Golpeó la curul una, dos, tres veces con el puño como si fuera un martillo. Le respondió el eco de la madera que se expandió a todo el Salón Azul de la Asamblea Legislativa. Hubo un murmullo generalizado y ojos abiertos de par en par cual enormes faros. La luz verde del micrófono alumbraba intermitente en señal que su participación estaba en espera. Movió la cabeza de un lado a otro como desaprobando. Se encogió de hombros. Se paró de la silla y se fue muy lentamente.
Era la tarde del jueves y Donato Vaquerano, diputado de ARENA, quería pedir que la Asamblea Legislativa agregara una cláusula a un decreto de la comisión de Salud con el que un grupo de empleados del Ministerio de Salud (MINSAL) iban a pasar automáticamente de servicios profesionales a contratos, es decir, a ganar estabilidad y mejor salario.
Pero no pudo pedirlo porque que la presidenta Lorena Peña ignoró su petición. Se quedó con la palabra en la boca.
«Reiteradamente observamos que nos quitan el derecho a la palabra aunque se hable con mucho decoro», dijo a los medios de comunicación después de haber sido silenciado.
El 29 de octubre pasó algo similar. Karla Hernández, también del principal partido de oposición, quería intervenir en la celebración de la sesión plenaria pero Peña apagó el audio del micrófono gracias al mando centralizado de los controles. La silenciada pegó saltitos, se desgañitó, tomó en su mano derecha un ejemplar del Reglamento Interno de la Asamblea (RIAL) y llamó la atención de todo el mundo pero muy pocos entendieron lo que balbuceó. A la semana siguiente llegó con un megáfono colgado del hombro, aunque ya no tuvo necesidad de usarlo porque no se enfrentó a nadie.
“Vemos a un FMLN más duro, totalitario, combativo y más irrespetuoso de la democracia”, criticó el exjefe de fracción de ARENA. Recordó, asimismo, que ningún diputado había pedido que el decreto regresara a la comisión sino que fue Peña la que decidió someterlo a votación. “Esto es típico de un partido que ocupa la bandera de la democracia solo para llegar al poder”, expresó.
Explicó, además, que GANA iba secundarlo para agregar la cláusula en la que iban a pedir que a los trabajadores de la salud el 30 por ciento de las vacaciones y el pasivo laboral acumulado en los últimos tiempos pero al final el partido de oposición se quedó solo.
Brenda Pérez, una de las doctoras que habrían sido beneficiadas, dijo que estuvo esperando la aprobación ya que ha sido el presidente Salvador Sánchez Cerén, a través del Órgano Ejecutivo, el que las apoyó.
Orlando Cabrera Candray, de ARENA, también enfiló contra el oficialismo al asegurar que Peña “una vez más está golpeando a los trabajadores”. Culpó a los demás partidos por seguir el juego.
Después de las quejas y los señalamientos la sesión plenaria continuó como siempre. Como si no hubiera pasado nada. Otro diputado continuó leyendo otro decreto, Peña siguió presidiendo con evidente rostro de cansancio, Vaquerano regresó a su curul, los doctores se fueron cabizbajos porque no obtuvieron lo que querían, la noche empezó a caer como quien derriba una ceiba centenaria y el decreto de la discordia volvió a la comisión.