-El nombre de una barca, no ha de ser tomado a la ligera nunca- dijo el Quijote. Y me regaló una brújula, demasiado vieja, pero en buen estado. -El Norte ha de ser siempre el Norte, no lo olvides– hizo silencio y dijo mirando desde la cubierta– La mar tiene numerosos peligros y habrás de enfrentar monstruos, sirenas, piratas y corsarios. De todos has de protegerte de igual manera. Los piratas trataran de robar tus sueños en sus redes de miedo y egoísmo y los corsarios encadenarte en sus cáceles de “progreso” y “buen vivir”, pero las más peligrosas, sin duda,son las sirenas – y clavó sus ojos de sol en los míos, como si aquel peligro fuera terrible – No creas que sólo los hombres son vulnerables a su voz. Ellas viven en la Mar, desdehoy ellas serán tus vecinas, usarán magníficos disfraces, se esconderán con el velo de la “inteligencia” y la “sensatez”, confundirán la brújula con sus fatuas palabras y perderán tu barca en la bruma de las dudas y finalmente la hundirán en la depresión.
– ¿Hundida?, ¡Ni siquiera he zarpado! – respondí mientras consolaba al afligido mapa que en mi regazo se había refugiado.
-Ya zarparás, pero de estos peligros he de prevenirte. Hemos tomado las precauciones necesarias, tu barca lleva buen nombre, fuerte es su mástil y la vela resistente. La madera es buena y flexible. Pero aunque la barca sea buena, necesita un capitán inteligente que la dirija. Un capitán ignorante de los peligros la llevaría a la ruina con rapidez – me dijo con serenidad y confianza, se alisó el bigote y luego me dijo– Has de estudiar y regirte según la Ley. Ésta ha de manifestarse de diferentes formas. En el Arte, como en todas las cosas de la vida, existen leyes fundamentales, circunstanciales y arbitrarias – miraba al mar, como averiguando de él la profundidad– Las leyes arbitrarias están regidas por el capricho de quién las dictó, encontrarás muchas obras regidas así. Luego encontrarás las circunstanciales, que cómo ya imaginas se dictan por las situación del entorno y así varían según la época en la que se manifestó y luego, solo al final mi niña, solo en la profundidad del estudio y tu corazón, encontrarás las Leyes fundamentales o esenciales, que son las primeras porque se fundan en la Naturaleza esencial de las cosas y como esa naturaleza esencial jamás varía, las reglas basadas en ellas son también inmutables, y en ello se distinguen de las otras. Son inmutables- repitió – Inmutables.
El Arte como todas las cosas de la Tierra aspira a la inmutabilidad, a la eternidad. Encontramos esta verdad en el espejo de su obra y en las páginas de la historia. El Arte aspira a la Inmortalidad en las Pirámides de Giza y Tikal, en La Gioconda y en La Madona de las Esferas, en Cuentos de Barro y Helios, no importa dónde y cuándo, el Arte aspira a la inmortalidad. ¿Pero dónde encuentra el Arte está inmortalidad? ¿Será solo en la expresión de la técnica? o ¿Será en la profundidad de su mensaje? ¿O la mezcla de ambas? ¿Cómo cumplen estas leyes con esa aspiración?
Considero que ninguna ley ha de tomarse a la ligera. La obediencia a la Ley, pero a la ley que se comprende, que se entiende, que se cuestiona, es el fundamento de la disciplina y el arte es una Disciplina. Pero una disciplina que parte de la comprensión de las Leyes fundamentales, luego las circunstanciales y si después de ello queda lugar, también a las arbitrarias.
Las leyes fundamentales son inmutables, por lo tanto eternas, inmortales. La obra de Arte puede alcanzar la inmortalidad solo sí el artista ha llegado a la comprensión total o parcial de su propia inmortalidad y reconoce en sí mismo un alma, entonces su obra tendrá voz y ritmo, se columpiará en las cuerdas de los siglos y cantará siempre la misma canción: Yo soy Inmortal. Y no morirá aunque se gasten sus piedras, no morirá aunque se gasten sus colores. No morirá porque ha encontrado su corazón.
Y como todos los corazones, necesita un cuerpo al que dar vida con el ritmo de sus latidos y entonces entran en juego las leyes circunstanciales, éstas adaptan la voz de la Obra a su tiempo y a su espacio, de tal forma que aquellos a quienes se comparte puedan comprender de ella el mensaje de inmortalidad. Y entonces si queda tiempo y valiera la pena, también se puede ser arbitrario y poner en ella la huella propia, el estilo personal aquello que distingue la pincelada de cualquier otra. Lo que usualmente llamamos firma.
Sin embargo, ahora estamos saciados de firma, de estilo, de huella personal… pero nos falta corazón… Y buscamos como locos ese corazón en la firma y el estilo, en las normas arbitrarias que justifican nuestra falta de investigación, nuestra pereza y nuestro estanco. Creamos formas muertas desde su nacimiento que necesitamos explicar para poder comerciar con ellas… Están vacías. El corazón no está ahí.
Eleva tus ojos al sol, escucha al pájaro que canta, a la nube que vuela, al río que murmura, al viento que acaricia. Encuentra en ellos el corazón y habrás de encontrarlo en ti mismo… Aspiras la inmortalidad, entonces siente la Inmortalidad. Siente tu corazón. Abandona la firma y el estilo, que de eso ya estamos hartos, no queremos comprar arte, queremos vivir el Arte. VIVIR.
Y la vida está ahí donde las Leyes fundamentales se funden con la creación artística, entonces es el corazón el que habla y encuentra otro corazón que lo escuche. No hay necesidad de explicar nada. La Belleza se siente y nada más.
-No olvides que España es tu padre, adoptivo, por la fuerza, pero tu padre al fin. En cambio has de encontrar el corazón de tu madre, ¿De qué serviría el Arte, si no fuera para ello?.
-¡Extiendan la vela, que se ensanche con el viento!