Rodolfo Parker parecía nervioso, tenso y distraído. Subió las gradas que anteceden la entrada del pabellón cinco del Centro Internacional de Ferias y Convenciones (CIFCO), donde las mesas del Tribunal Electoral (TSE) recuentan los votos de las elecciones legislativas de San Salvador, y se quedó parado. Miraba para un lado y otro como si buscara a un desaparecido. Frente a él está un grupo de periodistas, se les acercó e hizo una especie de aclaración rebosante de buenos modales y palabras amables dirigida a Josué Alvarado, candidato a diputado por el Partido Demócrata Cristiano (PDC).
“Estimo y respeto a Josué Alvarado y merece nuestra consideración, vamos a ser respetuosos y nos vamos a ser contestatarios”, dijo Parker refiriéndose a una desavenencia de la que por primera vez hablaba en público: Alvarado es un salvadoreño que migró a Estados Unidos, logró cierta fortuna, regresó a El Salvador convertido en la personificación del sueño americano –por el que casi 300 salvadoreños salen todos los días de las fronteras nacionales-, el Partido Demócrata Cristiano (PDC) lo vio como un potencial señuelo de votos, lo invistó como candidato, compitió respaldado por una fuerte inversión en propaganda y personal, se sintió excluido de la vigilancia en las urnas y mesas de conteo, denunció que lo habían abandonado, se fue a la Sala de lo Constitucional a pedir un recuento y ahora solo espera el resultado.
Pero hay más: Alvarado ha dicho en dos entrevistas que los dirigentes pedecistas no le dieron credenciales para cuidar los votos que ganó y tampoco le contestaron las muchas llamadas que les hizo. En pocas palabras: lo abandonaron y cuando los buscó solo recibió indiferencia.
El diputado Parker rechazó amablemente las afirmaciones. Explicó, por ejemplo, que Alvarado tuvo todas las credenciales de los centros de votación de Apopa, Mejicanos y acceso al CIFCO. Después Edwin Núñez, secretario departamental del PDC, repitió con indiferencia –sin ver al periodista que le preguntaba- las negaciones de su jefe: nunca supieron de llamadas, nunca lo dejaron solo.
Quizá sabían que iba a llegar, quizá no pero el también empresario llegó al pabellón cinco el miércoles en la tarde. Saludó a Parker que lo esperaba con firmeza y después de las primeras palabras este rechazó así los señalamientos: “¡Usted no me ha llamado, yo soy hombre!”. Alvarado dio media vuelta y dijo con permiso cuando percibió la invitación al duelo en el tono e iba a entrar cuando los periodistas lo rodearon al sentir el tufillo a polémica postelectoral que empezaba a llenar las esquinas del Cifco: “No hemos tenido mucho acercamiento y ahora se manifiesta”, comentó.
En medio del ajetreo, Parker aprovechó para decirle que le habían reservado diez vigilantes de los 60 que el PDC tiene en las 60 mesas que hacen el recuento de los votos de San Salvador. Alvarado le respondió que apenas iba a pedirle al Tribunal permiso para tenerlos. Parker le replicó que se los estaba dando. Alvarado que sí los tomaba.
Ya nadie habló de hombrías ni candidatos abandonados. Alvarado se perdió en el mar de militantes y empleados que ya habían comenzado a recontar los votos. Parker continuó firme haciendo gala de su talante de abogado y diputado curtido en mil batallas.
Núñez caminaba cerca con varios chalecos verdes en el brazo. El asistente de Alvarado se acercó a coordinar lo de los vigilantes con él.
Parker se acercó a los periodistas y le preguntó: “¿Alguna duda?».