El Salvador
domingo 24 de noviembre de 2024

¿Matar para “limpiar” las ciudades? Limpiemos mejor nuestro corazón

por Redacción


La vida de cualquier ser es lo más preciado que este tiene, es un regalo de Dios y la naturaleza y nadie tiene el derecho de arrebatársela, mucho menos con argumentos carentes de racionalidad y empatía.

En los últimos tiempos el tema de la sobrepoblación canina se ha convertido en un “dolor de cabeza” para diversas municipalidades, pues se observa cantidad de perros y perras que andan por las calles buscando comida, agua, y un techo donde refugiarse. Alcaldías de diferentes municipios han propuesto e incluso llevado a cabo campañas de exterminio de perros y gatos callejeros, con el argumento de que es la única forma de controlar esta sobrepoblación y evitar la propagación de enfermedades y producir un mayor orden y limpieza en las ciudades.

Sin embargo, si ni siquiera tenemos la capacidad de respetar la Vida de otro ser vivo, no esperemos nada de la humanidad, que con actos como estos evidencian lo podrida que está, lo indolente, lo insensible. Asesinar a otro ser implica indiferencia por el sufrimiento que vivirá, por la agonía de verse enfrentado a ese momento; es la ilustración del total irrespeto al más valioso derecho que todo ser tiene: la Vida.

Tenemos la irracional idea de que debemos eliminar lo que “no nos sirve”. lastimosamente lo hemos generalizado a los animales e incluso a las personas, y no hay forma más cobarde y que denota falta de voluntad, de creatividad, de inteligencia para proponer formas alternas que ayuden a reducir los riesgos que supuestamente llevan consigo aquellos con quienes nos ensañamos.

Las comunas pueden argumentar que no tienen fondos para llevar a cabo campañas de prevención con los perros y gatos callejeros o abandonados, vacunándolos contra la rabia o incluso esterilizándolos, y no negamos que esto sea cierto; pero también si los funcionarios que presiden estas instituciones han llegado hasta donde están, es porque cuentan con capacidad para gestionar, formular proyectos y solicitar fondos, recursos y asesoría a otras instancias nacionales o internacionales que puedan auxiliarles en este tema. Lastimosamente, creemos que lo que hace falta es voluntad y muchísima compasión, entendida esta como el deseo fehaciente de impedir el sufrimiento de todo ser sintiente.

La vida de cualquier ser es lo más preciado que este tiene, es un regalo de Dios y la naturaleza y nadie tiene el derecho de arrebatársela, mucho menos con argumentos carentes de racionalidad y empatía. Los perros que viven en las calles están allí, no porque ellos con agrado lo hayan decidido, están allí por la irresponsabilidad de las personas que una vez dejaron salir a su perro o incluso lo tiraron a la calle y este se reprodujo con otro, que había corrido con la misma suerte.

Ningún ser de este mundo buscaría por voluntad propia andar vagando por las calles, buscando incesantemente comida, agua, un refugio para descansar y cubrirse de las inclemencias del tiempo, caminando bajo un sol calcinante, intentando no ser atropellado por algún carro,  y peor aún, enfrentándose a la total indiferencia, apatía y desinterés de los únicos que podrían ayudarles: los humanos, que irónicamente fueron los mismos que los condenaron a ese infierno.

En lugar de asesinar, eliminar, erradicar a los perritos y “limpiar” las ciudades, empecemos haciendo una limpieza muy pero muy exhaustiva dentro de nosotros. Un examen de conciencia para dilucidar qué es lo que nos está pasando al no tener ni el más mínimo remordimiento al hacer sufrir al otro, al considerar la vida de un ser como algo sin importancia que en el momento en que no nos es útil. Simplemente tomamos la cobarde decisión de matarlo y así considerar que el problema ha sido resuelto.

Como asociación que trabaja por el respeto hacia los animales, reprobamos este tipo de actos que lo único que generan es más violencia, muerte y sufrimiento, pues nunca asesinar a alguien será la solución a un problema; empecemos respetando al otro, respetando su vida, pues allí inicia la verdadera y más efectiva solución.