– No me explico cómo en El Salvador pueden tener como referentes a Cuba y Venezuela. La desgracia más grande de los cubanos se llama Fidel Castro.
– Pero cada país tiene sus condiciones. Cuba, por ejemplo, sufre el bloqueo de una de las potencias más grande de todo el mundo: Estados Unidos.
– ¿¡Bloqueos!? De Bloqueos no me hables, bloqueo es el que tenemos en Israel: no puedo salir a ninguna frontera por ningún lado. Solo tenemos comercio por mar y hemos identificado un mercado: Europa. Además hemos hecho productivo el desierto.
El anterior es un diálogo entre Shimon Peres, expresidente de Israel, y Sigfrido Reyes, expresidente de la Asamblea reconstruido, cinco años después de acontecido, por la memoria de Donato Vaquerano, diputado de ARENA, que participó en el encuentro como espectador silencioso con sus entonces colegas Ciro Cruz Zepeda, Roberto Angulo y Enrique Valdez.
– Ajá…
– Ese es un bloqueo de mentiras. ¿Y Venezuela? Ellos la están pasando mal no obstante tienen muchísimo oro negro. Les va pasar lo del Rey Midas: se morirán de hambre sentados en un trono de oro.
¿Saben cuál es el éxito de Israel?, preguntó a los visitantes. Y les explicó: la capacidad de impulsar un proyecto de estado a largo plazo. En julio de 2010 les adelantó que en los años siguientes los israelíes se volcarían a las innovaciones tecnológicas para dejar atrás la producción agrícola. Y ya tenían los primeros resultados: satélites y carros eléctricos.
Salario mínimo, impuestos, estado, eficiencia, productividad y distribución de la riqueza son los temas que trajeron a la mente de Vaquerano el encuentro con el también exprimer ministro de Israel.
El fin de semana pasado el FMLN celebró su primer congreso en el que recolectó ideas para definir el rumbo del partido. Del encuentro salió la idea de empujar un aumento al salario mínimo ya que, según Medardo González, coordinador efemelenista, en El Salvador funcionan 423 empresas que concentran más de $16,000 millones anuales. En una entrevista televisiva el 12 de noviembre afirmó que como promedio debería aumentar a $300. En la actualidad oscila entre 250 a 110 dólares, dependiendo de los sectores en los que se labora.
“Es muy fácil tomarlo como una bandera populista”, responde el exjefe de la bancada arenera en la Asamblea. Agrega que la cura para la miseria puede resultar todavía más contraproducente porque puede conllevar el cierre de más plazas. En el campo, por ejemplo, pagar un sueldo más alto a los cortadores de caña puede provocar aprietos en las finanzas de los dueños del cañaveral y llevar a la quiebra al pequeño empresario. Lo puede ocurriría con los talleres de confección que le venden pantalones y camisas al Ministerio de Educación para vestir a los estudiantes.
Lo mejor es pensar, tener mente fría, sin pasionismos, cree Vaquerano. El Consejo del Salario Mínimo acordó, en 2013, un aumento progresivo del 12 por ciento durante tres años a razón de 4 por ciento cada doce meses. Por eso, desde enero de 2015, la tabla está así: empleados de las maquilas, $195; industria, $246.60; comercio y servicios, $251.70; y agrícola, $118.20.
Mientras el salario no llega ni a $300 la canasta básica urbana –contiene 11 productos cotidianos de la dieta alimenticia salvadoreña- cuesta casi $200. Son 46 dólares menos que el salario más alto de la cadena.
El diputado admite que el salario es insuficiente para que un padre de familia pueda satisfacer las necesidades de su familia. Pero eso es lo que ha establecido el Consejo en el que participan, subraya, sindicatos, empresarios y representantes del Gobierno; son conclusiones basadas en número, cifras, todo muy técnicamente, sin margen de excusas ni manipulaciones. Por eso mejor prefiere comparar: ¿Por qué los trabajadores hondureños y nicaragüenses vienen todos los años a cortar caña? ¿Por qué los salvadoreños se van a Estados Unidos?
La palabra clave es productividad, dice Vaquerano. En el campo todo el mundo trabaja de siete a once de la mañana. Pero cuando se van a Estados Unidos laboran las ocho horas establecidas más cuatro de horas extras, todo para tener dinero con el que pagar el alquiler, las facturas y enviar los $888 millones de remesas con las que mantener a flote la economía salvadoreña.
“El éxito de un país depende del aumento de la productividad, no solo por los sueldos”, comenta.
¿Por qué los salvadoreños trabajan toda la vida y nunca salen de la pobreza? Vaquerano cree que porque hay “una cantidad enorme de trabas para desarrollar una economía próspera”. Para él la ecuación es simple: crecimiento de la productividad es igual a mejores salarios. Incluso, si hay riqueza el Estado puede impulsar más impuestos sin deprimir la economía.
En el país la realidad es otra. Señala, por ejemplo, que en el Lempa Acahuapa –entre Usulután y San Vicente- hay más de 6,000 manzanas de terreno cultivables. A cargo de eso el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) ha designado a un técnico.
¿Pero cómo tendrá más expertos un país que tiene un estado raquítico? No se trata de eso, dice Vaquerano, sino de visión. “En El Salvador nos vivimos peleando por babosadas (…) tenemos que hacer productivo el modelo”, responde.
¿Y mientras el modelo se desarrolla seguirán los salarios de hambre abonando al círculo de la pobreza y la violencia? Vaquerano vuelve a Shimon Peres para mostrarse ecuánime: “El día que nos sentemos y definamos la estrategia de país vamos a salir adelante”. ¿Y cuándo pasará eso? ¿Lo logrará esta generación de políticos y las elites económicas? Según él eso sucederá cuando salga una persona o un partido maduro capaz de lograr acercamientos.
Pero eso sí, señala, la igualdad no existe en ningún lugar aunque hay países donde los ciudadanos pagan grandes cantidades en impuestos y, a la par, los estados son fuertes, eficientes y retribuyen los servicios. Ejemplo de ello son Suecia, Francia, Dinamarca, Islandia, Finlandia, entre otros. “Lo que he observado en mis años como político es ineficiencia”, dice de, incluso, los 20 años en los que ARENA mantuvo la presidencia.
“Nos hizo falta muchísimo porque si hubiéramos sido eficiente las condiciones serían diferentes”, acepta.
El punto de equilibrio es ese: ingresos para el estado y eficiencia. Vaquerano desprecia que, algunos de sus colegas en la Asamblea, se hayan convertido en millonarios de la noche a la mañana. Lo decente, afirma, son los gobernantes que mantienen un estilo de vida sobrio como Ángela Merkel, la jefa del gobierno alemán o José Mujica, expresidente uruguayo que se hizo famoso por vivir en una granja.
“Mujica es tan verga que todavía anda en el Volkswagen con el que llegó a la presidencia”, celebra y añade: “No creo en izquierdas o derechas sino en la eficiencia del Estado”.