El ir y venir por el control del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) se resume en la elección del mal menor: una parte de los militantes y mandos medios rechaza a Ramón Arístides Valencia Arana por considerarlo la natural extensión de la cúpula y de Medardo González como su principal representante. Otra parte también rechaza a Óscar Samuel Ortiz Ascencio por considerarlo un blandengue ideológico que nomás tener una oportunidad pintará de rosa el rojo de todas las sedes del partido, es decir, oficializará que el ideario efemelenista se movió del socialismo con Cuba como su modelo de paraíso a la socialdemocracia más anuente a convivir con las grandes transnacionales.
Los peros son más agudos en uno que en otro. El lastre más odioso, sin embargo, es el que carga en sus hombros el exministro de Gobernación: ser visto como el candidato de González, Lorena Peña, José Luis Merino y Norma Guevara. En una palabra: el candidato de los que llevaron al partido a la peor derrota de su historia.
Cinco fuentes, tanto internas del FMLN como de Casa Presidencial, (cuyos nombres prefirieron no dar a conocer) coincidieron en que Valencia Arana tiene más probabilidades de perder la competencia por el poder del FMLN por su supuesta disciplinada subordinación ante los hombres y las mujeres que más poder tuvieron en los últimos 15 años. Y el vicepresidente tiene más probabilidades de ganar no por ser seguido devocionalmente dentro del partido. No. Más bien porque, para bien o para mal, hoy por hoy parece ser el único opositor que más rayas y colmillos tiene para enfrentarse a los que son considerados los responsables de las derrotas en las municipales y legislativas de 2018 así como en las presidenciales de 2019.
Internamente el FMLN sigue seccionado como en los años de la Guerra Civil. Como tatuadas en la frente sus miembros se alían e identifican por las siglas de la organización político-militar a la que pertenecieron. Sea Fuerzas Populares de Liberación (FPL) o Resistencia Nacional (RN). Sea Partido Comunista (PC) o Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC). O Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Cualquiera sigue siendo un resorte que activa la sospecha o la confianza plena. A la hora de los pactos esto solía ser determinante.
Las negociaciones de un sector del PC con los considerados más radicales de las FPL, por ejemplo, fructificó en la candidatura presidencial de Salvador Sánchez Cerén, el presidente saliente. Pero en marzo de 2018 el FMLN perdió más de 1,000, 000 de votos en las elecciones municipales y legislativas y quedó condenado a ser un actor de mínima relevancia. En esos días también se declaró en guerra abierta contra Nayib Bukele provocando malestar en una parte de los militantes que veían en el presidente electo a un aliado estratégico, similar a como en un principio fue visto el expresidente Mauricio Funes Cartagena. Las decisiones erróneas, sumada a la exigencia de disciplina y lealtad, rebalsaron la paciencia. Los primeros indicios de rebelión devinieron en la ruptura de viejas alianzas. Quienes anteriormente habían acatado disciplinadamente las órdenes de la cúpula dejaron de hacerlo. Se cansaron. Por eso cuando la cúpula ordenó apoyar la precandidatura presidencial de Gerson Martínez algunos de los acostumbrados a obedecer respondieron ¡sí! pero en el terreno hicieron campaña para el también precandidato presidencial Hugo Martínez.
El triunfo del exministro de Relaciones Exteriores fue la primera muestra de la rebelión contra la cúpula representada por Medardo González. También fue la muestra velada de la alianza entre los más radicales del PC y los antiguos renovadores cuyo principal rostro es el vicepresidente Ortiz.
En ese entonces fue una verdad evidente: la derrota de Gerson Martínez fue culpa de la dirigencia; El triunfo de Martínez, un evento inusual.
Hoy el mapa comienza a repetirse. El apoyo de los dirigentes que tomaron el poder del partido desde 2004 es un fruto envenenado. Y está pasando factura a Valencia Arana. Su pasado más reciente, además, parece estarle afectando: el 31 de enero de 2012 fue designado como secretario de la junta directiva de Alba Alimentos, según el libro 152 archivado en Centro Nacional de Registros (CNR). Junto a él también asumieron distintos cargos Merino, Luz Estrella Rodríguez, ministra de Economía, entre otros. Es decir: es evidente que es uno más del conocido como Grupo Alba.
Alba Alimentos es una de las empresas derivadas de Alba Petróleos, la empresa mixta fundada con capital de PDVSA y algunas alcaldías gobernadas por el FMLN. Este grupo económico en la actualidad está pasando por complicadas dificultades como consecuencia de las sanciones que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos le impuso a PDVSA Venezuela.
Por esta relación Valencia también es considerado un subordinado de Merino.
A su favor Valencia Arana tiene, sin embargo, la estructura del partido. Una de las fuentes explicó que hace algún tiempo Ortiz pidió el padrón interno para acercarse de manera más planificada a las bases. Pero no le ha sido ni negado ni entregado. Esto lo confirmó él mismo en su cuenta de Twitter.
Su adversario, sin embargo, ya lo tiene y está haciendo campaña plenamente.
Esa es una primera ventaja.
La misma fuente señaló que es probable que el padrón electoral sea manipulado para purgar a los que sean identificados como seguidores de Ortiz. El resto de fuentes, sin embargo, eliminó esa posibilidad porque el padrón ya no puede ser modificado.
Pero esa no es la única forma de procurar ventaja indebida. Tres fuentes coincidieron en que desde hace menos de un mes se han activado algunas escuelas de formación político-ideológico en las que se ha comenzado a impartir contenido tratando de encasillar a los competidores: solo uno es revolucionario y el otro no. En los folletines se enuncia una serie de características de los efemelenistas revolucionarios que encajan con la promoción que de sí está haciendo Valencia Arana. Por ejemplo: se les dice a los militantes que un verdadero “revolucionario” no expone ninguna interioridad del partido en las redes sociales porque solo un “golondrino” lo hace, en referencia a Nuevas Ideas, el partido cuyo principal líder es el presidente electo Bukele.
El 22 de abril de este año, un día antes de inscribirse como candidato a secretario del partido, Valencia Arana tuiteó: “Debemos de afianzar el rumbo y principios revolucionarios para recuperar la confianza del pueblo”.
“Es una forma de manipulación un poco más sofisticada”, dijo una de las fuentes. “La dirigencia está pensando en cómo quedarse con el cadáver, porque la marca (FMLN) se la acabaron”, agregó.
El problema, según la misma fuente, es que la militancia está muy clara de la incoherencia de los dirigentes. Por ejemplo: los intentos de aprobar una nueva ley de Amnistía que pretende perpetuar la impunidad de supuestos criminales de guerra. De ganar Valencia Arana, de acuerdo con las fuentes, el FMLN continuará derrapando y desempeñará el papel de obcecada oposición a Bukele. Algo que puede acelerar el fin del partido.
De ganar Ortiz, previeron las fuentes, el FMLN desempeñará un papel más cercano a Bukele y no le costará negociar. Pero eso puede provocar malestar en otra parte de la militancia que ve en él al enemigo que quiere acabar con el partido y que, además, es considerado como un experimento de la embajada de Estados Unidos para mermar a la izquierda en Centroamérica.
Tanto Ortiz como Valencia Arana tienen pasado. El 5 de abril de 2016 El Faro.net publicó que el vicepresidente había sido socio, en una empresa de desarrollo inmobiliario, de José Adán Salazar Umaña, alias Chepe Diablo, presunto cabecilla del Cártel de Texis.
Este mismo periódico digital publicó un video en el que se escucha a Valencia Arana ofrecer prerrogativas a cabecillas de las pandillas a cambio de un pacto electoral.
Como tercero y cuarto competidor están María Cledis Molina Ríos, exmiembro del concejo municipal de Santa Tecla y exoficial de información de la Dirección de Migración y Extranjería; y Sergio Peñate.
A mediano plazo el FMLN, según las fuentes, debe fortalecerse para participar en las elecciones presidenciales de 2024. A corto plazo seguirá siendo irrelevante.