Hace 17 años se registró el atentado terrorista más aterrador en la historia del hemisferio occidental. Integrantes de la célula Al-Qaeda se coordinaron para secuestrar cuatro aviones durante la mañana del 11 de septiembre de 2001, los cuales salieron de distintos aeropuertos en Estados Unidos.
Dos de los aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas del antiguo World Trade Center en Manhattan, Nueva York; el otro se estrelló en las instalaciones del Pentágono en Washington D.C. y el otro cayó en un campo en el estado de Pennsylvania, debido a que los pasajeros forcejearon contra los captores del avión.
El resultado fue la muerte de cerca de 3,000 personas y secuelas físicas y psicológicas permanentes en otras miles más. La política antiterrorista de Estados Unidos se fortaleció a consecuencia de estos atentados y continúa hasta hoy, con severos controles migratorios y aduanales hacia extranjeros que entran a su territorio.
Las muestras de solidaridad con Estados Unidos llegaron de todas partes del mundo. El entonces presidente de El Salvador, Francisco Flores, quien fue llamado por su homólogo estadounidense de la época, George W. Bush, llegó incluso a suspender los acostumbrados desfiles del día de la independencia.
El vacío dejado por la suspensión de los actos cívicos fue aprovechado por el FMLN, por entonces el principal partido de oposición y que venía fortalecido de una victoria en las elecciones legislativas y municipales del 2000, pero que enfrentaba un tumulto interno entre la facción de los “renovadores” y los “ortodoxos”.
Los sindicatos afines al FMLN y supuestos estudiantes universitarios marcharon por las calles de San Salvador y ensuciaron propiedad privada con pintas en repudio a los Estados Unidos. No faltó quienes se regocijaron por el atentado sufrido por los Estados Unidos y los que llegaron a pedir “otro avión”.
La marcha tuvo como punto de reunión la Plaza Cívica, en donde se pudo ver a entonces diputados del FMLN, entre ellos el actual presidente Salvador Sánchez Cerén, quien por esa fecha era el jefe de la bancada legislativa efemelenista.
Fue en ese parque en el que algunos manifestantes quemaron una bandera de los Estados Unidos, ante la complacencia de los asistentes. Los incidentes fueron repudiados por la representación diplomática estadounidense en el país y la comunidad salvadoreña en Estados Unidos, la cual también fue afectada por los atentados, ya que 70 de las víctimas eran salvadoreños.
Ante todo el revuelo creado, a los dirigentes del FMLN no le quedó más que hacer un control de daños y días más tarde, una comitiva de diputados fue a la embajada estadounidense a firmar el libro de condolencias de las víctimas dejadas por los atentados.
Al ser cuestionado, el entonces diputado Sánchez Cerén justificó su participación y la de otros miembros de su fracción, al decir que era una marcha en contra de la dolarización implementada a principios de 2001 y las privatizaciones.
No obstante, la diplomacia estadounidense cuestionó que en un comunicado, el FMLN justificó los atentados con las políticas económicas que implementaba Estados Unidos en otros países, entre ellos El Salvador. El también diputado y líder emblemático del FMLN, Schafik Handal, comparó el terrorismo que enfrentaba EE.UU con el “terrorismo” que ejercía Israel con apoyo estadounidense sobre Palestina, país del que procede su familia.
Estos actos tampoco cayeron bien en el ala renovadora del FMLN. El líder de esta facción, Facundo Guardado, dijo luego de ser expulsado del FMLN a finales de 2001 que los renovadores “no pueden apoyar conductas de otros dirigentes, como justificar los atentados terroristas” y agregó que “se trata de un acto de terrorismo contra civiles totalmente inocentes, incluso compatriotas”.
Además calificó su expulsión del FMLN como una mezcla de “estalinismo y talibanismo” y una “política interna de terror” implementada por el ala ortodoxa para mantenerse en control del entonces partido de oposición.
FMLN gritó “Yankees go home” en 2017.
Unos 16 años después de este incidente, durante otro evento respaldado por el FMLN a finales de 2017, se quemó una bandera estadounidense. La situación era distinta, ya que el FMLN es el partido de gobierno y en la tarima se encontraba un exfuncionario de la administración de Salvador Sánchez Cerén, Gerson Martínez, quien por entonces era la carta de la dirigencia para la candidatura presidencial.
Entre otras cosas, la actividad sirvió para solidarizarse con Honduras, donde había una crisis política tras las elecciones presidenciales realizadas a finales del pasado mes de noviembre, en las que se reeligió Juan Orlando Hernández.
Gerson Martínez subió a la tarima y se dirigió a los estudiantes de la Universidad de El Salvador. Al fondo se leía la siguiente consigna: “Yankees Go Home” (Yankees váyanse a su casa).
Una lluvia de críticas surgió en las redes sociales en contra del FMLN, sobre todo porque muchos salvadoreños que residen en los Estados Unidos estaban a la espera que el gobierno del presidente Donald Trump ampliara el Estatus de Protección Temporal (TPS). El 9 de enero pasado se comunicó que el TPS sería cancelado en julio de 2019, por lo que los salvadoreños amparados en ese estatus debían normalizar su situación en suelo estadounidense durante ese lapso.
A casi un año de esa nueva quema de bandera estadounidense, Gerson Martínez no es el candidato presidencial del FMLN y las relaciones entre EE.UU y El Salvador tienen un nivel de tensión tal, que la embajadora Jean Manes fue llamada a consultas por su gobierno, en medio de la ruptura de relaciones entre El Salvador y Taiwán y el posterior establecimiento de vínculos con China Popular.
Manes ha cuestionado la transparencia con las que el gobierno salvadoreño estableció las relaciones con China y denunció que dicho país tiene un plan para extender su control militar a través de la inversión en países centroamericanos. El mismo gobierno estadounidense extendió un comunicado en el que dijo que sus relaciones con El Salvador, un histórico aliado en el continente, serían replanteadas a la luz de su acercamiento con Pekín.