A finales de los años 70 en El Salvador sonaban los tambores de guerra. Una de las tácticas de la guerrilla fue atacar puestos policiales. Y aunque no se comparan los objetivos de la insurgencia de esa época con los de los pandilleros, el país podría estar al borde de una nueva guerra.
Actualmente el gobierno y sus ministros evitan hablar de una nueva guerra. El promedio de más de 20 homicidios diarios continúa atribuyéndose a la violencia generada principalmente por los grupos pandilleriles, que en los últimos días han arreciado los ataques contra policías y soldados. En lo que va del año han matado 34 agentes de la PNC y 13 soldados.
La semana pasada el ministro de la Defensa, David Munguía Payés, David Munguía Payés, dijo que la institución castrense ha detectado movimiento de hombres armados en el volcán de San Salvador.
En diferentes lugares ya se han detectado y desmantelado lugares de adiestramiento en armas de las pandillas.
Los pandilleros, pese a que aparentemente no cuentan con adiestramiento militar, sí poseen armas de grueso calibre. En los diferentes ataques han utilizados fusiles M-16 y AK-47; además, en algunos casos se dice que usan chalecos antibalas.
Pero el poder de fuego de ciertas clicas pandilleriles es contrarrestado por los soldados que acompañan a los policías en los operativos. Asimismo, el Ejército está empleando vehículos blindados para ingresar a sectores dominados por las maras.
La otrora guerrilla del FMLN utilizó la táctica de atacar puestos policiales y atentar contra los elementos de los antiguos cuerpos de seguridad. A pesar de la similitud de las tácticas, casi nadie las compara, sobre todo porque los objetivos son diferentes.
El vicerrector de la Universidad Luterana y firmante de los Acuerdos de Paz, Dagoberto Gutiérrez, negó esta semana que las pandillas actúen de manera similar a los guerrilleros que entre los años 60 y 70 se organizaron para posteriormente aliarse como FMLN.
Aires de guerra
La semana pasada, cuando la Policía Nacional Civil (PNC) anunció la suspensión de licencias, un oficial le dijo a Diario1 que ese era un síntoma de una “guerra convencional” que ya no se podía ocultar.
Las voces de algunos expertos y excombatientes (guerrilleros y militares) concuerdan en un punto en particular: en El Salvador se respiran aires de guerra desde hace un buen tiempo. Los ataques a policías y los enfrentamientos con pandilleros se han vuelto rutinarios. Todos los días se registra al menos un incidente.
El excomandante guerrillero, Dagoberto Gutiérrez, aseguró el pasado lunes que (ante el incremento de homicidios y los constantes ataques a policías y militares) el Gobierno prefiere hablar de delincuencia en lugar de guerra.
“El planteamiento de la paz ha sido un papel de china. Si el Estado habla de guerra, reconoce que ha sido un discurso falso. Por eso no hablan de guerra y están hablando de delincuentes”, manifestó en una entrevista televisiva.
Hay quienes han señalado que la forma calculada en que los pandilleros atacan a policías y militares tiene componentes y características similares a la de comandos armados que ejecutan atentados específicos.
Un ejemplo que ilustra este planteamiento es el ataque realizado contra dos soldados que murieron cuando custodiaban los alrededores de la terminal de Oriente de San Salvador.
Días después del atentado, el especialista en seguridad, Óscar Peraza Rodríguez, expuso a Diario1 que ese ataque había sido planeado, ensayado y coordinado.
“Utilizaron una táctica. Lo que llama la atención es la coordinación, el camuflaje, la forma de disfrazarse para llegar hasta el objetivo. Eso se puede ver en el sujeto que lleva un morral y un trapo en la cabeza. Es casi seguro que ese fue el primer tirador, porque fue quien más acercamiento pudo tener. Lo único que les falló fue la retirada, pues acabaron estrellando el automóvil en el que huían”, comentó en esa ocasión.
Agregó que: “El movimiento fue súper ensayado y hay que ponerle mucha atención. Esto evidencia que los pandilleros están recibiendo entrenamiento y que los está asesorando alguien que sabe. Son técnicas guerrilleras”.
Ataques terroristas
En octubre del año pasado, ante el incremento de atentados a delegaciones y a policías, el subdirector de la Policía Nacional Civil, Howard Cotto, catalogó algunos de los ataque como “terroristas”.
“Un caso emblemático que se llevó por la vía del terrorismo es el atentado contra la delegación en Quezaltepeque y otros más”, aseguró en esa ocasión el jefe policial.
El Fiscal General de la República, Luis Martínez, ha calificado en repetidas ocasiones de terroristas a los pandilleros. Además, se opuso a la tregua que facilitó el anterior gobierno de Mauricio Funes.
A finales del año pasado, imágenes en las que pandilleros aparecen fuertemente armados comenzaron a aparecer en internet. Muchas de ellas extraídas de los teléfonos decomisados a mareros en operativos.
Esas fotografías dieron que hablar. Algunos analistas las catalogaron como una mutación de pandillas a grupos guerrilleros. En una de esas imágenes se observa a pandilleros armados en la zona rural del municipio de Zacatecoluca, departamento de La Paz. Portan fusiles de asalto, escopetas, pistolas, pertrechos tácticos como chalecos antibalas y gorros pasamontañas.
El pasado mes de junio fue el más violento desde el fin de la guerra civil salvadoreña en 1992, con 671 homicidios, según estadísticas del Instituto de Medicina Legal que, para atender el incremento de las defunciones, busca abrir 25 nuevas plazas de médicos forenses.
No obstante, el sábado pasado, luego de conocerse que junio fue el mes más violento de la década, con 667 homicidios, según el Instituto de Medicina Legal (IML), el ministro de Justicia y Seguridad Pública, Benito Lara, aseguró que el gobierno va ganando la batalla contra la violencia.
En El Salvador hay 12,851 pandilleros encarcelados, pero en las calles circulan otros 60,000, según estimaciones oficiales.
La situación actual de violencia, para algunos analistas, ya es un conflicto de baja intensidad que afecta directa o indirectamente a toda la población.
El pago de las extorsiones es un fenómeno que las autoridades no han podido controlar. Pequeños comerciantes, profesionales y empresas son amenazados por las pandillas para que paguen extorsiones.
Muchos dicen que ese dinero es utilizado por los pandilleros para mantener a sus familias y comprar drogas y armas. Pero otros sostienen que las cantidades son demasiado grandes y encienden las armas sobre en qué están usando el dinero.
Similar a los años 80 y 90, cuando los cuarteles y sedes de la Guardia Nacional y Policía Nacional tenían barricadas con sacos con arena, ahora el perímetro de las delegaciones policiales son cerrados –especialmente en la noche− y el ambiente es de zozobra porque en cualquier momento pueden ser atacados.
Durante el conflicto armado eran comunes los “toques de queda” y boicot al transporte público. Con frecuencia se quemaban buses y en ciertos lugares se imponían los referidos “toques” para que la gente no saliera de sus casas. De alguna menara, esas prácticas de terror están apareciendo de nuevo.
La guerra que se prolongó de 1980 a 1992 costó de 70,000 muertos, 8,000 desaparecidos y más de un millón de desplazados, de acuerdo con cálculos de diversas organizaciones.
Ahora, aunque no se reconoce aun que hay una nueva guerra, cientos de familias se ven obligadas a abandonar sus casas por las amenazas de las pandillas, convirtiéndose en desplazados. No hay cifras oficiales al respecto.
Asimismo, hay dudas sobre si las autoridades tienen el control territorial.