El Salvador
miércoles 27 de noviembre de 2024
Voces

De tres (mil) historias no contadas

por Redacción


Hay cosas que no tienen sentido para mí, hay teorías sobre el poder, sobre la sumisión, sobre el control, sobre un mundo construido para hombres y desde los hombres.

Los lunes cuestan, todo el mundo lo sabe, pero cuestan más cuando al sentarse frente a la computadora de todos los días una se pregunta si está sana una sociedad -una mujer- que agradece no haber sido violada. ¿Debo alegrarme por eso? Desde hace unos años voy contando, voy restando, voy haciendo un cálculo macabro entre mi gente, entre la gente que conozco y tiene rostro. Abuso sexual, acoso constante, violación… por hombres conocidos (generalmente), por desconocidos, por todos.

Hay cosas que no tienen sentido para mí, hay teorías sobre el poder, sobre la sumisión, sobre el control, sobre un mundo construido para hombres y desde los hombres. La violencia sexual es una de las armas más poderosas, más silenciosas y más crueles. No entiendo cómo puede estar tan dentro de una persona la idea de que las mujeres, las mujeres que están cerca (que son su familia, su pareja) y lejos (la compañera, la que camina en la calle), son suyas, todas. No entiendo y no quiero entender que esa idea se naturalice, que no se cuestione, que no duela a todas las mujeres y a todos los hombres.

En mi pequeño entorno hay mujeres fuertes, mujeres admirables, interesantes, que me sorprenden y a quienes admiro. Mujeres de 13 años que deberían de tener mi puesto de trabajo; mujeres de 19 años que son líderes, que mueven su mundo y revuelven la tierra de sus comunidades; mujeres de 29 años que repiten la historia de muchas otras, las historias de mujeres que se rebuscan, que luchan, que tienen hambre y alimentan, que tienen sueño y arrullan. Todas son historias conocidas, conocidas porque se repiten, porque nos las sabemos de memoria, son niñas pequeñas genios, jóvenes que se levantan a diario entre la violencia de sus vidas y siguen caminando, sosteniendo un vientre dolido; mujeres que son madres, que son fuertes, que tienen toda una historia detrás, que ya nos la contaron mil veces, esas historias donde sacaron sus hijos adelante dejando de comer ellas, donde estudiaron pidiendo prestado y robando copias de copias. Son esas las mujeres que han crecido y han hecho crecer a otras con su forma única de ir por el mundo, y son esas las historias conocidas pero que no se cuentan y que sí importan.

Y cuando alguien pretende reducir, humillar, denigrar estas vidas a través de la violencia, es cuando duele; cuando creen que con abusar, violar, acosar nos harán menos o nos van a quitar algo donde se guarda nuestro valor. Y no es así, porque el valor de todas las mujeres no está entre las piernas, está en su vida, en su ser, en su capacidad de caminar cada día con más fuerza y más empuje.

Pudiera buscarme un par de números y decir que la Fiscalía, que la PNC, que el ISDEMU… pero realmente no lo necesito, creo que no es necesario decir cuánto subieron los casos, cómo son los modos, si la tregua o las pandillas… ya lo sabemos, ya nos duele. La violencia siempre es horrible, siempre daña y lastima, pero me importa que las mujeres que la viven no se vean reducidas a eso, que nadie siga creyendo que una mujer será menos porque un hombre lo decida. Son las historias de estas mujeres las que importa llevar de un lado a otro, como la cachada del día, reconociendo su valor por ser quiénes son y por todo lo que cuentan en su día a día.

Y mientras, las mujeres de mi entorno, que son mi ejemplo para mucho, seguirán caminando, seguirán dejando claro que están muy por encima de quien pretende violentarlas y mucho más por encima de una sociedad que todavía es incapaz de verlas desde su verdadero valor.