentario, mas no soy de los que se quedan callados ni agachan la cabeza.
Mi posición es clara. Se la explicaré con un ejemplo a Paolo: imaginemos que Ángela Merkel, la canciller de Alemania (y no menciono ese país para desagradar a Paolo, sino para que acabe de entender cómo debe funcionar el periodismo), denuncia que su antecesor recibe $10 millones de Taiwán y que eso provoca una investigación del Departamento de Estado.
No es posible creer, porque ese no es ni el método, ni la lógica del periodismo, que el periodista dirá que no publica nada porque quien hace la denuncia es la canciller. Mucho menos debe decir que no publicará nada porque se le atraviesa al Fiscal General, o porque se estima que nada está probado y es una mera denuncia.
Por eso es que sostengo que tratar de justificar un silencio periodístico con ese tipo de argumentos, provocaría linchamientos en las mejores escuelas de periodismo del planeta.
La verdad es que en un país con periodismo del primer mundo, una denuncia de Ángela Merkel significaría, en Alemania, en Estados Unidos o en cualquier otro país de Europa, una denuncia que ocuparía todas las portadas. Es la verdad. No nos rompamos la nariz para negar eso.
Lo que sucede, y a mi juicio eso es absolutamente lamentable y significa un retroceso a quinta categoría del periodismo salvadoreño, es que algunos han decidido inventar el periodismo de defensa de oficio. Calle las acusaciones. Resalte las posturas de defensa.
La nueva regla es: “No publico nada de la acusación, pero le doy todo el espacio posible para que los acusados se defiendan. Callo la acusación. Pregono, hasta donde me de el galillo, los argumentos de los acusados”.
Hay otros que lo hacen en forma más decente: apenas registro, en unos tres párrafos, la acusación, pero le doy cuatro páginas a los acusados. Y justifico mi nueva versión del periodismo diciendo que es que la política me metió a la Fiscalía, a la presidencia de la República y hasta el atrio de la catedral.
No Paolo, la gente no es imbécil. La gente sabe lo que están haciendo. Madera para que un acusado se defienda. Una pequeñísima nota de registro para resumir al máximo la acusación. Ese es el nuevo periodismo.
Y ocurre esto último cuando mejor le va a la búsqueda de la verdad. Sobre todo porque he visto descaros tan grandes como entregarle madera a un acusado sin escribir nada de lo que se hizo o, al menos, de lo que se le acusa.
Paolo, no deberías estirar tanto la frazada. Yo no digo que todo lo que exprese un presidente debe publicarse. Pero si denuncia que un grupo de exfuncionarios quiere entregar a inversionistas, por $100 millones, una empresa geotérmica que vale al menos $1.200 millones, la decencia nos obliga, al menos, a explicarle a la gente cómo pudo haber pasado eso y quiénes son los responsables.
¿No crees que, al menos, un periódico debe pedirle a los funcionarios de la época que nos expliquen por qué, abiertamente nos engañaron a todos? ¿No crees que, al menos, deberían decirnos, por qué le informaron al periodismo que tres compañías, de talla mundial, participaban en la licitación pública para entregarle las acciones de La Geo cuando fue sólo una (los italianos)? ¿Crees Paolo, que eso es justo? ¿Crees que, como se avecinan las elecciones, eso se debe callar? Buscá, al menos, el espejo del buen periodismo de tu país de origen. No podemos ser tan cínicos en la vida.
Y aunque te caiga gordo y aborrezcas a Mauricio Funes, Paolo, vos y yo deberíamos estar de acuerdo que si no es por él, no sabríamos nada de lo que pasó con las negociaciones que se hicieron con los italianos y la geotermia estatal en el 2001 y 2002.
Lamentablemente, como la línea es otra, entonces según la nueva doctrina periodística de la defensa, al público no hay que decirle nada de lo que se negoció con los italianos, pero a los acusados penalmente por el Fiscal General, sí hay que darle todo el espacio para que se diga que todo es electoral, que la acusación es un fracaso y que todo hiede. Paolo, entendé, no se puede ser tan cínico en esta vida y sé que no naciste para el cinismo.
La peor vergüenza, en todo esto, es que me topo con periodistas, y hasta con diputados que respeto, que ni siquiera han leído el expediente judicial del caso CEL- ENEL. En el caso de los periodistas, ya no sé si es por orden de los editores (como hay que defender, no podemos contagiarnos con las acusaciones, dirían), o por reducción del método periodístico. Y entonces, cuando se les acusa ante la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), se enojan. ¿Cómo los entendemos?
Yo no sé si Mauricio Funes dice la verdad cuando muestra un documento en el que, supuestamente, se delata la ruta de $10 millones establecida por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. No sé si esos documentos son fiables. Pero, me extraña, y mucho, que el Fiscal General diga que no ha leído los documentos del gobernante y, segundos después, dice que va a investigar cómo le llegaron. Es clarísimo que el Fiscal General no ha dicho que esos hechos no ocurrieron.
Es más claro aún que ni el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, ni el gobierno de Taiwán han desmentido los hechos. ¿No te parece extraño eso? ¿Y entonces por qué callar lo que dice el presidente y darle madera al acusado? ¿Es eso buen periodismo? ¿Es eso equilibrado? ¿Es eso buen método periodístico?
Paolo, lo más sano para el periodismo y para todos los ciudadanos es que le exijamos al Fiscal General que muestre los documentos que tiene en su poder. Ya no vale la paja que usas de que, si se hace eso, interferimos en las investigaciones oficiales. De pronto se te olvida que al periodismo lo que le interesa es la verdad, no las investigaciones oficiales.
Si fuese lo contrario, no existiría el buen periodismo. Al buen periodismo tampoco le interesa que una prueba penal esté prescrita o no. Al periodista lo que debe interesarle son pruebas que te permitan encontrar la verdad. Prescritas o no prescritas, jurídicas o no jurídicas, la prueba periodística es diferente y siempre irá atada a la verdad y la ética. La lógica es sencilla: de lo que diga el presidente Funes, gano yo como periodista.
Si Funes miente, pues le diremos mentiroso, engañador. Pero, si dice la verdad, entonces tendremos que decirle al Fiscal General que cumpla con su trabajo. No hay mitades en esto, Paolo.
Si el gobernante quiere manipular, no es mi problema. Digámoslo en un artículo de opinión. Pero, antes informemos la verdad a la gente. No la callemos. Si el presidente hace el ridículo que lo haga. La posteridad lo dice. Pero… ¿cuál es el problema de informar sobre lo que dice?
En el periodismo no hay manera de extraviarse. Si Funes quiere metérsele al trabajo de la Fiscalía, eso no es problema del periodismo. Tampoco es un problema tuyo o mío. Pero si lo que denuncia es algo tan grave como el manejo de $10 millones dados por Taiwán, el periodismo no tiene que esperar que la Fiscalía haga su trabajo para informar.
No te pierdas tanto, Paolo, en este tema. Si aplicamos tu regla, en este país solo podríamos informar sobre condenas penales para no entorpecer el Fiscal General. Si seguimos tu ruta, le daríamos poderes totales al fiscal para que calle lo que quiera callar. Y, que yo sepa, con eso no se alimenta una democracia.