El presidente Salvador Sánchez Cerén no cambió a funcionarios. Únicamente los recicló y movió como se mueven las piezas de un tablero. El que ocupaba un cargo pasó a ocupar otro de mayor o menor importancia. Pero los rostros no son nuevos. Son los mismos. Los “nuevos” funcionarios ya eran funcionarios o empleados de este gobierno.
Los movimientos que Salvador Sánchez Cerén anunció este lunes solo evidencian una cosa: en el gobierno, al igual que en el partido oficial, también hay un círculo cerrado que lo gobierna todo. No hay cambios. No hay novedades. Lo que hay es una cúpula que maquilla las cosas y las vende como una renovación.
Después de los desastrosos resultados en la elección municipal y legislativa del pasado 4 de marzo, muchos dirigentes del FMLN buscaron culpables. Hablaron de la mala gestión en ANDA, de la pésima atención en las clínicas médicas, de los constantes impuestos. Y por eso se escuchó que las cabezas iban a rodar la semana pasada. Pero no ocurrió así. No hubo despidos ni llegaron rostros nuevos.
Fue hasta este lunes que se supo de los supuestos cambios en el gabinete de gobierno. Sánchez Cerén inició su discurso reconociendo que había hecho una consulta con varios sectores de la sociedad y que se había reunido con sus ministros para analizar el desempeño de su gobierno a raíz de los malos resultados electorales del partido de gobierno.
El primer movimiento que Sánchez Cerén anunció fue el de su secretario Técnico: en lugar de Roberto Lorenzana colocó al vicepresidente Óscar Ortiz, quien ha desempeñado una serie de cargos en este gobierno. Lorenzana, por su parte, pasa a ocupar la Secretaría de Comunicaciones, la cual estaba a cargo de Eugenio Chicas.
El mandatario también movió al ministro de Hacienda, Carlos Cáceres, ampliamente criticado por los constantes impuestos que ha promovido a lo largo de los ocho años que se mantuvo en el cargo. El ministro de Economía, Tharsis López, quien hizo poco o nada para mejor la economía del país, también fue quitado de su cargo. El primero tendrá un cargo como diplomático. El segundo pasa a ser comisionado para la Inversión Privada. ¿Quiénes los sustituyen? En Economía llega Luz Estrella Rodríguez, una militante del FMLN que ya fungía como viceministra de esa cartera de Estado. En Hacienda llega Nelson Fuentes, asesor y hombre de confianza del ministro saliente. No hay cambios. No hay nada nuevo.
Lo mismo ocurrió, por ejemplo, en la presidencia de la Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados (ANDA). Marco Fortín fue sustituido por Felipe Rivas, quien ya se desempeñaba como director del FOVIAL.
Sánchez Cerén ha sido el presidente peor evaluado desde la firma de los Acuerdos de Paz. Lo dicen las encuestas. El FMLN, por su parte, ha recibido el peor castigo en las pasadas elecciones. El mensaje es claro: los salvadoreños dejaron de creer en ellos porque no cumplieron sus promesas. Y, peor aún, llegaron al gobierno a hacer lo mismo que sus antecesores.
Pero tanto el Gobierno como el FMLN se resisten a renovarse. No lo quieren hacer. Ni las malas evaluaciones ni los malos resultados electorales los hacen cambiar.
En las elecciones del 4 de marzo, el FMLN perdió mucho del poder que había conquistado en los últimos años. Es por ello que algunos analistas políticos lo comparan con el Titanic. Tras chocar con un iceberg se hundió en dos horas y 40 minutos. Consideran que el FMLN chocó contra el sentir y pensar del pueblo y en los comicios presidenciales de 2019 se terminará de hundir.
Mientras tanto, en la cúpula roja tampoco se han anunciado cambios y los que comenzaron a hacer público su descontento por el manejo del partido se han quedado callados. O quizá resignados a que en el FMLN no opera el cambio.