Salvador Sánchez Cerén está arriba de una tarima, frente a la Catedral Metropolitana, pronunciando un eufórico discurso. A pocos metros, en la Plaza Barrios, un grupo de manifestantes grita consignas antiimperialistas y quema banderas estadounidenses . Es 15 de septiembre de 2001. Cuatro días antes, el 11 de septiembre, Estados Unidos había sufrido una serie atentados terroristas que dejaron más de tres mil muertos y la ciudad bajo una nueve polvo y destrucción.
Horas antes que los militantes del FMLN se tomaran el corazón del centro histórico, el presidente Francisco Flores había realizado un acto para conmemorar el 180 aniversario de la Independencia. Ahí manifestó su repudio a los ataques terroristas en Estados Unidos y colocó unas ofrendas florales en medio de la plaza.
Todo eso fue destruido horas después por estudiantes universitarios y militantes del FMLN que quemaron banderas de los Estados Unidos y profirieron mensajes de apoyo a Palestina y a Osama Bin Laden, quien por entonces era el principal sospechoso de los atentados terroristas en Nueva York y en Washington.
Los manifestantes mancharon paredes y vehículos con frases de respaldo a la causa de Palestina. Un hombre semidesnudo y enmascarado recorrió las calles con banderas de Estados Unidos. La protesta fue liderada por el entonces jefe de fracción del FMLN, Salvador Sánchez Cerén. También lo acompañaron altos dirigentes como Miguel Sáenz Varela.
Una avalancha de críticas surgió al día siguiente contra el FMLN. Los dirigentes comenzaron a negar nexos con los manifestantes que habían generado desórdenes. El subjefe de fracción del FMLN, Manuel Melgar, descartó las vinculaciones efemelenistas con los actos vandálicos. “No tenemos responsabilidad en eso. Personalmente no estoy de acuerdo con eso”, dijo.
En el FMLN hubo divisiones y pleitos internos. En esa ocasión el punto de discordia no eran las posiciones de poder, sino un comunicado que la jefatura de fracción del FMLN emitió respecto a los actos terroristas en el país norteamericano.
No todos los diputados efemelenistas estuvieron de acuerdo con el documento titulado “La Paz mundial está en peligro”. El comunicado solo fue firmado por Salvador Sánchez Cerén y por Manuel Melgar. Muchos legisladores ni siquiera fueron consultados.
La lógica del comunicado era que los atentados contra Estados Unidos eran producto de las políticas erradas de ese país. El FMLN creía que los bombardeos en Irak también eran una clase de terrorismo de Estado. Fabio Castillo, coordinador del partido de izquierda, señaló que las manifestaciones reafirmaban una condena al uso de la violencia, tanto por grupos organizados como por gobiernos establecidos.
La embajadora de los Estados Unidos, Rose M. Likins, envió una carta a Salvador Sánchez Cerén para manifestarle su descontento. La misiva fue publicada íntegramente por El Diario de Hoy. En ella, la diplomática señaló que era inaceptable y erróneo decir que las políticas de Estados Unidos fueran las responsables de los atentados terroristas.
“Fue particularmente lamentable recibir su comunicado ofensivo en contenido y tono, cuando ni siquiera habíamos podido contar, sin hablar de identificar, a todas las víctimas de este crimen. Ello no representa la amistad y estrechos vínculos entre nuestros pueblos en un momento de crisis”, escribió la embajadora Likins.
Sánchez Cerén no quiso dar declaraciones a la prensa. Se limitó a decir que era “una carta privada entre mi persona y la embajadora de los Estados Unidos. Yo no voy a dar comentario alguno sobre ello”.
La guerra contra el dólar
Cuando la Ley de Integración Monetaria entró en vigencia, el 1 de enero de 2001, el FMLN le declaró la guerra abiertamente. En varias sesiones plenarias intentaron derogarla. Pero en la Asamblea Legislativa no tenían la fuerza suficiente para revertirla. Por eso idearon otras estrategias.
Para combatir la dolarización acudieron a las tácticas de movilización de masas. La dirigencia del FMLN reactivó a su equipo electoral y lo convirtió en el comando de campaña contra el dólar. Planificó una serie de marchas bajo el lema “Defendamos al colón. Alto a la dolarización”.
La campaña sería como una contienda electoral. Planearon pagar espacios en periódicos, estaciones de radio y televisión. También distribuiría afiches y calcomanías entre la población. Además, amenazaron con hacer públicos los números telefónicos de diputados de ARENA, PCN y PDC para que la gente les llamara y pidieran la derogación de la ley.
Hugo Martínez, coordinador del comando de campaña contra el dólar, detalló que esas actividades se financiarían con donativos de ciudadanos que estaban en contra de la dolarización. Aseguró que ya habían abierto una cuenta en el Banco Cuscatlán para recibir los donativos.
Como parte de la campaña, la Comisión Política del FMLN le ordenó a sus 84 alcaldías no aceptar transacciones en dólares, solo en colones. Además, los funcionarios del FMLN exigieron que su salario les fuera entregado en moneda salvadoreña.
La primera gran movilización fue convocada para el 16 de enero, aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz. Pero las protestas contra la dolarización comenzaron días antes. El 10 de enero hubo una marcha en el municipio de Santa Tecla, donde se emitieron consignas antiimperialistas. Tres días después hubo un fuerte terremoto que dejó miles de muertos y damnificados. Eso aplacó la guerra contra la dolarización.
Los orígenes del odio
Las relaciones entre el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y Estados Unidos nunca han sido armónicas. En 1980, cinco organizaciones guerrilleras decidieron unirse para derrocar al gobierno salvadoreño y llegar al poder la vía de las armas; igual como había ocurrido un año antes en Nicaragua.
Los Estados Unidos fue uno de los principales financistas para eliminar al FMLN. Durante los años ochenta envió millonarias cantidades de dinero y armas al gobierno salvadoreño para acabar con ellos.
Los guerrilleros siempre vieron a los Estados Unidos como uno de sus peores enemigos. Por eso, en algunas operaciones armadas realizadas durante la guerra civil, asesinaron a ciudadanos estadounidenses. Esos casos aún tienen peso e incidencia en la política nacional.
Uno de ellos fue la matanza de la Zona Rosa, en San Salvador, ocurrida la noche del 19 de junio de 1985 en un restaurante de ese sector, donde departía un grupo de infantes de la Marina de los Estados Unidos. Un comando de guerrilleros roció de balas el restaurante y en el suelo quedaron cuatro infantes de la marina y nueve civiles.
En la Comisión de la Verdad se estableció que la masacre fue perpetrada por el Partido Revolucionario de Trabajadores de Centroamérica (PRCT). Uno de sus comandantes fue Manuel Melgar.
Cuando el FMLN llegó al poder, en el año 2009, el presidente Mauricio Funes nombró como ministro de Seguridad a Manuel Melgar. A Estados Unidos no se le había olvidado que Melgar era uno de los que habían planeado el asesinato de los marines. Por eso presionó para que Melgar fuera apartado de ese cargo. Al final fue sustituido.
Ese no fue el único caso. Así como ese hay otros más.
Los gobiernos del FMLN
Los encontronazos más recientes del FMLN y Estados Unidos evidencian que nunca ha habido reconciliación, que, a pesar de la diplomacia y los buenos tratos en público, la semilla de la discordia continúa activa.
En agosto del año pasado, el diputado efemelenista Blandino Nerio acusó a la embajadora Jean Manes de “intromisión” en los asuntos internos de El Salvador. Meses después, en diciembre, el mismo legislador dijo que el país no podía arrodillarse ante los Estados Unidos para que mantuviera activo el Estatus de Protección Temporal (TPS).
Pero lo que hizo ruido a la embajadora Manes fue un evento, a mediados del pasado mes de diciembre, donde participaron algunos dirigentes del FMLN.
Gerson Martínez, quien suena como posible candidato presidencial del FMLN, subió a una tarima y se dirigió a un grupo de jóvenes. Al fondo se leía la siguiente consigna: “Yankees Go Home” (Yankees váyanse a su casa).
Muchos criticaron al FMLN, partido de gobierno, por ese tipo de mensajes racistas, sobre todo porque el país estaba pidiendo al gobierno de Donald Trump que ampliara el TPS a casi 200 mil salvadoreños que viven en los Estados Unidos.
En una entrevista televisiva, realizada el pasado 2 de enero, la misma embajadora lamentó que el FMLN continuara con posturas radicales, propias de la guerra fría.
“Es lamentable escuchar “yankee go home”. Estamos invirtiendo mucho para mejorar este país y también tenemos vínculos familiares e históricos. Pensamos que la mayoría de los salvadoreños quieren una relación fuerte con los EEUU”.
El secretario general del FMLN, Medardo González, dijo, días después, que todo había sido un mal entendido, que el evento donde habían participado dirigentes del FMLN no era contra los Estados Unidos, sino para respaldar al pueblo hondureño que estaba viviendo un caos político tras las elecciones presidenciales. «Nosotros vamos ser coherentes, en este sentido, de procurar mantener firmes y sólidas, las relaciones políticas entre nuestro gobierno y el gobierno de los Estados Unidos».
Muchos tomaron esas palabras como una diplomacia más.