El siglo XX fue testigo de los más espantosos abusos de poder llevados a cabo en muchas partes del mundo. El asunto no se dio solo en la atrasada América Latina o la todavía peor África, sucedió también en el supuestamente mundo más civilizado de Occidente: Europa y Estados Unidos.
Dos guerras mundiales, calificadas así de manera arbitraria por los contrincantes, sus historiadores y comunicadores. El señalamiento es porque únicamente participaron en ellas la mayoría de países europeos y Estados Unidos en la primera. Japón se agregó en la segunda con frentes en algunas zonas asiáticas y los europeos en frentes africanos.
Algunos países latinoamericanos participaron tangencialmente y, en el caso totalitario salvadoreño, el General Hernández Martínez declaró la guerra a Alemania, sin asistir al campo de batalla.
Entre las guerras y después, se estructuraron terribles gobiernos: la Alemania de Hitler, la Rusia Imperial monárquica pasó a ser imperial socialista, la España de Franco, la Italia de Mussolini, la China de Mao entre otros muchos. En Latinoamérica, casi en toda, se instalaron gobiernos dictatoriales militares. El arte entonces sufrió, no porque no hubiera padecido antes, sino que el XX supuestamente era un siglo de libertades.
Recientemente descubrieron un almacenamiento de obras de arte robadas, confiscadas o guardadas por los Nazis. Aproximadamente un millar y medio de cuadros (pinturas, dibujos y fotos) de diferentes e importantes artistas que revolucionaron el arte en su momento y los contemporáneos que marcaron la centuria, pero que no fueron valorados por los nazis y el dictador Hitler, por considerarlos degenerados y depravados.
La enfermiza obsesión del gobernante por todo lo judío, lo hizo decretar leyes para que el arte nazi fuera el preponderante. Lo demás para él eran perversiones judías, aunque los artistas distaron mucho de pertenecer a ese grupo étnico-religioso, que atentaban contra la esencia alemana aria y pura. Así se legisló en las artes plásticas, la arquitectura, la música (el jazz se prohibió por ser música de negros), la censura en el cine fue terrible, ni siquiera se autorizó la exhibición de “Lo que el viento se llevó” hasta el fin de la guerra.
Ante estas situaciones algunos artistas claudican o se adaptan; otros más rebeldes se van o se quedan protestando, éstos últimos los menos. Algunos otros esconden su verdadero ser y arte para sobrevivir y esperar tiempos mejores. Pero el poder extremo convertido en abuso y grosería totalitaria que pretende controlar hasta el pensamiento, lo cual resulta imposible, ya que se piensa aunque el individuo diga o haga algo distinto a ese pensar o el miedo lo domine; marca a las sociedades de diferentes maneras, muchas veces trágicas y dolorosas como en este caso, otras llenas de optimismo y eternidad como en la antigua Grecia y durante el Renacimiento.
El arte, el verdadero, supera a los gobiernos y a los gobernantes, sobrevive al tiempo y a los totalitarismos que son desarrollados desde la crueldad y el absurdo hasta llegar a la definitiva y ridícula estupidez. He aquí su principal paradoja: la persecución, la censura y el boicot la sufren algunos o muchos artistas, pero si la obra es grandiosa y con la posibilidad de volverse permanente, sobrevive al perseguido, pero también al perseguidor. Así fue desde el principio de los tiempos. Así será en el futuro.
Muchas obras de arte son destruidas durante los totalitarismos. Al final cuando éstos caen y se vuelven un punto negro en la historia, caen también las muestras de sus “preferencias artísticas” y, en el caso de los que participan del culto a la personalidad, sus esculturas caen estrepitosamente y su inútil presencia es sustituida por jardines, cemento y alguna verdadera obra de arte. Recuerden a Saddam Hussein, a Stalin y similares. Recuerden sobre todo cuando caigan varias en América Latina.
El arte y su entorno, la cultura en todos los niveles y expresiones, son las mayores manifestaciones de la inteligencia humana. Por supuesto, no todo lo que hacen o dicen los farsantes es arte; no todo lo que emana de los favoritismos de los gobiernos es arte; no todo lo contestatario o lo supuestamente revolucionario, tampoco es arte; mucho menos el de los totalitarismos. Por eso la peor actitud no es la de los adláteres serviles, es el del totalitario que impone su gusto y/o su ignorante criterio…o tal vez sea al revés.
¿Cómo funcionarán los cerebros de estos líderes nefastos para obtener el delirio de las masas? ¿Y el cerebro de las masas? ¿Cómo hizo Hitler para imponer todo lo negativo en un país famoso por sus grandes científicos, escritores, artistas y personas preparadas?
Adolfo Hitler quemó libros considerados obras maestras, alemanas y de otras nacionalidades; pinturas y esculturas destruyó también. Además ordenó lo peor: la muerte cruenta e innecesaria de millones de judíos, homosexuales, católicos, y otras minorías. Pero algo no pudo: destruir totalmente al arte. Así, vemos que casi ocho décadas después, miles de libros se reeditaron y los casi mil quinientos cuadros de hoy demuestra que el arte, el verdadero, lo sobrevivió.