Afuera, en una de las tantas esquinas de la Asamblea, el general convertido en diputado argumentaba a dos distraídos periodistas que aceptar la orden de captura con propósitos de extradición que ha girado la Audiencia Nacional de España contra 17 militares involucrados en los asesinatos de seis sacerdotes Jesuitas la madrugada del 16 de noviembre de 1989 es, como mínimo, retorcer el estado de derecho y aplicar antojadizamente la ley porque en aquellos días El Salvador rechazaba que tribunales extranjeros juzgaran a sus ciudadanos.
En ese pasillo estrecho Mauricio Ernesto Vargas, diputado de ARENA, intentaba defender los argumentos de varios de sus compañeros de armas con los que compartió una trinchera desde la que combatió contra la entonces guerrilla del FMLN que a fuerza de plomo y diplomacia forzaba la caída de la dictadura militar que gobernaba con mano de hierro desde diciembre de 1931.
Pero entonces alguien lo interrumpió con voz grave y dureza.
Clovis Mondragón escuchaba pegado a una pared esperando que saliera de la comisión de Seguridad el diputado Guillermo Gallegos. Pero su paciencia pareció colmarse y refutó al también miembro de la Tandona que se hacía escuchar en tono cuasi académico.
– “Los crímenes de guerra son imprescriptibles, general”- se escuchó decir a una voz ronca.
Vargas, con los ojos entornados y el índice en alto, respondió que no porque cuando el alto mando de la Fuerza Armada –según el informe de la Comisión de la Verdad- ordenó asesinar a Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Amando López, Joaquín López y López y sus colaboradoras Elba y Celina Ramos la justicia salvadoreña no había decidido que los delitos contra la humanidad podían perseguirse sin importar la fecha en la que habían sido cometidos.
-“Disculpe general pero son retroactivos”, insistió el inusual visitante que desafiaba al otrora poderoso hombre de armas del ejército salvadoreño. Y continuó: “En El Salvador mataron más de 60,000 personas y para ellos no ha habido justicia. Los muertos están pidiendo justicia”.
Vargas solo alcanzó a decir “con el respeto que se merece” antes de ser nuevamente interrumpido.
-“Todos los coroneles y generales que participaron en la masacre del Mozote tienen que ser juzgados y condenados- recriminó el visitante que después se identificó como académico. y recordó que en la guerra murieron más de 60,000 salvadoreños “que ustedes mataron”.
El general que ganó una curul en las municipales y legislativas de 2015 pareció sentirse ofendido cuando lo tildaron de asesino. Y le pidió respeto al hombre que rayaba en uno de los eternos debates desde la entrada en vigencia de la Amnistía el 20 de marzo de 1993.
– “¿No los mataron?”, preguntó el hombre.
-“Está hablando de ‘ustedes’”, respondió.
– “¡Los militares! Y usted estuvo en muchas operaciones”, reiteró Mondragón.
Luego los ánimos se calmaron. Vargas le recomendó ir a los tribunales si se sentía ofendido, Mondragón le dijo que los sobrevivientes de la guerra ya fueron y esperan que la justicia responda.
El debate inesperado en un día como cualquiera en la Asamblea terminó con un apretón de manos y aplausos que celebraban que desde hace 24 años los salvadoreños ya no tienen que matarse por las ideas.
-“Los muertos de El Mozote hablan a través de nosotros”- comentó Mondragón.
-“Pero también hay otros muertos”, dijo Vargas.
-“¡Justicia!”, concluyó.