El Salvador
domingo 24 de noviembre de 2024

Presidente Solís dice que no le administrará la finca a nadie

por Lafitte Fernández


El gobernante de Costa Rica realiza una visita oficial a El Salvador. El periodista Lafitte Fernández habló con él, en un hotel de San Salvador, sobre los ataques de líderes de su propio partido y lo que quiere cambiar en su país. Pero, sobre todo, dice que no llegó al poder para administrarle los bienes a los poderosos.

Desde que empezó su gobierno, algunos se encargaron de causarle sobresaltos, de provocarle aceleraciones a su reciente historia.

Por eso es que un día a ese gobierno lo atacaban sus enemigos políticos. Al día siguiente, su administración la manoseaba algún grupo de interés. Después los ataques surgían de su propio partido.

Tal vez habría que escribir que el gobierno de Luis Guillermo Solís aprendió, muy pronto, no sólo a luchar … También aprendió a correr, a despabilarse.

A veces ya no se sabe si el gobernante costarricense está exhausto de pelear contra todos, o compró un seguro protector frente a las angustias.

En sólo seis meses, al gobierno de Luis Guillermo Solís le ha pasado de todo: nombró como ministro de la presidencia a un buen Obispo luterano que algunos quisieron derrocar con la ayuda de la Sala Constitucional.

El Ministro de Hacienda de Luis Guillermo Solís hace un presupuesto y los líderes de su propio partido votaron para subejecutarlo como hecho inédito en Costa Rica.

Al día siguiente, Solís ordenó que sus ministros gasten, en su presupuesto, todo el dinero que sirva para crear obras o acelerar el bienestar social.

El gobierno de Solís va en Costa Rica, obligadamente, de metamorfosis en metamorfosis.

Eso obliga al gobernante a ser audaz, protector frente a lo imprevisible y a ser capaz de detectar hasta los últimos humores de la opinión pública.

Conozco a Luis Guillermo Solís desde los tiempos en que su abuela Jenny me llenaba el estómago con dulces y jugosos pasteles en la ciudad de Turrialba.

Por eso es que creo que sabe que una sociedad, como la costarricense, se ahoga cuando ya no consigue un sitio para sus sueños. Y Solís está empeñado en buscarle un lugar a los sueños de más de 5 millones de votantes que lo llevaron al poder, se oponga quien se oponga.

Solís, un académico e intelectual fuerte, conoce que casi todo cambio se relaciona con hombres, ideas y circunstancias.

Por lo que dice, el mandatario costarricense, hijo de un zapatero que fue líder de un pueblo entero, y una maestra que acabó como embajadora en la UNESCO, quiere cambiar muchas cosas.

Entre ellas, considera que el Estado ya no puede seguir siendo el pagador eterno del déficit del sistema social, ni tampoco se puede seguir dándosele, a algunos, nuevos derechos sin examinar las ventajas adquiridas.

En el fondo, Luis Guillermo Solís conoce los ritos más indeseables de la democracia social y de la democracia representativa. Sobre todo porque ninguna de las dos se autoregula. Siempre tienden a engordar abusos.

Al gobernante costarricense le preocupa la pobreza. También la caída de la clase media porque siempre ha sido el estabilizador sociológico de su país. Pero tampoco dejan de preocuparle los ritos y códigos de su propio partido político.

Bueno, es que así son los nuevos tiempos en Latinoamérica. Yo creo que la debilidad, entre comillas, de la presidencia de Costa Rica habría que verla en términos relativos con países del resto de la región. Pero hay una nueva circunstancia política en toda América Latina y tiene que ver con la fragmentación política.

¿Por qué?

Cada vez hay menos bloques grandes en las democracias más abiertas, en las más modernas. La sociedad se ha vuelto compleja, se ha vuelto diversa. Los partidos políticos han perdido la fuerza que tenían antes. En el caso de Costa Rica, claramente estamos en un proceso de transición del bipartidismo casi perfecto de otra época a otras situaciones, ahora, en un contexto más fluido.

Pero…

Entonces, más allá de la coyuntura de mi gobierno, vivimos ahora en una circunstancia política que no tiene precedentes. Y me parece que la estructura de la Asamblea Legislativa denota eso. Son cinco bloques y 13 partidos políticos, cinco bloques casi de igual tamaño.

¿Navega usted en una gran fragmentación política?

Sí, en una gran fragmentación política. El tema de la nueva política pasa por buscar mayores consensos, entender que ya no hay alianzas monogámicas, como en el pasado. Que la promiscuidad legislativa ahora es absoluta.

¿Eso por qué?

Que cada proyecto va a tener que ser negociado con coaliciones variables, que van a ir, además de la izquierda, a la derecha, pasando por el centro en condiciones que no eran pensables.

¿O sea también hay que navegar sobre intereses?

Hay que navegar sobre intereses, sobre afinidades y, en algunos casos, sobre temas muy puntuales de coyunturas negociando sobre una agenda paralela muy compleja.

Foto D1, Nelson Dueñas.

Foto D1, Nelson Dueñas.

¿Desearía tener más poder para cambiar las cosas o tendrá que ajustarse a lo que tiene?

Bueno, dicen que la política es el arte de la realidad. Y uno se ajusta a lo que tiene. Creo que también se puede hacer mucho más de lo que uno se imagina. Es decir, la presidencia sigue teniendo recursos de poder, recursos como capacidades de convocatorias que puedan ser utilizados para resolver problemas que parece que no tienen solución.

¿Un ejemplo de eso?

El debate sobre el presupuesto. No teníamos los votos, no teníamos las condiciones, teníamos aprobación cerrada y, finalmente, el Gobierno logró la aprobación de su presupuesto con creces. Eso es muestra de que sí hay capacidad. Uno siempre, como jefe de Estado, añora tener capacidades para hacer cambios más allá de lo que es posible, en un sentido positivo. Pero mucho se puede hacer.

Pero estaría mucho más cómodo, si tuviese más poder en la mano.

Yo creo que sí. Cualquier político desea tener más poder en la mano para hacer los procesos de cambio. Además, en Costa Rica necesitamos hacerlo porque hay una estructura democrática muy pesada que refleja las condiciones del anterior proceso político que se resiste al cambio.

¿Más poder para qué?

Tener más poder para romper esos espacios de dictadura burocrática sería deseable, pero me parece que el mandato que recibimos es muy contundente y que con un poco de paciencia y una gestión responsable, pero firme, será posible obtener logros en ese tema.

¿Por qué tanta diferencia con Solís? ¿Por qué tanta diferencia con su propio partido?

Bueno, yo soy el primer sorprendido de algunas aparentes diferencias. Desde el punto de vista del contenido de nuestro pensamiento, las propuestas son muy parecidas. Creo que hay aquí un tema de diferencias más bien de orden personal, en cuanto a la forma de cómo miramos y nos referimos a los temas de la agenda nacional. Pero hoy la fracción del partido Acción Ciudadana, con excepción de Solís y Campbell, se mantiene muy alineada con la perspectiva del gobierno. Y en lo que respecta al partido, en tanto, yo no puedo ser beligerante.

¿A qué distancia se mantiene?

Me mantengo a la distancia, mirando a un PAC que deberá reconstituirse de camino a las elecciones de medio periodo que son de orden local. Pero en cuanto a la propuesta de los objetivos generales del plan que propusimos en campaña que se ha recogido en el plan integral de desarrollo veo una gran identidad. Tanto en lo que toca en la lucha contra la pobreza, como lo que toca a la mejor distribución de la riqueza y, principalmente, a la lucha de la transparencia y la rendición de cuentas.

¿Qué los diferencia en el fondo?

En el tema de articular y verbalizar las responsabilidades de gobierno. Yo tengo una forma que no es la que tiene don Ottón. Sobre todo en la forma cómo acomete los temas. Y bueno, a diferencia de lo que él ha hecho, yo no he buscando una alianza con el partido principal de oposición, para sacar adelante mis propuestas. Lo he hecho con los partidos de oposición que es lo que me corresponde hacer.

Él le reconoce una gran habilidad política

Bueno, pues yo se lo agradezco mucho. Pero es que la verdad es que soy el presidente de un partido que él fundó y creo que se mantiene en la lógica de principios y valores.

La diferencia es estética, es ética. ¿Cuál es?

No, yo creo que es estética. Me parece que no hay una diferencia por el fondo. Ni en nuestro compromiso a favor de la transparencia. Ni en el ardiente deseo de una sociedad más justa, a favor de una economía más grande. Yo no veo en esto grandes diferencias por el fondo.

Esto es especulativo. ¿Se ve usted a mitad del camino, o al final de su período, sin partido o distanciado de su partido político?

Yo esperaría que no. Me parece que uno necesita de un referente partidario para gobernar bien. Si no lo tiene, pues uno intentará gobernar bien sin partido. Pero no es cierto que no lo tenga. Sin embargo, la normativa costarricense es muy clara en cuanto a no atribuir al presidente capacidad de beligerancia política y, por lo tanto, en cierto sentido formal.

¿Necesita un referente partidario?

Con las consecuencias que ello acarrea, soy un presidente nacional que no debe de ver en el partido una marca fundamental de su gestión. Pero evidentemente deseo tener un referente partidario y estoy haciendo todo lo posible por garantizarlo.

¿Por qué tanto encono contra algunos de sus colaboradores? ¿Siente que no le han dado la total libertad que uno apreciaría al llegar a gobernar al decir “quiero trabajar con estos y estos”?

Bueno, eso yo lo esperaba. Las resistencias que ha habido para que nuevas figuras ocupen cargos de responsabilidad, el hecho de que sean figuras cercanas al presidente. Es difícil atacar porque todavía el presidente cuenta con niveles altos de popularidad.

¿Pero por qué sucede eso?

Hacen pensar que lo más fácil es destruirles a sus lugartenientes y, por esa vía, reducir la capacidad que tiene el presidente de operar políticamente. Pero la resistencia en Costa Rica es muy evidente y no solamente frente a figuras: es frente al gobierno en su conjunto. Y esto se mira desde los niveles de comunicación, desde ciertos sectores privados, desde sectores partidarios. Hay una resistencia: no quieren que el país se mueva de lugar. Y eso, más allá, y a pesar de nosotros mismos, va de todas maneras. Es una situación que ya no tiene vuelta.

¿En el fondo el problema es que algunos no quieren entender que Costa Rica tiene un presidente que no es administrador de una finca, de sus fincas?

Ciertamente. Y tampoco va a serlo, porque es un presidente cuyos bienes son conocidos, que son muy pocos, cuya trayectoria que no se conocía antes de las elecciones ahora está clarísima. Yo no tengo margen para convertirme en una cosa que no soy. Por lo tanto, puede ser que les guste o no les guste, que les guste menos. Pero este es un presidente que llegó con un caudal de votos que superó el millón trescientos mil electores. Y tengo una responsabilidad qué cumplir y me la estoy tomando muy en serio.

Normalmente el voto y la votación es la medición del estado de ánimo de la opinión pública en un momento. ¿Sigue esa opinión pública a favor suya? ¿Siente que tiene el apoyo necesario para seguir cambiando las cosas?

Bueno, eso es lo que me sostiene en esta lucha. Si no sintiera esto, probablemente tendría que sentirme muy deprimido. Solamente viviera de lo que dicen los medios de comunicación todos los días, de lo que se mira en las redes sociales dominadas por trolls de toda naturaleza. Pero como estoy en la calle y tengo posibilidades de hablar con la gente todo el tiempo, lo que veo son las dificultades que estamos heredando.

¿De quiénes?

Son 60 años de bipartidismo que se fueron degradando especialmente en los últimos 20. Y nosotros hemos asumido para transformarlo y para darle al país un horizonte de mayor viabilidad. Yo he señalado reiteradamente que no me inspira nada que no sea servirle al país, porque no voy a volver a ser presidente nunca más.

¿Se saldrá de la política al terminar su mandato?

Eso es una decisión personal que tomé hace ya mucho tiempo y por lo tanto tengo 3 años y medio para hacer lo que pueda hacer en aras de mover al país del lugar de donde estaba y llevarlo a una situación distinta. Así es que yo me siento muy apoyado por la gente y creo que vamos a sacar la tarea a pesar de estos factores que tratan de impedirla

¿Hay cortocircuito en esa tarea suya? ¿Se ha encontrado con cortocircuitos?

Hay dificultades, como cualquiera las encontraría en una gestión de gobierno. Hay dificultades de orden normativo, hay limitaciones de orden financiero. Hay una cultura burocrática en los mandos medios que cuesta cambiar. Hay una cierta resistencia de los poderes fácticos. Hay un entorno geopolítico que no es necesariamente fácil, pero tampoco es que esto sea extraordinario. La política es así. Esto es un juego en donde se hacen pocas concesiones.

Los mayores problemas los encuentra usted, presidente, entre aquellos que normalmente toman el Estado como un portaviones de intereses o dentro de su mismo partido o es una suma de todo.

Es una suma de intereses gremiales que, a veces, están en los partidos y, otras veces, están en la sociedad misma. El Estado costarricense es muy grande, tiene una institucionalidad muy pesada y también en esa institucionalidad hay gremios que ponen resistencia. Un caso de esos fue la última huelga en el puerto de Moín en donde un grupo pequeño de trabajadores de un sindicato le pone en jaque o pretende poner en jaque a los contratos que el Estado costarricense ha suscrito. Y ello, con el fin de defender intereses específicos de ese sindicato. Entonces, no es solamente partidos, es un conjunto de fuerzas sociales que incluyen organizaciones, movimientos e hay algunas personalidades que se sienten afectadas por lo que miran como un cambio.

¿El cambio a cuánta temperatura está? ¿Cuánto le falta? ¿A dónde quiere llegar?

Es un cambio que está cocinándose en diferentes hornillas. Hay unas donde la temperatura ni siquiera ha comenzado a mirarse. Son cambios que, como una buena olla de carne, que usted conoce, se tiene que comenzar a cocinar a largo tiempo para que tenga un resultado bueno. Hay otras que lucen como huevos revueltos, son cambios que ya se están mirando y están listos para comerse. Eso tiene que ver con lo simbólico, pero también tiene que ver con cosas prácticas, como por ejemplo, las decisiones que hemos tomado sobre pensiones o que hemos tomado respecto de la educación pública, que tiene un refrendo presupuestario muy específico. Yo creo que hay que ver el cambio en diferentes momentos, en diferentes niveles y, por lo tanto, a diferentes velocidades.

Cada vez pienso más que el dinero que debió ir a los pobres se lo repartieron los empleados públicos, vía convenciones colecticas, vía pensiones, vía granjerías ¿Qué pasó? El dinero para obras, para los pobres, está en cuentas privadas.

Hay una buena parte del problema que está ubicado ahí. Hay otra buena parte que tiene que ver con el modelo, que traslada la riqueza que podría ser repartida a un grupo muy pequeño, individuos ante los sectores de mayor ingreso. Ahí también hay otro grupo que no es del sector público. Son sectores privados que han usufructuado ese modelo, un modelo basado en la promoción de exportaciones y de atracción de inversiones con poco encadenamiento productivo a la economía del país.

Pero…

Es un conjunto de temas, ciertamente, hay convenciones a las que hemos renunciado porque deben de renegociarse. Hay necesidad de apelar a la conciencia de muchos de esto gremios, que es necesario que contribuyan pagando más impuestos, cuando hagamos la reforma a partir del año entrante. Pero, ciertamente, la concentración de riqueza y la desigualdad que esto ha producido es atroz y es un signo muy poco costarricense y muy poco deseable para un país como el nuestro.

Foto D1, Nelson Dueñas.

Foto D1, Nelson Dueñas.